Más triste

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Salman Rushdie no se mostró ayer en Estrasburgo con la misma desenvoltura que cuando paseaba alegremente, el pasado septiembre, por las calles de Santiago de Compostela, donde participó en un congreso del Pen Club.Más triste, más gordo, vestido casi con descuido, sin asomo de la ironía y el humor de los que habitualmente hace gala. Tampoco es el que recorría Praga en un tranvía, ni el que vimos en El Escorial en el verano del 92.

Algo ha cambiado. El atentado a su editor noruego, tan próximo, le ha afectado profundamente, y todo indica que también a sus medidas de seguridad.

A primeras horas de la tarde de ayer la plaza Kleber, donde se halla el teatro L'Aubette, que acoge las reuniones del Carrefour des Littératures, fue tomada ayer por las fuerzas del orden y también las calles adyacentes. Tres guardaespaldas le rodeaban permanentemente sin separarse de él ni un milímetro y otros tantos, así como policías locales de paisano, estaban desplegados por toda la sala.

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Cuando sus herméticos acompañantes pusieron fin a la conferencia de prensa, el escritor angloindio se inclinó ante escritores y periodistas: "Gracias por acogerme, gracias por escucharme. Espero volver el año próximo... sin policías ni guardaespaldas".

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