Truchas de choque

La Comunidad suelta peces de piscifactoría en los ríos para salvar a los autóctonos en el fin de la veda

El primer día de pesca de la trucha en los ríos madrileños tras los meses de veda se convirtió ayer en una romería de hombres vestidos de verde, caña en mano y con botas impermeables hasta la cadera. Ante tanta presión humana, la Consejería de Medio Ambiente tomó una medida preventiva para preservar las pocas truchas autóctonas que quedan: sembró las aguas con truchas de granja, criadas en piscifactorías navarras. Estos ejemplares son mucho más inocentes que los que crecen en los ríos y por eso pican en los cebos de los pescadores con más facilidad."Hace un mes se echaron 10.200 kilos de truch...

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El primer día de pesca de la trucha en los ríos madrileños tras los meses de veda se convirtió ayer en una romería de hombres vestidos de verde, caña en mano y con botas impermeables hasta la cadera. Ante tanta presión humana, la Consejería de Medio Ambiente tomó una medida preventiva para preservar las pocas truchas autóctonas que quedan: sembró las aguas con truchas de granja, criadas en piscifactorías navarras. Estos ejemplares son mucho más inocentes que los que crecen en los ríos y por eso pican en los cebos de los pescadores con más facilidad."Hace un mes se echaron 10.200 kilos de trucha común en el río Lozoya. Se trata de una rem población de choque para que en los primeros días, después de la veda, los pescadores no esquilmen el río. Así sacan estas truchas de repoblación y no las autóctonas", explicó Juan Vielva, técnico regional de Medio Ambiente. Pero los viejos pescadores no parecían estar muy de acuerdo con este tipo de repoblación: "La medida está bien, pero sólo con carácter transitorio por la avalancha de pescadores de los primeros días. Estas repoblaciones no solucionan el verdadero problema de nuestros ríos: su cada vez más escasa población truchera autóctona. Las truchas repobladas vienen de piscinas y no saben sobrevivir en aguas salvajes. Son peces domesticados que no satisfacen al verdadero pescador", explicaba Ramón Rodríguez, de 50 años y que desde los 14 pesca en el Lozoya.

Las truchas de granja son de la especie común, igual que las autóctonas. Sin embargo, se diferencian fácilmente porque presentan un defecto físico grave: carecen de aletas pectorales. El motivo: las deficiencias genéticas o la agresividad que desarrollan entre ellas en los escasos metros cuadrados donde crecen en las piscifactorías.

"Son truchas lentas, sinfuerza, que no están acostumbradas a nadar contracorriente, y por eso acaban todas en el curso bajo del río", añadió Rodríguez. Pican a cualquier señuelo, tanto da que sea una lombriz de tierra o una cucharilla artificial.

El Gobierno regional prevé una inversión de 28 millones de pesetas para las repoblaciones hasta el final de la temporada, el 13 de julio. Las 53.500 licencias de pesca otorgadas en 1996 pulverizaron, todos los récords de la región.

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