EE UU y Europa, no tan de acuerdo

La conferencia internacional sobre la ayuda a la Unión Soviética propuesta la pasada semana por el secretario de Estado norteamericano, James Baker, se ha convertido en un tema de polémica entre Europa y Estados Unidos, que se disputan el protagonismo en la misión de librar a la población soviética de la amenaza del hambre y el caos. La polémica revela, por primera vez, intereses divergentes entre los viejos aliados sobre el modelo de relación con las nuevas repúblicas.En Washington se recibió sin comentarios y sin síntomas de preocupación la respuesta del presidente francés, François Mitterra...

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La conferencia internacional sobre la ayuda a la Unión Soviética propuesta la pasada semana por el secretario de Estado norteamericano, James Baker, se ha convertido en un tema de polémica entre Europa y Estados Unidos, que se disputan el protagonismo en la misión de librar a la población soviética de la amenaza del hambre y el caos. La polémica revela, por primera vez, intereses divergentes entre los viejos aliados sobre el modelo de relación con las nuevas repúblicas.En Washington se recibió sin comentarios y sin síntomas de preocupación la respuesta del presidente francés, François Mitterrand, a la propuesta de Baker. "Nuestra intención no es tomar protagonismo, sino facilitar la coordinación para hacer que la ayuda sea más racional", manifestó un portavoz del Departamento de Estado.

Mitterrand declaró el domingo que los países europeos no necesitan cruzar el Atlántico para organizar la ayuda a la URSS. "Desde Europa nosotros podemos ver mejor lo que ocurre al otro lado de la puerta que si nos vamos a 5.000 kilómetros de distancia", dijo.

Marlin Fitzwater, el portavoz presidencial, indicó ayer que Mitterrand ya había adelantado el propio domingo a George Bush las opiniones que mantiene en público, pero, aseguró Fitwater, ello no será óbice para que se celebre la reunión, probablemente a nivel ministerial, que ve como un éxito.

La posición francesa coincide con la opinión de otros países, España incluida, de que Europa está ayudando más a la URSS de lo que lo hace EE UU, y que, por tanto, no es justo que ahora Washington quiera asumir el papel de liderazgo en esa misión.

En Washington se opina de otra manera. De la base de Andrews salió el sábado el primer avión cargado de alimentos y medicinas para los soviéticos. Ese cargamento forma parte de los 100 millones de dólares aprobados por el Congreso para ayuda de emergencia a las repúblicas más necesitadas.

En un año, desde diciembre de 1990, el Gobierno norteamericano ha aprobado más de 4.000 millones de dólares en distintas formas de ayuda a la URSS. Hace un año fue aprobado un primer crédito de 1.000 millones de dólares a la URSS para la compra de cereales. Cuatro meses después, el presidente Mijaíl Gorbachov solicitó un nuevo crédito de 1.500 millones de dólares, que también fue aceptado por la Administración norteamericana. En octubre, Mijaíl Gorbachov hizo una nueva solicitud por la misma cantidad, aunque sólo se le concedieron 1.250 millones.

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En total, son 3.750 millones de dólares en garantías crediticias para la compra de granos en mercados no norteamericanos. En esos créditos, Estados Unidos asume la cobertura del 100% del principal y de una parte sustancial de los intereses.

Estas ayudas norteamericanas no son caridad, como dijo el secretario Baker la pasada semana, sino otra forma de defensa de los intereses norteamericanos. La novedad es que esos intereses parecen entrar en competencia con los de la Comunidad Europea.

Los países europeos, más preocupados por la emigración que puede llegar de la antigua URSS, son más partidarios de la ayuda de emergencia. EE UU, más preocupado por el armamento nuclear, busca una forma de relacionar la ayuda con el desmantelamiento de los misiles.

Todo esto se produce en un escenario mundial nuevo, caracterizado por la intención europea de buscar mayor independencia respecto a EE UU, mientras que el propósito de Washington es reafirmar su liderazgo mundial.

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