Crítica:TEATRO

Viejo y gran payaso

Un excelente payaso. Sin la amargura desesperada de los de Shakespeare, sin la tristeza de Dickens: anecdótico, imitador, teatrero.El corpachón, de 71 años, tiene la capacidad suficiente para evocar con un solo gesto otras personas; y la voz. Con un mínimo de movimientos. Pasan por escena Alec Guiness, Hitler, un caballo, la reina Mary y su amistad personal con la ginebra; toda una ópera de Mozart, con sus voces y sus músicos, o un oratorio de Bach. Se les ve: se ve y se oye a Charles Laughton, a John Guielgud.

Su discurso, que se dice improvisado -aunque da la sensación de que lo tiene...

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Un excelente payaso. Sin la amargura desesperada de los de Shakespeare, sin la tristeza de Dickens: anecdótico, imitador, teatrero.El corpachón, de 71 años, tiene la capacidad suficiente para evocar con un solo gesto otras personas; y la voz. Con un mínimo de movimientos. Pasan por escena Alec Guiness, Hitler, un caballo, la reina Mary y su amistad personal con la ginebra; toda una ópera de Mozart, con sus voces y sus músicos, o un oratorio de Bach. Se les ve: se ve y se oye a Charles Laughton, a John Guielgud.

Su discurso, que se dice improvisado -aunque da la sensación de que lo tiene perfectamente ensayado-, empieza por unas relaciones autobiográficas y unos recuerdos de personajes de su vida, dentro de lo que solemos llamar humor inglés; termina más de imitador de variedades o de televisión. No sin una invocación un poco más honda a los niños: es el eterno presentador de los festivales de la Unicef, por vocación hacia la infancia desvalida. Todo con muy buena calidad.

Una noche con Peter Ustinov

Texto, interpretación y dirección de Peter UstInov. Ciclo inglés del Festival de Otoño de 1992. Teatro Albéniz. Madrid, 25 de septiembre.

El público: feliz de cuánto entendía -el discurso está preparado para públicos extranjeros: su entonación es prodigiosamente clara- y gozoso de esta teatralidad derrochada, le aclamó -digamos que largo tiempo- y coreó el grito de."Torero, torero", que debió parecer a Peter Ustinov absolutamente inadecuado; o imitó muy bien el asombro.

Se debió principalmente en que, al final, Ustinov habló en español y produjo una interpretación, no muy afortunada para Madrid, de un cantaor de flamenco.

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