Tribuna:

La propietaria del significado perfecto

En estos tiempos en que tanto hay que pugnar por lo evidente, sorprende casi que la evidencia se abra paso con la naturalidad que le es debida. Así ha ocurrido en esta ocasión con el Premio Nacional de Narrativa, concedido a Donde las mujeres, de Álvaro Pombo, novela magistral que por sí sola acredita toda una cosecha literaria -la del 96- pero que, mucho más que eso, merece ser reconocida y aplaudida -como ha pasado recientemente con Corazón tan blanco, de Javier Marías- como una de las grandes novelas europeas de esta década. Una década que se inauguró, conviene no olvidarlo co...

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En estos tiempos en que tanto hay que pugnar por lo evidente, sorprende casi que la evidencia se abra paso con la naturalidad que le es debida. Así ha ocurrido en esta ocasión con el Premio Nacional de Narrativa, concedido a Donde las mujeres, de Álvaro Pombo, novela magistral que por sí sola acredita toda una cosecha literaria -la del 96- pero que, mucho más que eso, merece ser reconocida y aplaudida -como ha pasado recientemente con Corazón tan blanco, de Javier Marías- como una de las grandes novelas europeas de esta década. Una década que se inauguró, conviene no olvidarlo con El metro de platino iridiado (1990), del mismo Pombo.Otras novelas publicadas también en 1996 hubieran podido recibir con merecimiento el mismo galardón, entre ellas Una comedia ligera, de Eduardo Mendoza. Y es de señalar, al recordar este título, la significativa coincidencia que supone el que dos autores de una misma franja generacional aborden paralelamente la inmediata posguerra española desde perspectivas oblicuas que invitan a reconsiderarla bajo supuestos distintos a los convencionales tomando por pretexto el recorrido que lleva desde la inocencia al desengaño.

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A este propósito, Pombo, en un interesantísimo prólogo que antepuso a la edición de su novela en Círculo de Lectores, explica cómo su protagonista "se engaña al creerse propietaria del significado perfecto de la vida y de su familia, y a partir de la mitad de la novela el engaño en que vivía resquebraja -cómicamente, sí, pero al final también amargamente- su idea de sí misma, su autoestima y su mundo feliz". La novela había de titularse al principio La propietaria del significado perfecto, haciendo honor al talento de Pombo para los títulos enigmáticamente explícitos y extravagantes. Fue Jorge Herralde, su editor, quien al final acertó con el título definitivo, que tiene la virtud de aludir certeramente al meollo de la novela.

Esta asombrosa novela de formación, desarrollada con un perfecto crescendo, tiene por escenario "un mundo femenino y, por tanto, estrictamente interior", dentro del cual se explora, con audacia y sutileza excepcionales, el contenido de la feminidad como ámbito exclusivo y autónomo, según se le aparece a la protagonista en un principio, antes de vislumbrar el yerro en el que ha incurrido, inducida por la felicidad aparente de ser interior, de ser una joven mujer clausurada en su sexto sentido de la felicidad y de la perfección".

Con radical desvío del costumbrismo intimista y del lirismo moral que impregnan a buena parte de los narradores españoles, Álvaro Pombo inquiere con magnífica sorna en los cimientos de la institución familiar y en las devastaciones del tiempo y de la madurez. Y lo hace con un poderío estilístico, con un bagaje filosófico y con una capacidad de divertimiento ("ésta es, creo, mi novela más divertida") tan contundentes que no dejan dudas sobre el lugar principal que ocupa en la actual narrativa española.

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