Tribuna:

Un año después

Hace exactamente un año había comprado un edredón de plumas de ganso en unas rebajas de Estocolmo. Uno hace cosas absurdas cuando se avecina un terremoto. Los perros ladran. Las personas que no muerden compran cosas muy raras. Quería olvidarme de que en pocas horas iba a fallarse el Premio Nadal. Me había turnbad9 en la cama de aquel hotel sueco rodeado de nieve y cuando estaba anotando las últimas impresiones en mi diario sonó el teléfono. Un periodista amigo me preguntó cuál era el argumento de la novela con la que yo concursaba porque mi nombre sonaba como posible ganador. Le conté algo. Se...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Hace exactamente un año había comprado un edredón de plumas de ganso en unas rebajas de Estocolmo. Uno hace cosas absurdas cuando se avecina un terremoto. Los perros ladran. Las personas que no muerden compran cosas muy raras. Quería olvidarme de que en pocas horas iba a fallarse el Premio Nadal. Me había turnbad9 en la cama de aquel hotel sueco rodeado de nieve y cuando estaba anotando las últimas impresiones en mi diario sonó el teléfono. Un periodista amigo me preguntó cuál era el argumento de la novela con la que yo concursaba porque mi nombre sonaba como posible ganador. Le conté algo. Seguramente algo que no tenía nada que ver con el argumento del libro. Tomó notas. Colgó. Yo apagué la luz sabiendo que esa noche no dormiría. Antes del amanecer recibí un telegrama del mismo periodista: "Muy conveniente que tomes primer avión y vueles a Barcelona".Volé a Barcelona sonámbulo. Acudí directamente al hotel Ritz. Por una rendija vi a los 700 comensales volcados sobre sus platos. Segregué jugos. También sabía que tanto si ganaba como si no, tampoco cenaría esa noche, tal como corresponde a un escritor romántico. Cuando oí mi nombre, yo mismo levité hasta la tribuna delganador.

Más información

Allí mismo empezaba un año de agitación, entrevistas, viajes, conferencias y todo lo que sigue a un acontecimiento de este tipo. Tuve que explicar mi libro, mi vida, mi trabajo, mis orígenes y mis proyectos en distintos lugares de España y el extranjero. Tanto tuve que ha blar de la novela Cruzar el Da nubio que cuando la vi en una librería de Viena tuve la sensación de que no era nada mío.

La popularidad del premio generó anécdotas variadas. "¡Le he visto en la tele recibiendo el Nasal!", me dijo días más tarde mirándome a la nariz el tipo a quien le compro el fiambre en un supermercado de Madrid. Otros creían que además del Nasal había obtenido el Planeta. Y otros, aún más generosos, me otorgaron el Nacional de Literatura y hasta el Cervantes. ¿Cómo decepcionarles? Siempre he optado por dar Ias gracias y recomendarles la lectura de mi libro, que les colmará no sólo su asombro sino también las aspiraciones legítimas de mi editor, Andreu Teixidor, de- Destino.

El encuentro con lectores en ciudades donde cuidan la cultura -Vigo, Salamanca, Elda, entre otras- es lo que más satisfacción me ha producido. Hablar con ellos de literatura ha sido un estímulo para mi trabajo. He comprendido que el escritor, aun sabiéndose un hombre solo, nunca está realmente solo. Nunca va a ser abandonado.

Y ahora he vuelto a esta gran fiesta del Nadal a sentir la nostalgia de aquella noche de insomnio y ayuno. Sé que voy a cenar, que voy a aplaudir al ganador, que brindaré por su éxito y dormiré plácidamente sin temor a los críticos, a las ventas, a las envidias o a los rencores de los intransigentes. Sólo pienso en la obra aún por hacer.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Archivado En