Tribuna:

Gracias, chaval

David Byrne es un músico con mayúsculas, porque sólo los músicos con mayúsculas tienen la capacidad y la posibilidad de sorprender con naturalidad. En Madrid, la sorpresa corrió de boca a boca a última hora de la tarde: Byrne -de paso para promocionar su último disco y para anunciar que en junio actuará en España con su grupo-, iba a dar un pequeño recital en una pequeña sala. Y a Morocco acudieron los enteradillos -el clan de los almodóvares, músicos de Radio Futura y los Ronaldos, Christina Rosenvinge, periodistas...- a ver que pasaba. Y lo que tenía que pasar, pasó.Con dos guitarras -acústi...

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David Byrne es un músico con mayúsculas, porque sólo los músicos con mayúsculas tienen la capacidad y la posibilidad de sorprender con naturalidad. En Madrid, la sorpresa corrió de boca a boca a última hora de la tarde: Byrne -de paso para promocionar su último disco y para anunciar que en junio actuará en España con su grupo-, iba a dar un pequeño recital en una pequeña sala. Y a Morocco acudieron los enteradillos -el clan de los almodóvares, músicos de Radio Futura y los Ronaldos, Christina Rosenvinge, periodistas...- a ver que pasaba. Y lo que tenía que pasar, pasó.Con dos guitarras -acústica y española- y una pequeña caja de ritmos, David Byrne confirmó que es un músico con mayúsculas por sorprendente y natural. El hombre que revolucionó con talento el panorama del pop neoyorquino en los 70 y 80 con Talking Heads; el que ha tenido la osadía de apostar por músicas lejanas, especialmente brasileña y cubana; el que ha arriesgado su prestigio ante los conservadores norteamericanos publicando una recopilación de Silvio Rodríguez; el que ha puesto en la picota su carrera al jugar con el sinfonismo en The forest, volvió a demostrar en Madrid esa frescura y esa pasión por la música que tienen muy pocos. Sólo los artistas de riesgo.

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"Voy a cantar canciones nuevas, de Talking Heads y algunas que todavía no están terminadas", dijo Byrne al comenzar su actuación. Y las cantó con una alegría que daba gusto. Una hora estuvo en el escenario, brincando, desgañitándose, sudando y equivocándose. También interpretó algún tema tradicional antes de finalizar con tres bises y una versión de Neil Young. Y los pocos enteradillos que tuvieron la suerte de asistir, no pensaron en el currículo de Byrne, ni en su timidez, ni en sus 40 años. Se limitaron a decir por lo bajini: "Gracias, chaval".

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