Crítica:CLÁSICA

La zarzuela en su justa medida

Con sencillez, sin grandilocuencia, se ha puesto en marcha la octava edición del Festival de Otoño, que patrocina la Comunidad de Madrid. Cuando Henry Purcell comenzó en 1683 la tradición inglesa de odias a santa Cecilia, las primeras palabras del texto de C. Fishburn que utilizó eran: "Bienvenidos a todos los placeres". Una sensación parecida debió percibir el poco habitual público de Leganés que abarrotaba hasta el último rincón la iglesia de El Salvador.El respeto, el entusiasmo, fueron ejemplares. Los músicos ingleses de The King's Consort, dirigidos por Robert King (la oda londinen...

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Con sencillez, sin grandilocuencia, se ha puesto en marcha la octava edición del Festival de Otoño, que patrocina la Comunidad de Madrid. Cuando Henry Purcell comenzó en 1683 la tradición inglesa de odias a santa Cecilia, las primeras palabras del texto de C. Fishburn que utilizó eran: "Bienvenidos a todos los placeres". Una sensación parecida debió percibir el poco habitual público de Leganés que abarrotaba hasta el último rincón la iglesia de El Salvador.El respeto, el entusiasmo, fueron ejemplares. Los músicos ingleses de The King's Consort, dirigidos por Robert King (la oda londinense a santa Cecilia en 1690 tuvo por autor a otro Robert King), así lo comprendieron y tocaron con calor.

Oda a santa Cecilia

De Haendel. Inauguración del Festival de Otoño. The King's Consort. Leganés. 27 de septiembre.La del manojo de rosas De Sorozábal. Teatro de la Zarzuela, 28 de septiembre.

El grupo utiliza instrumentos de época y es homogéneo en todas sus secciones, riguroso. La comunicación con el público puso el resto. Estábamos en las antípodas del reciente recital del tenor canario Alfredo Kraus en Trujillo, retransmitido por televisión.

Como en casa

Allí, la falta de sintonía entre el escenario y la plaza propició que hasta uno de los tenores más seguros tuviese una actuación desconcentrada. En Leganés, The King's Consort se sintieron como en casa. Haendel sonó con intimidad y, a la vez, con esplendor. El chispazo de la emoción saltó.También saltó en el teatro de la Zarzuela de Madrid, sobre todo después del, desalojo por amenaza de bomba que mantuvo la función interrumpida durante tres cuartos de hora. Él público que se incorporó (algo más de la mitad) mantuvo la serenidad, pero estaba hipersensible.

Por ello fue oportuna la observación de José Luis Morata, director adjunto del teatro, cuando advirtió que al comienzo del segundo acto estallaba un petardo en la escena. Hubo risas: el público y los artistas se relajaron.

La zarzuela de Pablo Sorozábal La del manojo de rosas va a ser esta temporada uno de los escaparates oficiales de la música española en Europa. Se va a representar en el teatro de la ópera de Roma y en el Odeón de París. El espectáculo funciona estupendamente; otra historia es si es lo más representativo como embajada cultural.

Emilio Sagi ha perfeccionado la dirección escénica respecto al montaje original presentado el pasado año. Es brillante la continuidad entre las diferentes situaciones, la atención a los detalles secundarios. El casticismo se adorna con elementos de comedia musical; el movimiento es fluido. Hay humor y se acentúa a veces el carácter danzable del pasodoble o la mazurca. La escenografía es adecuada para resaltar el clima de sainete, de comedia costumbrista de la pieza de Sorozábal; la coreografía introduce un distanciamiento irónico, da movilidad y dinamismo. Lo garboso se complementa con lo marchoso.

En lo musical se alternan dos repartos con Guadalupe Sánchez y Milagros Martín como cabeceras de cartel. Carlos Álvarez y Manuel Lanza, dos barítonos jóvenes en gran forma, les dan adecuada réplica.

El popular humorista Raúl Sénder y la pareja Enrique R. del Portal-Victoria Manso mantienen sin altibajos la comicidad de la obra. Todos los intérpretes están magníficamente arropados por la Orquesta Sinfónica de Madrid, agrupación dirigida por Miguel Roa, que sonó con gran pulcritud en la diferenciación de planos, dinámicas, equilibrio entre familias sonoras y hasta gracejo.

Los valores reales de la zarzuela, positivos y negativos, quedan así en su justa medida.

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