42 FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN

La decepción del patriarca Mrinal Sen

La segunda película a competición en la jornada de ayer era Antareen (El confinado) de Mrinal Sen, el patriarca -por edad, ya que nació en 1923; pero también por su impecable trayectoria artística- del prolífico cine producido en la India. El de Sen es virtualmente desconocido en España, si se exceptúa un miniciclo que TVE le dedicó hace algún tiempo, y salvo en algún festival, resulta casi imposible el acceso a su cine, que ha conocido varias etapas desde su inicial realismo, deudor del cine del gran Satyajit Ray, hasta la tentación intimista que de cuando en cuando recorre su obra. Es...

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La segunda película a competición en la jornada de ayer era Antareen (El confinado) de Mrinal Sen, el patriarca -por edad, ya que nació en 1923; pero también por su impecable trayectoria artística- del prolífico cine producido en la India. El de Sen es virtualmente desconocido en España, si se exceptúa un miniciclo que TVE le dedicó hace algún tiempo, y salvo en algún festival, resulta casi imposible el acceso a su cine, que ha conocido varias etapas desde su inicial realismo, deudor del cine del gran Satyajit Ray, hasta la tentación intimista que de cuando en cuando recorre su obra. Este cronista recuerda el pase, en Valladolid, de Ghandar (Las ruinas), uno de sus más emocionantes filmes de cámara.Antareen, que tiene su punto de partida en un relato de Sadat Hasan Manto, inspirado a su vez en otro de Rabindranath Tagore, se demostró a la postre un filme decepcionante. Su punto de partida era interesante: la larga y casual intimidad telefónica que establece por azar una mujer con un desconocido. Ella ha sido abandonada por su marido mientras el desconocido, escritor, está de vacaciones en el desvencijado palacio de un amigo. Ambos están solos, y con el hilo director de la narración que proporciona Tagore,, intentarán una comunicación que se demuestra no ya dificil, sino condenada al fracaso.

Sin avance

Con elementos al fin y al cabo parecidos, Jean Cocteau -y Roberto Rossellini- hizo La voz humana, ese monólogo telefónico genial que es un perfecto ejemplo de imparable avance dramático. Nada de esto ocurre aquí: los dos personajes principales se quedan virtualmente donde estaban en el comienzo, los diálogos aportan muy poco información al espectador (unido a unos subtítulos atroces en su presentación en el festival y al desconcimiento del cuento de Tagore), de forma que la atención se diluye en proporción directa al anquilosamiento de la trama.

En otro orden de cosas, también ayer se proyectó a concurso para la mejor ópera prima él filme alemán Verhügnis de Fred Kelemen, guionista, director y montador. Es una pelicula extraña, en ocasiones hipnóticamente atractiva, que narra episodios de la vida marginal, en una ciudad que se parece vagamente a Berlín, de unos cuantos seres que sólo tienen en común su origen no alemán. Es un filme de una dureza considerable, a la que ayuda una imagen áspera y poco nítida, pero en consonancia con las fantasmales vidas que muestra. Es dificil, pero arriesgado y respetable: si el jurado se demuestra rupturista, bien podría, optar al premio final.

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