Tribuna:PREMIO A UN DEFENSOR DE LA PAZ

La República irlandesa de las Letras

Desde el Libro de Kells, ese tesoro miniado del que cada día se pasa una página en la biblioteca del Trinity College de Dublín, la primera industria de Irlanda es la de la invención. Si no llevo mal la cuenta, Seamus Heaney, nacido en Derry (los ingleses se empeñan en llamarle Londonderry), en 1939, es el cuarto escritor irlandés en recibir el Nobel. Los otros fueron William Yeats, Bernard Shaw y Samuel Beckett. En realidad, los académicos suecos podrían ahorrarse las deliberaciones de cada año y darlo al albur entre los magníficos cientos de escritores irlandeses e incluso a cualquiera...

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Desde el Libro de Kells, ese tesoro miniado del que cada día se pasa una página en la biblioteca del Trinity College de Dublín, la primera industria de Irlanda es la de la invención. Si no llevo mal la cuenta, Seamus Heaney, nacido en Derry (los ingleses se empeñan en llamarle Londonderry), en 1939, es el cuarto escritor irlandés en recibir el Nobel. Los otros fueron William Yeats, Bernard Shaw y Samuel Beckett. En realidad, los académicos suecos podrían ahorrarse las deliberaciones de cada año y darlo al albur entre los magníficos cientos de escritores irlandeses e incluso a cualquiera de sus cantautores, empezando por Van Morrison.Creo que Irlanda es el único país del mundo donde los retratos de los escritores cuelgan en los pubs al lado de las estrellas de fútbol y donde un taxista puede hablar de poesía sin que lo expulsen del gremio. Hay temporadas en que en Dublín se representan más obras de teatro que en todas las capitales españolas juntas. Obras de autores contemporáneos, como Dancing at Lugnasa de Brian Fiel, llevan años en cartel. Hace años pude asistir a un recital del ahora galardonado Heaney. Llovía con fuerza,- pero el local de Saint Stephen's Green estaba tan abarrotado como si aquel bardo sonriente de pelo blanco fuera un mito del rock. Tengo la impresión también de que no hay ningún otro lugar donde los escritores estén tan vivos en el imaginario popular, rescatados de los nichos de los libros de texto. Es fácil que en una velada alguien te cuente, por ejemplo, la historia del buen Flann O'Brien, que llevaba siempre un guante puesto para cumplir la promesa a su madre agónica de que nunca más tocaría un vaso de cerveza o la de Le Fanu, autor de cuentos tan terroríficos que se murió de miedo escribiendo uno.

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Como buenos católicos de fondo panteísta, los irlandeses disfrutan con el pecado de la literatura. Los orígenes están asociados a los contadores de cuentos y a san Patricio no le quedó más remedio que recurrir a la metáfora del trébol para explicar lo que era la Santísima Trinidad. La lengua celta fue relegada por siglos de dominación inglesa,. pero los escritores irlandeses les devolvieron la pelota escribiendo el inglés mejor que ellos, como demostró James Joyce, al que no le dieron el Nobel por demasiado bueno.

Siempre se suelen hacer lecturas extraliterarias sobre las razones del premio. En el caso de de Seamus Heaney, nativo del Ulster y residente en la República de Irlanda, puede interpretarse que ha influido su posición ante el conflicto del Norte, tan firme en la defensa de los derechos humanos, como en el repudio de las vías violentas.

Pero, sobre todo, el autor de Norte o Puerta en la oscuridad es, en inglés e irlandés, un gran poeta, lo que Elías Canetti llamaba "un custodio de las palabras". Este hijo de campesinos ha dicho en ocasiones que soñaba con un alfabeto nacido de la tierra, como los frutales floridos, como la toponimia de su país, ese bello y misterioso romance. Slainte, ¡Seumus!

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