Llega la 'narcomúsica'

Canciones populares convierten en héroes a los traficantes de drogas en Latinoamérica

Las crónicas del narcotráfico, que durante la última década han saturado las páginas judiciales de los diarios colombianos y que se acumulan en millones de folios de los juzgados de todo el país, son ahora objeto de canciones; en su mayoría se trata de composiciones con ritmo de música norteña que evocan los corridos mexicanos, pero también hay varias de salsa o de la típica música rural andina conocida como de guasca o carrilera, de esa que se escucha en las fondas a la orilla del camino.Algunas canciones como El fugitivo, que canta la huida de Pablo Escobar de la cárcel La Cate...

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Las crónicas del narcotráfico, que durante la última década han saturado las páginas judiciales de los diarios colombianos y que se acumulan en millones de folios de los juzgados de todo el país, son ahora objeto de canciones; en su mayoría se trata de composiciones con ritmo de música norteña que evocan los corridos mexicanos, pero también hay varias de salsa o de la típica música rural andina conocida como de guasca o carrilera, de esa que se escucha en las fondas a la orilla del camino.Algunas canciones como El fugitivo, que canta la huida de Pablo Escobar de la cárcel La Catedral, en julio de 1992, se encuentran en versión de corrido y de cumbia. "Disfrazado de guardián el hombre emprendió la huida. / ¿Qué sabe usted de la coca?, le iban a preguntar. / Él conocía las claves secretas de la prisión, / siempre manejó las llaves de puertas y de portón", dicen los estribillos del tema.

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Son pequeños discos de 45 revoluciones que circulan de mano en mano en una especie de ritual clandestino, en los que se intenta inmortalizar a los héroes de la cocaína, se recrean episodios de la guerra al narcoterrorismo y vendettas entre los carteles de Medellín y Cali.

Se trata de una producción musical marginal, porque está por fuera de los circuitos comerciales de las grandes compañías de discos, aunque alguna se haya colado en discos de gran tirada, como La banda del carro rojo, que mantiene el título de una canción mexicana que popularizó el grupo Los Tigres del Norte, de Chihuahua, y que en la versión colombiana, del grupo Los Vecinos, es un detallado relato de un operativo policial: "Decían que venían de Cali en un carro colorado. / Había cien kilos de coca para Nueva York y Chicago. / De los siete que murieron sólo las cruces quedaron. / Cuatro eran del carro rojo, los otros tres del Gobierno".

Machos triunfadores

Los discos son apenas una de las manifestaciones de cómo el narcotráfico y los capos de la Mafia tienen ya un lugar en el imaginario popular colombiano, que ve en ellos a los plebeyos triunfadores, machos arriesgados y valientes magnánimos con los pobres.A ellos cantan, no sólo en discos, sino en presentaciones privadas, algunos grupos de origen modesto que gracias a los jugosos pagos que reciben por su exclusividad y discreción se colocan entre los más cotizados. Actúan en lujosas y escondidas casas de campo, cualquier día y a cualquier hora, según el capricho del patrón, que no necesariamente es uno de los grandes jefes conocidos "porque cada vez surgen nuevos" a causa de la persecución y la huida de Pablo Escobar, según relató al telediario QAP, uno de los miembros de Los Sheriff del Norte. Por cada actuación cobran entre 2.000 y 5.000 dólares, según la duración y también el ánimo del patrón.

Los Sheriff surgieron en la localidad de Pacho, en el central departamento de Cundinamarca, tierra de Gonzalo Rodríguez Gacha, alias El Mexicano, jefe militar del cartel de Medellín y segundo de Pablo Escobar hasta su muerte en un cerco policial, en diciembre de 1990. "Gonzalo Rodríguez Gacha, hijo de pobres nacido, / llegó a tener tanta plata cuanto él sufrió por castigo", dice el coro de un corrido que ya muchos repiten por esa región, donde se le rinde culto a quien llegó a tener mil hombres a su mando; su arrojo con las armas, su pasión por los caballos pura sangre y sus conquistas amorosas son vertidas en letras que sus paisanos envían a Los Sheriff del Norte para que las musicalicen y difundan.

También desde la cárcel llegan muchas letras desgarradas que se convierten en éxitos de ferias ganaderas en los pueblos, uno de los escenarios donde más se escucha la narcomúsica.

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