Entrevista:

'La burguesía de Granada no ha estado a la altura de la Alhambra"

Mateo Revilla saltó en 1985 desde un apacible puesto de profesor de Historia del Arte en -la Universidad de Granada al ojo del huracán de dirigir el Patronato de la Alhambra y el Generalife tras haber sido viceconsejero de Cultura de Andalucía. Tras un largo pulso con el Gobierno central, la Junta de Andalucía logró en aquella fecha las competencias plenas en Cultura, incluida la gestión del monumento más visitado de España y un emblema del arte musulmán. Desde entonces, Mateo Revilla, de 49 años, natural de Jaén, pero residente en Granada desde joven, ha impreso su particular sello a la Alha...

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Mateo Revilla saltó en 1985 desde un apacible puesto de profesor de Historia del Arte en -la Universidad de Granada al ojo del huracán de dirigir el Patronato de la Alhambra y el Generalife tras haber sido viceconsejero de Cultura de Andalucía. Tras un largo pulso con el Gobierno central, la Junta de Andalucía logró en aquella fecha las competencias plenas en Cultura, incluida la gestión del monumento más visitado de España y un emblema del arte musulmán. Desde entonces, Mateo Revilla, de 49 años, natural de Jaén, pero residente en Granada desde joven, ha impreso su particular sello a la Alhambra, "con aciertos y errores, pero con una voluntad de administración transparente y de servicio a los intereses de la cultura" según confiesa. En los últimos meses, la cabeza del director de la Alhambra, un cargo de escaso poder político, pero de indudable simbolismo, es una de las más codiciadas para el PP andaluz. Una y otra vez, los gobernantes socialistas de la Junta han reiterado su confianza en Revilla.Pregunta. Usted lleva ya 12 años al frente del Patronato de la Alhambra y parece incombustible. ¿Qué apoyos tiene?

Respuesta. Hasta que llegaron las transferencias a la Junta, un grupo de notables de Granada controlaba la Alhambra desde hacía décadas. Con mi nombramiento se trató de dar un perfil distinto al cargo. Conviene señalar que este puesto requiere, sobre todo, una formación como historiador del arte y experiencia en gestión patrimonial, porque su contenido político es realmente escaso, y prueba de ello es que no soy militante del PSOE. Dependo de la Consejería de Cultura, que toma las grandes decisiones. Mi incombustibilidad, paradójicamente y con franqueza, reside en mi desapego al cargo.

P. Durante estos últimos años se aprobó el Plan Especial de la Alhambra y, se abordaron algunos proyectos urbanísticos polémicos, pero los últimos meses han colocado su gestión en el centro de un pulso político. ¿Por qué?

R. En 1996, todo el mundo pensaba que los socialistas perderían las elecciones andaluzas, pero, contra todo pronóstico, el PSOE volvió a gobernar la Junta. A partir de ahí comienzan una serie de ataques, a mi juicio, infundados. Me han achacado que el patronato se haya reunido poco, y estoy totalmente de acuerdo con esa apreciación. Es más, he hecho notar esta carencia en más de una ocasión a las autoridades. Pero la responsabilidad no es mía. En cualquier caso, al fondo de la polémica sobre la Alhambra se encuentra el interés de ese grupo de notables por volver a controlar la Alhambra poniendo una persona de su confianza en la dirección y desde hace un par de años se afanan en esa tarea. Ahora han hallado su vía de expresión política en el sector más conservador del PP local.

P. Pero la construcción de una sala de fiestas al pie de la Alhambra, el Rey Chico, ha levantado un movimiento ciudadano de protesta que no se recordaba en Granada.

R. Es cierto que el Rey Chico ha provocado una contestación muy fuerte, pero las obras cuentan con la licencia municipal, otorgada en su día por todos los grupos políticos. Ahora bien, el Ayuntamiento (gobernado ahora por el PP) ha aprovechado estas críticas de modo oportunista para responsabilizar al patronato. Es una pena que, en vez de buscar soluciones posibles que parten de la responsabilidad determinante del Ayuntamiento en materia urbanística, se dediquen contradictoriamente a atizar y apagar el fuego de la polémica, en lugar de rectificar o mejorar el proyectó del Rey Chico.

P. ¿Detrás de la polémica se halla el pulso de poderes entre un PSOE que domina la Junta, titular de la Alhambra, y el PP, que insiste desde el Gobierno y desde el Ayuntamiento en crear un consejo asesor que supervise la gestión?

R. La verdad es que se entrecruza un conflicto entre administraciones con una polémica urbanística. De todos modos, es un tema absurdo. La idea del consejo asesor surge en círculos de notables de Granada y el alcalde lo ha expuesto como forma de control político de la Alhambra. Sinceramente pienso que los problemas de la Alhambra no se solucionan con este consejo y que el Ministerio de Educación y Cultura tiene fórmulas más inteligentes y eficaces de influir en la política de gestión sin necesidad de invadir competencias de la comunidad autónoma que crean una conciencia de agravio como si Andalucía fuera una autonomía de segunda clase. Cabe recordar, además, que en el actual patronato ya están representados el Gobierno y el Ayuntamiento.

P. Pero el Gobierno y el alcalde de Granada, Gabriel Díaz Berbel, ambos del PP, insisten en las deficiencias de su gestión.

R. Mire, el número de visitantes ha aumentado sin cesar en los últimos anos, hasta llegar a cerca de 1,9 millones el pasado año, lo que supone que la Alhambra es el monumento más visitado de España, por delante del Museo del Prado. Este hecho genera complejos problemas, además de una inevitable tensión entre intereses económicos y culturales. También se ha ejecutado la casi totalidad de un presupuesto de 1.232 millones de pesetas y se ha modernizado y profesionalizado la gestión. Soy consciente de que resta mucho por hacer para mejorar la conservación de este complejo único en Europa, pero nadie puede negar avances en un organismo que antes de 1985 se gobernaba Con un aparato, técnico y administrativo muy precario.

P. Da la impresión de que existe una cierta relación amor-odio entre Granada y la Alhambra. ¿Es cierto?

R. Algo dé eso, hay. La significación de la Alhambra, además, trasciende no sólo las fronteras de Granada, sino las de España. En el pasado, la burguesía y las clases dirigentes de la ciudad no siempre han estado a la altura de un patrimonio monumental tan impresionante, que incluye el complejo, de Alhambra-Generalife y el barrio del Albaicín como patrimonios de la humanidad declarados por la Unesco. Algunos granadinos contemplan a veces la Alhambra como una fábrica de hacer dinero y como objeto de consumo de un turismo de masas, y esa actitud resulta equivocada. Por otra parte, la ciudad no es capaz de generar una oferta interesante de ocio y de cultura que alargue las visitas, de apenas unas horas, que muchos turistas dedican a Granada.

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