Editorial:

Asonada paraguaya

LA REBELIÓN en Paraguay del general Lino César Oviedo ha retrotraído a la memoria de todos el fantasma del golpismo militar en Latinoamérica. El solo intento de servirse de las armas -o la amenaza que implica su mando sobre ellas- para acabar con una de las más recientes y doloridas democracias de América Latina ha merecido la condena de toda la comunidad internacional, desde Washington a Madrid. El Gobierno de Juan Carlos Wasmosy sabía desde ayer, cuando menos, que contaba con el apoyo de todos los demócratas. Tras un largo día de noticias contradictorias, el conflicto con el general entró e...

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LA REBELIÓN en Paraguay del general Lino César Oviedo ha retrotraído a la memoria de todos el fantasma del golpismo militar en Latinoamérica. El solo intento de servirse de las armas -o la amenaza que implica su mando sobre ellas- para acabar con una de las más recientes y doloridas democracias de América Latina ha merecido la condena de toda la comunidad internacional, desde Washington a Madrid. El Gobierno de Juan Carlos Wasmosy sabía desde ayer, cuando menos, que contaba con el apoyo de todos los demócratas. Tras un largo día de noticias contradictorias, el conflicto con el general entró en una inesperada y sorprendente solución: la designación del general rebelde como ministro de Defensa. El presidente Wasmosy, para acabar con el conflicto, optó por una fórmula que quizá le exija pactos más humillantes en el futuro. Esperemos que Paraguay pueda disfrutar por muchos años de la libertad que tan recientemente ha recuperado.Tras más de medio siglo de dictaduras militares, la más larga la del general Alfredo Stroessner (1954-1989), hoy exiliado en Brasil, las elecciones paraguayas de mayo de 1993 dieron la victoria a un civil, el actual presidente Wasmosy. No se trata aquí de juzgar la gestión del nuevo presidente. Pero menos aún era esto competencia de un militar al servicio de sus compatriotas. Las relaciones entre Wasmosy y el general Oviedo han sido más o menos tormentosas, y la tensión estalló el lunes cuando Wasmosy, en el ejercicio legítimo de sus funciones, destituyó al general y le envió al retiro. La reacción de Oviedo fue acuartelarse con sus tropas en las afueras de Asunción. Todo ya sabido en la mecánica de los militares caudillos. La tentativa de Oviedo sorprende tras años en los que los golpes militares parecían ya historia al sur de México. Pero debe reflexionarse si no es excesivo el optimismo que cree que América Latina está definitivamente inmunizada contra el golpismo. Ese peligro, al igual que el del populismo, la guerrilla, el terrorismo y el narcotráfico, sigue amenazando a unas democracias jóvenes, casi todas enfrentadas a durísimas realidades socíales y económicas.

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Que el general Oviedo se hubiera sometido al poder civil era, la mejor fórmula para que tanto en los uniformados paraguayos como en los de otras repúblicas suramericanas arraigue la convicción de que la era de las sangrientas aventuras golpistas pertenece a un pasado del que nadie, y ellos menos que nadie, debe sentirse orgulloso.

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El propio presidente Wasmosy tendría que haber tenido más cuidado con la fórmula transaccional para acabarcon el intento de insurrección. Debe saber el presidente que el ejemplo de su decisión puede ser definitivo para enfrentar los próximos movimientos militares. Y debería haber tenido en cuenta,. también, que los paraguayos le eligieron para caminar por la vía de la normalidad, democrática, sin los periódicos sobresaltos que sin duda le causará esta herida mal cerrada.

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