Crítica:

Una empanada Wittgenstein

La obra de Ángeles Marco (nacida en Valencia en el año 1947) es el resultado de la mezcla de ciertas ideas filosóficas -en especial las de Jacques Derrida, pero también las de Wingenstein-, de una fascinación inocente y nada cuestionadora por unas formas y materiales determinados -como son el rectángulo, el texto y el hierro-, y de la obra de Joseph Kosuth y otros pioneros del arte conceptual.En cualquier caso, y aun aceptando la indudable seriedad de esta artista y la evidente honestidad de sus intentos de investigación, recuerdo pocas exposiciones recientes que resulten tan aburridas y tan d...

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La obra de Ángeles Marco (nacida en Valencia en el año 1947) es el resultado de la mezcla de ciertas ideas filosóficas -en especial las de Jacques Derrida, pero también las de Wingenstein-, de una fascinación inocente y nada cuestionadora por unas formas y materiales determinados -como son el rectángulo, el texto y el hierro-, y de la obra de Joseph Kosuth y otros pioneros del arte conceptual.En cualquier caso, y aun aceptando la indudable seriedad de esta artista y la evidente honestidad de sus intentos de investigación, recuerdo pocas exposiciones recientes que resulten tan aburridas y tan deprimentes. Nada hay en ella que nos convierta en cómplices de esta escultora, cuya obra parece comenzar y acabar en el mismo sitio: su propio e intransferible intelecto privado.

Ángeles Marco

Galería Carles Taché. Consejo de Ciento, 290. Barcelona.Hasta finales de marzo.

La muestra está dividida en tres partes. La primera se compone de una docena de obras, en las que, sobre unas construcciones de hierro de mediano tamaño, se nos presentan, con una variedad algo reprimida, una serie de negativos fotográficos con retazos de textos filosóficos sobre el ente y el suplemento.

A continuación, y en el espacio central de la galería que acoge la muestra, hay otra serie, menor en ejemplos y en tamaño, que le sirve a Ángeles Marco para extasiarse con el significado del verbo "ser", con las cualidades plásticas de los altavoces, y para introducirnos en la instalación de la sala final.

Habla y escritura

Esta última zona de la exposición, hay que reconocer que es lo más interesante nos ofrece, desde un punto de vista plástico. Consiste en dos vigas de hierro paralelas, tensadas de pared a pared y situadas por encima de la altura de nuestras cabezas. Sobre estas vigas paralelas descansa un magnetófono que reproduce, a modo de letanía, las risas y la voz de la propia Ángeles Marco enunciando fragmentos de frases similares a los textos impresos en los negativos de la primera de las series citadas.Hace ya varios años que esta escultora se interesa por la estructura originada por la relación entre el habla y la escritura: lo que Jacques Derrida llama suplemento. Estas cuestiones le interesan, presumiblemente, para explorar o para discutir conceptos como la imposibilidad de acceder a la totalidad, las ambigüedades del lenguaje, el fracaso de toda búsqueda de explicaciones absolutas y, finalmente, las tensiones y los conflictos inherentes a todo intento de elucidación de la verdad.

Nada malo hay en todo ello, pero pido disculpas si prefiero, citando una idea de VIadímir Nabókov, el detalle específico a la generalización, la imagen a la idea, el hecho oscuro al símbolo claro y el fruto silvestre a la confitura sintética.

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