Tribuna:CRÓNICAS

Los pensamientos del perro

Los colores del verde. Los pensamientos que cubren la estructura metálica que conforma al perro que da entrada al Museo Guggenheim Bilbao siguen verdes y floridos porque el otoño los ampara. Hay muchos chistes sobre esta peculiar escultura, y una de ellos tiene la gracia de ser atribuida al carácter de los bilbaínos: "¿Has visto el perro que hemos hecho? Pues no veas la caseta que tiene detrás...". En la oscuridad, cuando ya no hay nadie y la medianoche convierte en silencioso el bloque de titanio, los pensamientos del perro adquieren una voluntad aún más vegetal, y su verde se hace den...

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Los colores del verde. Los pensamientos que cubren la estructura metálica que conforma al perro que da entrada al Museo Guggenheim Bilbao siguen verdes y floridos porque el otoño los ampara. Hay muchos chistes sobre esta peculiar escultura, y una de ellos tiene la gracia de ser atribuida al carácter de los bilbaínos: "¿Has visto el perro que hemos hecho? Pues no veas la caseta que tiene detrás...". En la oscuridad, cuando ya no hay nadie y la medianoche convierte en silencioso el bloque de titanio, los pensamientos del perro adquieren una voluntad aún más vegetal, y su verde se hace denso y táctil. La ciudad está dormida y vacía, pacífica, como una vieja capital. No hay policías, dice el viajero; no se ven policías. Pero, ¿qué se creen ustedes? ¿Que estamos en guerra? Desde lejos, el perro parece un plástico enorme y perfecto, y cuando uno se acerca va adquiriendo una inquietante presencia viva, y es sin duda consecuencia de ese porvenir ahora quieto de los pensamientos. Cuando éstos se sequen, dice el acompañante vasco, desaparecerá el perro y uno imagina ahí, en ese espacio exterior del Guggenheim, un intenso vacío. Desaparecerá el verde del perro y desaparecerá el perro.Metafísico y astrónomo. Siempre estuvo al margen de todo, de la moda y a veces, incluso, de sí mismo; lo dijo el presidente de Canarias, Manuel Hermoso, cuando agradeció la donación de parte de la obra del pintor Cristino de Vera al archipiélago en el que éste nació. Cristino dijo, como si estuviera en una despedida: "Deseo que desaparezcan las sombras de la envidia, vanidad, estupidez y maldad... Que huyan y sólo quede el reflejo de la belleza, el bien y la bondad... Que es virtud y luz... Y que nos acompañe a todos hacia ese oculto y esperanzador rayo del reflejo de Dios". Luego les dijo a los periodistas que si viviera 40 años más se consagraría al estudio de la metafísica y la astronomía, que son dos argumentos para huir del ego y de la vanidad, "esa terrible lacra que tantos estragos ocasiona en el arte actual". Ahora no se sabe qué edad exacta tiene Cristino, pues cuando cumplió los 60 decidió no celebrar jamás de nuevo la fecha de su nacimiento, y en ese último cumpleaños convocó a sus amigos enviándoles una tarjeta en la que aparecía lo que él estimaba una metáfora de su propio futuro: un esqueleto. La pintura de Cristino es mística, depurada, solitaria e íntimamente desoladora, como un retrato de lo que queda detrás de la luz: daría la sensación, como ocurre con cuadros de uno de sus maestros, el olvidadísimo Luis Femández, de que si se hiciera la oscuridad en el ámbito donde están sus pinturas fuera a persistir la claridad que los inspira. Durante anos, Cristino paraba a la gente en las calles: "¿Es usted feliz?", les preguntaba a los viandantes. Otras veces les preguntaba a las taquilleras: "¿Qué recuerda al final del día?". Le respondían: "Bocas, bocas, bocas; fila doce, fila trece, fila doce, fila trece". Es uno de los tipos geniales y secretos del ni el contemporáneo español; inteligente y lúcido, descreído; sigue vistiendo de negro, como un monje, y se diría que, sin haber estudiado nunca esas disciplinas aprendió el ejercicio de la auto crítica y de la humildad que son consecuencia del aprendizaje de la metafísica y la astronomía Vive en Madrid desde hace 46 años; su luz, pues, vuelve a Canarias, donde nació.

Una novela política. Este último martes hablaban en tomo a Jorge Edwards, el escritor chileno, Nora Catelli, Fanny Rubio, J. J. Armas Marcelo y Javier Pradera, dentro del ciclo de autor que organizó el ICI en la Casa de América y que anoche concluyó con un diálogo entre el propio Edwards y Mario Vargas Llosa. Pradera evocó desacuerdos literarios entre estos dos últimos, cuando discutían sobre Marcel Proust en el París de cuando eran jóvenes. Pero el recuerdo de Persona non grata, aquel relato de la perplejidad del joven Edwards en medio del primer desencanto de la revolución cubana, fue el que centró los recuerdos de la sesión. Armas Marcelo dijo que aquél había sido un libro "violentamente incorrecto",que fue además un libro de memorias en lo que éstas tienen de supervivencia de la libertad. Pradera: "Ese libro está más cerca de la novela que de otra cosa: inventa un modo de contar, y por eso no extrañó que Carlos Barral lo presentara como una novela política sin fícción". Contó también Pradera que Neruda le dijo a Edwards, cuando éste le informó de que viajaría a La Habana, donde iba a vivir las peripecias que darían lugar a Persona non grata: "No vayas. Me parece que ya es demasiado tarde para ir a Cuba". Luego le dijo Guillermo Cabrera Infante, ya en el exilio: "No te preocupes: no hay delirio de persecución cuando la persecución es delirio". Tiene razón Pradera: ese libro se lee hoy, otra vez, de un tirón, como una novela: "Un marciano lo podría leer". No está escrito para aquel tiempo: está escrito para siempre.

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