UN SOLO MARCO PARA UNA SOLA ALEMANIA

Alemania se unió en un ambiente de fiesta y furor consumista

JOSÉ M. MARTÍ FONT / HERMANN TERTSCH Una multitud de berlineses orientales, olvidando el orden que se atribuyó durante décadas a los ciudadanos de la República Democrática Alemana (RDA), se abalanzó al interior del único banco que abrió sus puertas la medianoche del sábado, la hora H de la unión monetaria, económica y social de Alemania, que se vivió como una fiesta. Estaban impacientes por cambiar sus moribundos marcos por los poderosos de la República Federal de Alemania (RFA), y tener acceso así a un nuevo mundo de consumo. De milagro no hubo heridos, sólo cristales rotos.

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JOSÉ M. MARTÍ FONT / HERMANN TERTSCH Una multitud de berlineses orientales, olvidando el orden que se atribuyó durante décadas a los ciudadanos de la República Democrática Alemana (RDA), se abalanzó al interior del único banco que abrió sus puertas la medianoche del sábado, la hora H de la unión monetaria, económica y social de Alemania, que se vivió como una fiesta. Estaban impacientes por cambiar sus moribundos marcos por los poderosos de la República Federal de Alemania (RFA), y tener acceso así a un nuevo mundo de consumo. De milagro no hubo heridos, sólo cristales rotos.

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La unión de Alemania se hizo en un ambiente de fiesta. "Ya somos el mismo país", declaraba un joven tras retirar sus primeros marcos occidentales. Con entusiasmo y fascinación, millones de alemanes orientales acudieron a los bancos para consumar su ingreso en el espacio económico unificado. Tan sólo 234 días después de la caída del muro de Berlín y de la apertura de la frontera interalemana, se dio el primer y principal paso hacia la unificación. La fiesta se celebró con conciencia generalizada de su importancia histórica irreversible para Alemania y Europa."Ya estamos unidos de forma indisoluble", manifestó el canciller de la RFA, Helmut Kohl, "por una moneda común y una economía social de mercado, y pronto en un Estado único y libre". Kohl llamó a los alemanes occidentales a la solidaridad con los orientales para que rinda frutos la unidad monetaria". Éstos, recordó, "han sido castigados por cuatro décadas de dictadura comunista y merecen esta solidaridad".

Todos los temores e incertidumbres ante un futuro incierto se evaporaron en un ambiente de euforia. Como el ya histórico 9 de noviembre del pasado año, cuando cayó el muro de Berlín, se enterraba definitivamente una de las más pesadas herencias de 40 años de comunismo.

Por primera vez en la vida para la mayoría de los alemanes orientales, se sintieron cíudadanos alemanes unidos a sus compatriotas por un símbolo común tan respetado -y adorado como es el marco. Si tras la caída del muro se veían obligados a recurrir al dinero que les regalaba el Estado occidental, ayer canjeaban su dinero accediendo así, como muchos señalaban, a la "plena ciudadanía".

La fiesta empezó el primer minuto de la "gran jornada", como la calificaban incesantemente la radio y televisión. A medianoche, la sucursal del Deutsche Bank en la Alexanderplatz berlinesa abrió sus puertas a más de 10.000 personas. A últimas horas de la noche del sábado, miles de berlineses se habían ido concentrando frente a la puerta de la sucursal instalada por el principal banco de la República Federal de Alemania en una de las más significativas plazas de la antigua capital prusiana.

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BerIín es ya definitivamente una sola ciudad

Viene de la primera páginaEl primero en recibir su dinero ayer, al abrirse los bancos en la jornada en que se inauguró la unificación económica alemana, fue Hans-Joachim Carsalli, que retiró 2.000 marcos y obtuvo como regalo otros 100 y un ramo de flores. Este afortunado ciudadano aseguró que quería el dinero para pagarse unas vacaciones. Durante toda la noche, la fiesta siguió en todo Berlín. La desaparición oficial de los controles fronterizos, aunque ya hace varios días que de hecho no existen, se celebró en el paso de la Friedrichstrasse, donde antes se hallaba el célebre Checkpoint Charlie, con un brindis generalizado entre policías de las dos partes de la ciudad. Mucha gente aprovechó para hacerse sellar el pasaporte por última vez, mientras los fuegos artificiales iluminaban lo que en otro tiempo era un lúgubre símbolo de la división de Europa.

Además de la desaparición total de los controles fronterizos, ayer se abrieron también las líneas de metro que habían quedado bloqueadas y cerradas desde la construcción del muro, en 1961. Los dos alcaldes de Berlín acudieron a la estación de Alexanderplatz para recibir al primero de los convoyes que llegaba desde la parte occidental de la ciudad. Pese a las numerosas obras y atascos, Berlín es ahora ya, definitivamente, de nuevo una sola ciudad.

Sin aglomeraciones notables

El resto de las sucursales bancarias abrieron sus puertas ayer, a las nueve de la mañana, y permanecieron en servicio hasta las nueve de la noche. A lo largo del día no podían apreciarse aglomeraciones notables en ninguna de ellas. La mayoría de los comercios no abrirán hasta hoy, si bien ayer, en los restaurantes y en los bares de Berlín Oriental, los pagos se hacían ya en marcos occidentales.

Curiosamente, en el mercado libre se seguían ayer vendiendo los viejos marcos de la RDA al cambio de uno a tres. Hasta el día 6, los alemanes orientales pueden todavía ingresar su vieja moneda, que les será cambiada a una proporción mucho más ventajosa.

Ayer, los alemanes orientales no querían plantearse el incierto futuro que les espera y que, según cálculos del Gobierno de Bonn, podría concretarse en más de dos millones de desempleados en el plazo de un año. Algunos, sin embargo, como el joven citado al principio, reconocían que, pese a ser ya un mismo país, los alemanes orientales "aún no somos iguales".

La resistencia al cambio, de todos modos, no consiguió congregar ayer a más de una cincuentena de jóvenes en la avenida de Unter den Linden para protestar contra la "anexión incondicional" que consideran es el proceso de unificación.

Numerosos políticos de las dos Alemanias aprovecharon el día de ayer para dejarse ver por sus futuros votantes acudiendo a entrevistas en televisión, radio y fiestas varias en distintos lugares de la RDA. La actividad política no descendió, pese a lo significativo de la jornada.

En el seno de la coalición conservadora que ganó las elecciones apadrinada por el canciller Helmut Kohl, los corrimientos de tierras han sido notables durante todo el fin de semana.

El partido de Kohl

El partido del actual ministro de Desarme y Defensa, Reiner Eppelmann, Despertar Democrático (DA), una de las pocas formaciones nacidas en la revolución de otoño, que mal que bien, y pese al escándalo de su primer presidente, Wolfgang Schnurr -que resultó ser confidente de la policía política- anunció su integración en la Unión Cristiana Democrática (CDU).

En el seno del otro de los tres partidos conservadores, la Unión Social Alemana (DSU), apadrinada por los conservadores bávaros de la Unión Social Cristiana (CSU), se produjo la salida del partido del actual ministro del Interior, el polémico Peter Michael Distel.

En el congreso de la DSU, al que asistió como protagonista, el ministro de Hacienda, Theo Waigel, el hombre fuerte de la CSU, se pudieron apreciar las primeras tensiones de la lucha de este partido por hacerse con un espacio más allá de su feudo de Baviera.

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