44 FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN

Un extraordinario duelo interpretativo

Día ciertamente redondo fue el de ayer, al menos en lo que concierne a la sección oficial a concurso. Un filme argentino, Sol de otoño de Eduardo Mignogna hermosa historia de amores maduros íntegramente sostenida por dos actores superlativos, Federico Luppi y Norma Aleandro, y por un guión muy bien construido- se colocó de inmediato entre las candidatas a galardón: será difícil que alguien pueda arrebatar los premios de interpretación a estos dos monstruos.Sol de otoño no puede escapar de la etiqueta de "película clásica". Lo es en todos los aspectos: una narración transparente y atenta a los ...

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Día ciertamente redondo fue el de ayer, al menos en lo que concierne a la sección oficial a concurso. Un filme argentino, Sol de otoño de Eduardo Mignogna hermosa historia de amores maduros íntegramente sostenida por dos actores superlativos, Federico Luppi y Norma Aleandro, y por un guión muy bien construido- se colocó de inmediato entre las candidatas a galardón: será difícil que alguien pueda arrebatar los premios de interpretación a estos dos monstruos.Sol de otoño no puede escapar de la etiqueta de "película clásica". Lo es en todos los aspectos: una narración transparente y atenta a los detalles, un guión construido con mano sólida y que contiene unos diálogos escritos con tiralíneas, unos personajes que son un auténtico caramelo para cualquier actor con talento y oficio; una atención a las expectativas del espectador, por lo menos en lo que hace a la resolución de la trama.

Pero es también más. Historia de los amores otoñales de una contable judía y el dueño de un taller de marcos para cuadros, la película se crea alrededor de esta pareja, a la que Aleandro y el gran Luppi brindan una galvanizada, sobrecogedora humanidad. Con la palabra, pero sobre todo con la mirada, estos dos inmensos actores moldean sin ningún asomo de exceso a dos personajes adorables, con sus miedos, sus renuncias, sus ilusiones de pronto recuperadas.

Ambiciosa en sus alcances, espectacular en las formas, incisiva en su planteamiento, La sombra del emperador, de Zou Xiaowen, recrea la vida de Ying Zheng, el rey que unificó, en el año 221 antes de Jesucristo, el vasto territorio de China y se proclamó su primer emperador. A partir de su tormentosa relación con su hermano de lactancia, un músico de qin -el instrumento de cuerda por excelencia de la música china-, la película demuestra con admirable claridad y una gran belleza plástica las ambivalencias del poder, sus dobleces, su indescriptible crueldad.

Es el suyo un discurso aparentemente en pasado, pero cuyos ecos encuentran una fácil lectura en presente. No es a Deng y la intelligentsia china actual lo que Iván El Terrible de Eisenstein fue para Stalin; pero no cabe duda de que su voluntad desmitificadora y crítica está en la misma línea.

En otro orden de cosas, también ayer se proyectó, en la sección Zabaltegi, A tiro limpio de Jesús Mora, un remake de la película de Paco Pérez Dolç del mismo título, rodada en 1961. Una trama de atracos y relaciones turbias naufraga sin remedio por obra y gracia de un guión inverosímil y de unos actores, al frente de los cuales está Tony Cantó, que en ningún momento resultan creíbles en la pantalla.

La cinta sirve tan sólo para dos cosas: una, para comprobar que, incluso tras sufrir censura, el viejo argumento de Pérez Dolç y José María Ricarte contenía muchas más sugerencias que el actual. Y dos, que a pesar del naufragio, Mora apunta sólidas dotes para el oficio. Su trabajo es seguro, en ocasiones agradecidamente conciso. Es una pena que se desperdigue en aras de un producto tan endeble, prescindible, olvidable.

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