Un olvido interesado

Películas sobre las Brigadas Internacionales hay muy pocas. Durante la guerra civil española americanos, rusos, franceses, italianos y alemanes dieron su versión del conflicto. Para unos era la última guerra romántica, para otros la primera victoria sobre el comunismo. Documentales y ficción se entremezclan, como se mezclaban ambas categorías en L'Espoir (1938), de André Malraux.Cuando la guerra civil acabó, empezó la mundial y el haber estado en España pasó a formar parte del patrimonio mítico de los luchadores de la libertad. Los hubo escépticos y desengañados, como el Hump...

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Películas sobre las Brigadas Internacionales hay muy pocas. Durante la guerra civil española americanos, rusos, franceses, italianos y alemanes dieron su versión del conflicto. Para unos era la última guerra romántica, para otros la primera victoria sobre el comunismo. Documentales y ficción se entremezclan, como se mezclaban ambas categorías en L'Espoir (1938), de André Malraux.Cuando la guerra civil acabó, empezó la mundial y el haber estado en España pasó a formar parte del patrimonio mítico de los luchadores de la libertad. Los hubo escépticos y desengañados, como el Humphrey Bogart de Casablanca, pero tampoco faltaron los despistados, como Gary Cooper en Por quién doblan las campanas, o los entusiastas, ya que Hollywood también propuso la imagen de los brigadistas como pimpinelas escarlatas del siglo XX.

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Cuando los aliados acabaron con el Eje, los brigadistas se convirtieron en pasado incómodo. La guerra fría hizo de Franco un aliado y en la Unión Soviética todos pasaron a ser sospechosos de trostkismo.

El polaco Andrej Wajda, en 1956, en Cenizas y diamantes, evocaba la guerra de España y Szczuka y Podgorski, dos de los personajes, rememoran la guerra en Albacete y la cabezonería del vino de Valdepeñas.

Obviamente, en la versión estrenada en España, el diálogo se volatilizó.

Jaime Camimo fue el primer director español lo bastante insensato como para intentar referirse a los brigadistas como otra cosa que asesinos a sueldo de Moscú.

En 1967 su España otra vez, escrito en colaboración con un americano que había estado en la Brigada Lincoln, topó con la censura que, entre otras cosas, le prohibió mostrar el monumento a la Victoria y decir que se trataba de eso, de un monumento a la victoria; que un personaje dijese que "lo pasé mal después de la guerra. La verdad es que todos lo pasamos un poco mal" o que la expresión "Brigadas Internacionales" fuese pronunciada en el filme. Son sólo tres prohibiciones entre otras muchas.

El documentalista francés Frederic Rossif, en Mourir a Madrid (1969), dió la versión oficialmente canónica y definitiva sobre la guerra y consagró unas emocionadas secuencias a las Brigadas. El propio Camino, ya muerto Franco, también les rindió homenaje en La vieja memoria.

Hay otros muchos títulos, de ficción o no, en los que aparecen las Brigadas pero ya nunca han vuelto a ser protagonistas. El esfuerzo del director británico Ken Loach en un país de amnésicos puede que llegue demasiado tarde.

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