María Orán asegura que ya no tiene tiempo para montajes operísticos

La soprano canaria canta el martes en el Teatro Real

A María Orán no es fácil verla sobre un escenario. La culpa es de la pasión que tiene esta soprano por la enseñanza. Hace ya lo menos diez años que cambió el vértigo de los montajes por la quietud de las aulas. «Para cantar ópera hay que estar dedicada en cuerpo y alma. Prefiero emplear ese tiempo en enseñar, para lo que creo que tengo una gran intuición», dice. Los que la echan de menos pueden reencontrarse con ella el martes en el Teatro Real.

María Orán es una tinerfeña pródiga. Ha vuelto a su isla para vivir después de 30 años de exilio repartidos entre Madrid y Friburgo (Alemania)....

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A María Orán no es fácil verla sobre un escenario. La culpa es de la pasión que tiene esta soprano por la enseñanza. Hace ya lo menos diez años que cambió el vértigo de los montajes por la quietud de las aulas. «Para cantar ópera hay que estar dedicada en cuerpo y alma. Prefiero emplear ese tiempo en enseñar, para lo que creo que tengo una gran intuición», dice. Los que la echan de menos pueden reencontrarse con ella el martes en el Teatro Real.

María Orán es una tinerfeña pródiga. Ha vuelto a su isla para vivir después de 30 años de exilio repartidos entre Madrid y Friburgo (Alemania). Tiene poses de diva, aunque sea todo lo contrario. Apoya sus puños en jarras sobre la cadera, alza su barbilla y en ocasiones su ceja derecha. Pero todo lo suaviza con permanentes sonrisas. La Orán hizo historia con el Francisco de Asís, de Messiaen, de quien, desde el estreno de la obra en París en 1983, pasó a ser una de sus favoritas. Hoy, la cantante tan sólo se presenta en público con alguna grabación o en algún recital, cosas con las que disfruta de la música al máximo.«El recital del martes está preparado con piezas pensadas para ser acompañadas solamente del piano», dice. Con Chiky Martín al teclado, interpretará obras de Richard Strauss, Jesús Guridi, Rodolfo Halffter, J. B. Théodore Weckerlin, Benedetto Macello y Robert Schumann. La soprano es devota del repertorio español. Las tres piezas que ha elegido de Guridi: ¡Sereno!, No quiero tus avellanas y ¡Cómo quieres que adivine! , forman parte de las Seis canciones castellanas, que acaba de afrontar ahora con orquesta en Alemania. Pero otra de su debilidades es Strauss, del que interpretará tres lieder que para ella encierran «todo un mundo en dos o tres minutos, con sus colores y sus acentos únicos», dice.

La vuelta de María Orán a España, hace cuatro años, cuando dejó su cátedra en Friburgo, le ha deparado muchas sorpresas. «En primer lugar, canto más aquí, y además estoy disfrutando de la evolución musical que estamos viviendo», asegura. «Antes eran escasas las actuaciones musicales. Ahora en Madrid pueden ofrecerse tres o cuatro conciertos simultáneos y estar llenos de gente todos». Aparte de la afluencia de público a las salas, María Orán celebra la proliferación de orquestas en las ciudades pequeñas y «el gran nivel de algunas voces jóvenes». Pero lamenta que quizás el listón de la enseñanza no esté a la altura de los nuevos talentos.

Tiene previstas varias actuaciones por los auditorios españoles este año y dos visitas a la Expo de Lisboa, donde ofrecerá un recital el 2 de julio y donde además participará en la ceremonia de clausura, el 28 de septiembre, con La vida breve, de Manuel de Falla, junto a la Orquesta Nacional de España, bajo la batuta de Rafael Frühbeck de Burgos.

También acaba de grabar la integral de canciones de Antón García Abril, a quien considera «el auténtico cancionetista español», dice. «Crea tratamientos exquisitos con textos y melodías muy emocionantes. He grabado estas 39 canciones con mucho esmero y sin importarme el tiempo que hemos empleado, que ha sido mucho». Pero, además de esas novedades, María Orán también ha visto cómo su compañía de discos ha vuelto a sacar al mercado la integral de canciones de Falla y el maestro Rodrigo, grabadas hace años y que, según ella misma apunta, «no tienen nada que ver con mi forma de cantar ahora, aunque, bueno, son mías, yo las hice y no reniego de ellas». Lo explica con una cierta frustración por no haberlas podido corregir, como buena maestra.

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