Leiro y Badiola rompen la escultura

Los dos artistas exponen en Madrid sus últimas piezas pensadas en Nueva York

Los artistas Francisco Leiro (Cambados, 1957) y Txomin Badiola (Bilbao, 1957) coinciden en Nueva York, donde residen desde comienzos de los noventa, y en la misma calle de Madrid donde exponen sus últimos trabajos, en las galerías Marlborough (Orfila, 5, hasta el 4 de noviembre) y Soledad Lorenzo (Orfila, 5, hasta el 21 de octubre). La renovación de la escultura española en los años ochenta señaló a Badiola y Leiro entre los nombres que avanzaban la nueva escultura vasca y gallega, que desde la ruptura con la tradición exploraban las últimas tendencias. Los dos opinan que el esquema ya no func...

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Los artistas Francisco Leiro (Cambados, 1957) y Txomin Badiola (Bilbao, 1957) coinciden en Nueva York, donde residen desde comienzos de los noventa, y en la misma calle de Madrid donde exponen sus últimos trabajos, en las galerías Marlborough (Orfila, 5, hasta el 4 de noviembre) y Soledad Lorenzo (Orfila, 5, hasta el 21 de octubre). La renovación de la escultura española en los años ochenta señaló a Badiola y Leiro entre los nombres que avanzaban la nueva escultura vasca y gallega, que desde la ruptura con la tradición exploraban las últimas tendencias. Los dos opinan que el esquema ya no funciona, tras afirmar sus raíces en la "selva multirracial" neoyorquina y aunque a veces sean tachados de contagio americano."La escultura vasca y gallega están agotadas", dice Txomin Badiola. "En los ochenta fueron etiquetas relativamente cómodas, que funcionaron incluso a pesar nuestro. En nuestro caso, nos encontrábamos en tierra de nadie, ya que era una escultura muy poco vasca y demasiado vasca en otros lugares. También eran diferentes: la vasca, con mayor carga teórica, en una posmodernidad vía Oteiza, y la gallega, más popular. Creo que no hemos cambiado profundamente, aunque la experiencia de los ochenta y Nueva York significan la libertad total. A veces es frustrante que nos echen en cara haber sido demasiado gallego o vasco y ahora americanizados".

Para Badiola, el proceso "es irreversible", al manifestarse la escultura en un espacio real. "Nuestra realidad está cruzada de objetos, ideas, información; todo está más contaminado y es imposible pensar en una escultura autónoma. Eso lo vivimos profundamente, y la aportación de Leiro es que sigue fiel a su tradición, pero con una estatuaria distinta".

Francisco Leiro dice que ha planteado una exposición made in Spain, con grandes piezas en madera y poliéster hechas en Galicia a partir de dibujos y maquetas realizadas en Nueva York, donde vive gran parte del año desde 1988. "Soy viajero, pero como un paraguero de Orense que lleva consigo sus materiales y lo mismo puede estar en Nueva York que en Cochinchina. Cuando marché a Estados Unidos tampoco fui buscando nada especial y lo que ha hecho es fortalecerme a mí mismo en esa especie de selva multirracial".

El escultor gallego señala que desde finales de los ochenta su trabajo ha sufrido un "proceso de metamorfosis" donde la figura humana pasa de aparecer envuelta en un caparazón a dejar de ser muda, con una vuelta a la expresividad de la anatomía. En esa metamorfosis continua, su escultura aparece "más dramática, espectacular o poética, pero sin producirse una ruptura traumática".Lo, que sí cambia es la presentación de la escultura y los materiales. Badiola ha dejado la geometría del hierro para buscar espacios escenográficos de madera, y Leiro combina sus figuras monumentales de madera y poliéster con duendes de fibra de vidrio y resina epoxy.

Badiola ha reunido cuatro piezas-instalación, realizadas en Nueva York -cada una cuesta cerca de cuatro millones-, que se han convertido en Cuatro historias de mentira y agitación, con construcciones de madera, cuerdas, sillas, fotografías, vídeo. "En el proceso de trabajo la escultura no me sirve como objeto y necesitaba que respondiera a la realidad cotidiana, con lenguajes mezclados que dan una información fragmentaria y abierta. En piezas de hace dos años utilizaba el mundo de la arquitectura, del diseño, la información, pero tenía la necesidad de incluir personas reales, como lo hace el cine. Utilizo de manera artificial a persona sometidas a historias artificiales. Las piezas son el resultado de su interacción con personas y situaciones reales".

El título de la exposición responde, según el artista, al artificio y representación, junto con unas imágenes agitadas que pueden parecer violentas, de una violencia de telefilme o telenovela, como ingrediente ideológico "que los vascos arrastramos desde Oteiza, en el sentido de que el arte sirva para algo más". El artista explora las posibilidades entre las construcciones y las personas: "Montar un decorado y pensar historias". "En las últimas piezas la relación entre la imagen y lo constructivo es más densa y tramada".

Lampreas, ninfas, parásitos, duendes, relicarios, están en el mundo acuático de Miño de Leiro, con nueve piezas monumentales -alguna cuesta tres millones y otras -seis-, realizadas este año en Galicia, salvo tres presentadas hace dos años en el Salón de los 16. "Las obras son más narrativas que nunca. Utilizo una especie de ortopedia alrededor de la propia figura, que son los elementos narrativos, dando importancia al propio lenguaje de los materiales diversos. En lugar de tallar un pano pongo el mismo paño, como ponían pelo real a los santos. No invento nada. Me gusta incorporar como un chillido que rechine un poco, como esa lamprea de plástico en Ninfa do Miño, en una tradición de los relicarios cristianos".

La escala, para Leiro, "es algo irreal" y pone como ejemplo su creencia sobre las dimensiones de la torre Eiffel, de 12 por 5 centímetros, las mismas que la tarjeta postal con su imagen. "La escala a veces es como el zoom ". El artista se opone a esa %magen parada" de la es cultura, tratada a veces con el mismo "histerismo" de la situación milimétrica de los objetos cotidianos. "En la anterior exposición se dijo que su presentación era un caos, pero me aburre muchísimo pensar en una es cultura atornillada o pegada".

La instalación de Badiola requiere al espectador, "para encontrar su significado y agrupar los fragmentos". "Me interesan estas historias que son mentira y se convierten en verdaderas cuando cada uno se construye la ,suya". En la galería de al lado, Leiro -"no soy teórico"- in tenta definir la ironía de sus obras: "Es como una burla de sí mismo".

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