Tribuna:

Un superviviente en pos de sí mismo

En 1981, el núcleo de Atlántica, aquel frente plural que defendía un nuevo aliento renovador en el horizonte del arte gallego, rendía homenaje en Vigo, con una muestra antológica de su obra, a Laxeiro. El sentido del homenaje era, por supuesto, el de una reivindicación del último gran superviviente de aquella otra generación heróica de la renovación vanguardista galaica de anteguerra, en la que buscaban su propio paradigma de referencia. Pero la identificación de los atlánticos con el ejemplo de Laxeiro tenía también a mi juicio, más allá de ese marco generacional extenso, otro acento a...

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En 1981, el núcleo de Atlántica, aquel frente plural que defendía un nuevo aliento renovador en el horizonte del arte gallego, rendía homenaje en Vigo, con una muestra antológica de su obra, a Laxeiro. El sentido del homenaje era, por supuesto, el de una reivindicación del último gran superviviente de aquella otra generación heróica de la renovación vanguardista galaica de anteguerra, en la que buscaban su propio paradigma de referencia. Pero la identificación de los atlánticos con el ejemplo de Laxeiro tenía también a mi juicio, más allá de ese marco generacional extenso, otro acento algo más particular.No en vano el último de Os novos se ajustaba tal vez mejor que ningún otro al modelo simbólico en el que los jóvenes gallegos de los ochenta veían reflejadas las raíces de su propia apuesta. Así es, por ejemplo, en la vocación esencialmente expresionista que recorre toda la evolución del trabajo de Laxeiro o en las ensoñaciones míticas en torno a lo popular que centran el tema de muchas de sus obras clave. Pero junto a esas señas sobre las que se solía tejer el estereotipo, entonces, más usual de la identidad cultural galaica, la figura de Laxeiro ofrecía un paradigma más íntimo y veraz a través de esa singular coexistencia ecléctica que, junto a los aspectos anteriores, introduce, a partir del voluntario exilio bonaerense de los cincuenta y sesenta, la incorporación de acentos vanguardistas de corte más radical, con esa mirada que contiene ecos picassianos e incluso cercanos a Torres García, o que roza en ocasiones la disolución informalista.

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Es ese talante, en el que conviven y se cruzan hasta el final mismo de su trayectoria, el naturalismo esperpéntico heredado de nuestra más pura tradición negra y esas otras composiciones, de paleta más festiva, en las que la disociación de dibujo y color llega a sumergir los motivos populares, en puras articulaciones abstractas, donde radica la prolongada modernidad excéntrica de Laxeiro, su auténtica condición de superviviente, capaz de conectar con las inquietudes que remueven el alma generacional del fin de siglo.

Desde esa conflictiva libertad, Laxeiro habría de responder al citado homenaje atlántico confesándose en términós memorables: "...La imaginación es tan infinita como el infinito. Y a la verdad, todo este fuego me da mucho miedo a sentirme impotente en la búsqueda. Ahí tenéis (...) mi aventura pictórica y dibujística, mi esfuerzo a bucear en mi inconsciente o, diré, en mi infinito. Pienso que viendo esta muestra se puede palpar la tremenda aventura en que estoy sumergido; he ahí la búsqueda de una cosa. Pues amigos de Atlántica, agotaré mi vida pintando y buscando la cosa".

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