42 FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN

La sección oficial concluye sin claros favoritos

Imanol Uribe, Gonzalo Suárez y William Hurt entran en la quiniela de los premios

No hubo milagro. San Sebastián 94 clausuró ayer su competición oficial sin que, como sí ocurriera el pasado año con Principio y fin y el anterior con Un lugar en el mundo, una película logre alzarse como clara favorita en los pronósticos. Si hemos de creer en los de la crítica especializada, las mejor situadas para alzarse con los premios principales, la Concha de Oro, la de Plata y el premio especial del Jurado, son la china Pólvora roja, pólvora verde, de He Ping; las españolas Días contados, de Imanol Uribe, y El detective y la muerte, de Gonzalo Suárez, así como la canadiense Mi amiga Max,...

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No hubo milagro. San Sebastián 94 clausuró ayer su competición oficial sin que, como sí ocurriera el pasado año con Principio y fin y el anterior con Un lugar en el mundo, una película logre alzarse como clara favorita en los pronósticos. Si hemos de creer en los de la crítica especializada, las mejor situadas para alzarse con los premios principales, la Concha de Oro, la de Plata y el premio especial del Jurado, son la china Pólvora roja, pólvora verde, de He Ping; las españolas Días contados, de Imanol Uribe, y El detective y la muerte, de Gonzalo Suárez, así como la canadiense Mi amiga Max, de Michel Brualt.

Pero los premios, es sabido, no los concede la crítica, sino el jurado oficial, y el de este año es, como casi todos, imprevisible y plural. De ahí que no debe extrañar que un filme como Second best, del británico Chris Menges, el último en ser presentado, cuente en los pronósticos, a pesar de su tramposo dramatismo trasnochado.Second best (El suplente) es el tercer filme del antiguo y muy prestigioso director de fotografía Chris Menges, cuyo debú en la realización, con Un mundo aparte, causara sensación hace ahora siete años. El filme, interpretado en sus papeles principales por William Hurt y el niño Chris Cleary Miles, cuenta la historia de un chico huérfano de madre y con un padre recluso, que espera en una institución para menores conflictivos que alguien lo adopte. Ese alguien será justamente Hurt, un hombre apocado y con una deficiente educación afectiva que lo ha hecho introvertido, tímido y reservado. El filme se centra por completo en estos dos personajes, en los vaivenes de su difícil relación, esporádicamente puntuados por súbitos, terribles ataques de violencia del niño.

El filme cuenta con una gran baza a su favor, la interpretación de William Hurt, soberbio en su cuidadosa creación de un personaje sin muchas posibilidades de lucimiento, y con una ingente cantidad de elementos en contra. El principal es su impúdica búsqueda de la lágrima fácil, que le lleva a cargar las tintas en cada una de las fases de su desarrollo: suicidio, muerte, desolación y celos; desamparo y hasta el sida se asoman sin pudor en este cóctel truculento, que tal vez hubiese sido una buena película sin cargar las tintas. Sobre todo porque no ya sólo Hurt, sino todos los actores están plenamente convincentes, a pesar incluso de que en algunos casos, como el del joven coprotagonista, su personaje bordee continuamente los límites de lo creíble.

Parece difícil que Hurt pierda el premio a la mejor interpretación masculina, si no es porque el jurado opte por galardonar a actores jóvenes y seguramente más necesitados de la Concha donostiarra que el consagrado actor estadounidense (en ese caso, la elección estaría entre Carmelo Gómez y Javier Bardem, que comparten cartel en las dos películas españolas a concurso).

Aunque quien seguramente nada tendrá que esperar de este apartado sea el esforzado protagonista alcohólico de Coeur fragile, filme kazajo-francés de Ermek Shinarbaev, el segundo a competición ayer. Cuenta la historia del último amor de una otoñal ex actriz y profesora de ballet, a quien persigue un joven conflictivo que bien podría ser su hijo. Es de suponer que la pretensión del *filme es la de hacer emotivo el duro recorrido amoroso de ambos, que va del rechazo a la aceptación. Pero lo cierto es que la película es sólo un cortometraje hinchado.

Si el jurado que concede las Conchas, los premios más populares de cuantos se entregan cada año en Donostia, tendrá problemas, tampoco podrán ahorrárselos los miembros del que tiene que dilucidar el sustancioso premio Euskal Media, 40 millones de pesetas para el productor y el director de la mejor ópera prima del festival. La falta de riesgo formal y la escasa voluntad de estilo han sido constantes en las películas que podían optar a este premio, de manera que el pronóstico también resulta aquí difícil. En todo caso, una de las últimas películas proyectadas en este apartado, la mexicana Hasta morir, del debutante Fernando Sariñana, bien podría optar a la recompensa.

Hasta morir es un vigoroso retrato generacional, un Filme entre la crónica de urgencia, el retrato marginal y el filme noir, narrado con inusitado buen pulso dramático. Cuenta la historia de una relación traicionada, la que establecen dos jóvenes que viven entre los arrabales de Ciudad de México y los guetos chicanos de Los Angeles. La comisión de un delito y la trágica muerte de un policía a manos de uno de ellos llevará progresivamente a la revelación de una gran mentira, que el espectador conoce, y a la muerte. A pesar de su excelente factura, que le hizo ganar por aclamación el primer premio del festival mexicano de Guadalajara, lo cierto es que el filme puede resultar de difícil comprensión para un espectador hispano; no en vano una gran parte del realismo que transmiten sus imágenes proviene del empleo constante de términos de argot rigurosamente incomprensibles: por una vez, y sin que sirva de precedente, habría que pedir para él el beneficio de los subtítulos, aunque se trate de un filme hispanohablante.

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