EL ESPAÑOL DE AMERICA VUELVE A LA ACADEMIA

La antigüedad es un grado

Hubo un par de momentos de hilaridad a duras penas contenida. Cuando Camilo José Cela le dijo a Vargas Llosa, "señor novicio", que le habían presentado los tres miembros más antiguos de la Academia y la antigüedad es un grado fue uno de ellos; otro, en el que la Reina esbozó una sonrisa -no se sabe si de complicidad o de resignación-, cuando se refirió a la lengua española, "tan zarandeada... ante la irresponsable indiferencia de los administradores del procomún".¿Una crítica al Gobierno? A José María Aznar, vestido de chaqué, no le mudó la expresión, aunque quizá tomó nota, por si acaso. Su l...

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Hubo un par de momentos de hilaridad a duras penas contenida. Cuando Camilo José Cela le dijo a Vargas Llosa, "señor novicio", que le habían presentado los tres miembros más antiguos de la Academia y la antigüedad es un grado fue uno de ellos; otro, en el que la Reina esbozó una sonrisa -no se sabe si de complicidad o de resignación-, cuando se refirió a la lengua española, "tan zarandeada... ante la irresponsable indiferencia de los administradores del procomún".¿Una crítica al Gobierno? A José María Aznar, vestido de chaqué, no le mudó la expresión, aunque quizá tomó nota, por si acaso. Su llegada, acompañado de su esposa, Ana Botella, causó gran revuelo; docenas de fotógrafos se precipitaron tras ellos, que se dirigieron a las primeras filas, besaron a Marina Castaño de Cela, saludaron a los académicos y otros notables.

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El salón de sesiones estaba repleto. Desde dos horas antes, los invitados a la junta pública habían guardado una cola que daba la vuelta al edificio. Minutos antes de las siete de la tarde, hora fijada para su comienzo, llegaban el alcalde de Madrid y el presidente de la comunidad madrileña, que se sentaron a ambos lados de Aznar. A la hora en punto, los Reyes, acompañados por el director de la Academia, Fernando Lázaro Carreter, y los ministros de Educación, Jerónimo Saavedra, y de Cultura, Carmen Alborch, quienes ocuparon su lugar en la presidencia.

Don Juan Carlos dio autorización a los académicos Emilio Lledó y Luis Goytisolo para que fueran a buscar a Vargas Llosa. Volvió presto el trío y la entrada del nuevo académico fue acogida con una ovación, repetida con especial calor al concluir su intenso discurso sobre Azorín.

Alguien dijo que es el primer latinoamericano de la Academia, pero hay precedentes de un colombiano y un mexicano, académicos de la española en el pasado siglo. La docta casa tiene larga vida, enjundiosa historia, gravedad mucha y por eso cuando alguien introduce un retazo de humor o de ironía, como hizo Cela, parece que entrara allí una brisa de aire fresco, y se agradece en el alma.

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