Empieza el espectáculo

Antes de que los fotógrafos saludaran con descargas cerradas de flashes el ascenso calculado, ritual, de los famosos en las escalinatas del teatro Victoria Eugenia, antes de que el Coro Easo cantara a Sorozábal en la gala inaugural y estallaran los fuegos artificiales, el Festival de San Sebastián había iniciado ya su andadura en la calle. Miles de personas fueron ayer al cine, llenaron las salas en las que se exhiben los ciclos paralelos a la sección oficial y dieron por inaugurado el espectáculo, mucho antes de que Cid Charisse, August Coppola, Matt Dillon, Mathew Broderick y otros cineastas...

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Antes de que los fotógrafos saludaran con descargas cerradas de flashes el ascenso calculado, ritual, de los famosos en las escalinatas del teatro Victoria Eugenia, antes de que el Coro Easo cantara a Sorozábal en la gala inaugural y estallaran los fuegos artificiales, el Festival de San Sebastián había iniciado ya su andadura en la calle. Miles de personas fueron ayer al cine, llenaron las salas en las que se exhiben los ciclos paralelos a la sección oficial y dieron por inaugurado el espectáculo, mucho antes de que Cid Charisse, August Coppola, Matt Dillon, Mathew Broderick y otros cineastas ocuparan sus palcos en el Victoria Eugenia, junto al lehendakari José Antonio Ardanza y al director general del Instituto de las Ciencias y Artes Audiovisuales, Enrique Balmaseda.A media tardé, José Luis Borau, miembro del jurado internacional, presentó el libro que el certamen donostiarra ha editado este año para rememorar la figura y la obra de Harry d'Abbadie, uno de los creadores de la comedia americana. El desfile de famosos se incrementará en las próximas jornadas con Jane Rusell, uno de los primeros símbolos eróticos del cine de la posguerra (Los caballeros las prefieren rubias, Sangre caliente), Mariel Hemingway (Lápiz de labios, Manhattan, Star 80), John Randolph, Peter O'Toole, Jerry Lewis y, naturalmente-Claudette Coibert, el Premio Donostia de este año.

Cotizaciones

Veinte millones de pesetas era el precio exigido por contar con la presencia de Harrison Ford, una cifra ilustrativa de las cotizaciones que imperan en este particular mercado. Debe ser por eso, o quizá por el fuerte resfriado que arrastra, por lo que Matt Dillon se ha prodigado tan poco hasta ahora. Representante de esa generación de actores jóvenes conocida como brat pack (hatajo de mocosos), descubierta por Francis F. Coppola, Matt Dillon se niega a conceder entrevistas y su presencia en San Sebastián se explica, probablemente, por la necesidad de comercializar su película Drugstore cowboy, cuya proyección en el certamen donostiarra no está todavía descartada. Tampoco los contratos de Cid Charisse (Cantando bajo la lluvia, La bella de Moscú) y del resto de las viejas glorias comprÓmeten más allá de la obligada conferencia de prensa. Sin demasiada. mala intención, m ás por humor que por otra cosa, y con el recuerdo de Bette Davis -fallecida el pasado año en París unos días después de recibir el Premio Donostia-, todavía caliente, ha empezado a hablarse aquí de las estrellas del gerovital. Peio Aldazábal y Antxon Eceiza, director y seleccionador del certamen respectivamente, justifican la elección de la octogenaria Claudette Colbert, subrayando que, precisamente, de lo que se trata es de premiar toda una trayectoria artística.

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