Los críticos premian la narrativa de Luciano González Egido y la poesía de Benitez Reyes

El autor de 'El corazón inmóvil' plantea la defensa de la singularidad

Luciano González Egido (Salamanca, 1928) obtuvo ayer el Premio Nacional de la Crítica Literaria 1995 en su modalidad de narrativa por El corazón inmóvil, una obra que, según el jurado, representa la exaltación de la libertad y la justicia y la comprensión de la debilidad humana. En la modalidad de poesía, fue galardonado el gaditano Felipe Benítez Reyes (1960) por Vidas improbables. "No creo que la novela deba tener un mensaje, pero El corazón inmóvil traduce un mensaje de la defensa de la singularidad que, en el fondo, es la defensa de la libertad", dijo ayer González Egido en Salamanca.
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Luciano González Egido (Salamanca, 1928) obtuvo ayer el Premio Nacional de la Crítica Literaria 1995 en su modalidad de narrativa por El corazón inmóvil, una obra que, según el jurado, representa la exaltación de la libertad y la justicia y la comprensión de la debilidad humana. En la modalidad de poesía, fue galardonado el gaditano Felipe Benítez Reyes (1960) por Vidas improbables. "No creo que la novela deba tener un mensaje, pero El corazón inmóvil traduce un mensaje de la defensa de la singularidad que, en el fondo, es la defensa de la libertad", dijo ayer González Egido en Salamanca.

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La concesión del premio de los críticos le pilló a González Egido disertando sobre Unamuno, una figura central en su vida, de quien, confesó sentirse muy influido en el aspecto de la preocupación moral. "Que a mis años me den el premio de la crítica me parece maravilloso", fue la primera reacción del escritor ante el galardón por su segunda novela. "Este premio es distinto a los habituales, porque en él no intervienen ni razones políticas, ni económicas ni intereses editoriales", añadió González Egido, un hombre vinculado durante años a la cinematografía y a la realización de televisión.

El corazón inmóvil, escrito entre 1993 y 1995, está inspirado en un hecho real ocurrido a principios de siglo en un hospital madrileño que en la ficción se traslada a Salamanca. La novela narra las relaciones sexuales entre una monja de la caridad y un joven médico, con quien se encuentra a oscuras y sin mediar palabra cada noche en el cuarto de guardia. El médico aprovecha esa circunstancia para invitar a un amigo suyo a que pase una noche con ella. Cuando la monja lo descubre, decide envenenar a su amante. El crimen, sin embargo, recae en un infeliz, que es condenado a muerte.

"El sentido de la obra", explicó Luciano G. Egido, "va en defensa de la singularidad de las personas, de la defensa de la libertad de una mujer que decide tener relaciones sexuales sin tener por ello que abandonar su vocación de ayudar a los demás, y que no se deja avasallar por los caprichos de un señorito. La novela tiene un fondo feminista, porque trata de la mujer frente a las instituciones, a las ideas y de los códigos que impone la sociedad".

Luciano G. Egido, un escritor que se define no sólo como tardío, sino "tardísimo", publicó su primera novela, El cuarzo rojo de Satamanca, a los 65 años, en 1993, aunque prácticamente toda su vida ha estado ligado a la escritura y a la cinematografía. Ayudante de dirección con Juan Antonio Bardem en Los segadores y Nunca pasa nada, fue director de la revista Cinema Universitario, cerrada por el franquismo en los años sesenta. Durante los setenta escribió una columna diaria en Pueblo bajo el pseudónimo de Copérnico y posteriormente fue asesor de guiones en TVE hasta su jubilación. Su primer libro fue un ensayo sobre los últimos días de Unamuno titulado Agonizar en Salamanca, editado en 1986.Ahora se dedica plenamente a la literatura.

Un jubilado

"Corno soy un jubilado, por tanto, un inútil", bromeó ayer, "me puedo dedicar a escribir". La tercera novela ya terminada y con el título La fatiga del sol es en palabras de su autor, "un libro sobre la memoria, quizás porque a los señores de cierta edad nos parece que la memoria es la recuperación de la vida". Esta obra será editada en otoño.

El otro galardonado, Felipe Benítez Reyes, fue considerado ayer por el jurado de la Asociación Española de Críticos como uno de los máximos exponentes actuales de la poesía en castellano. Vidas improbables, según explicó Juan José Lanz, ponente del jurado de poesía, es una colección de poemas apócrifos, que recoge "a personajes estrafalarios sacados de la vida literaria en una composición de poesía y narrativa que da una gran baza a la obra", señaló Lanz. "Hay modelos que pasan desde los modernistas decadentes hasta los falsificadores de la poesía moderna o los poetas de la experiencia".

Los veinte miembros del jurado de la Asociación Española de Críticos Literarios, que su reunieron en Granada para debatir los premios, no mantuvieron fuertes controversias a la hora de elegir las obras galardonadas, según explicó el presidente de la asociación, Miguel García-Posada. Para el premio, que fue instituido en 1956 y que carece de dotación económica, fueron seleccionados en esta edición 40 novelas y 35 libros de poesía. Además de Egido y Benítez Reyes, resultaron-premiados Biel Mesquida, por Excelsior o el temps escrit (Excelsior o el tiempo escrito), y Joan Brossa, por Passat festes (Pasadas las fiestas), en narrativa y poesía catalanas, respectivamente; Ramón Saizarbitoria, con Hamaika pauso (Once pasos) y José Luis Otamendi, con Lur bat zure minari (Un pedazo de tierra a tu dolor), en narrativa y poesía en euskera; y Xesús Manuel Varcárcel, con O capitán Lobo Negro (El capitán Lobo Negro) y Ramiro Fonte por Luz do mediodía (Luz de mediodía), en narrativa y poesía gallegas.

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