DE CEAUCESCU A LA DEMOCRACIA

El sueño de España

G. H. El embajador de España, Antonio Núñez, acudió el Jueves Santo por la noche, a felicitar la Pascua a Carmen Roman, e invitó a la enviada de EL PAÍS a acompañarle. Carmen, de 36 años, la hija menor de los Roman, hermana de Petre, habla un perfecto español, y cuando se entera de la presencia de una periodista, a pesar de que ella trabaja en la agencia de Prensa rumana, señala que no quiere hacer ninguna declaración. "No quiero perjudicar a Petre. Rumania está harta de historias de familia, de esa familia abominable [Ceaucescu] que ha destrozado el país", dice. Pero pronto su cara afilada y ...

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G. H. El embajador de España, Antonio Núñez, acudió el Jueves Santo por la noche, a felicitar la Pascua a Carmen Roman, e invitó a la enviada de EL PAÍS a acompañarle. Carmen, de 36 años, la hija menor de los Roman, hermana de Petre, habla un perfecto español, y cuando se entera de la presencia de una periodista, a pesar de que ella trabaja en la agencia de Prensa rumana, señala que no quiere hacer ninguna declaración. "No quiero perjudicar a Petre. Rumania está harta de historias de familia, de esa familia abominable [Ceaucescu] que ha destrozado el país", dice. Pero pronto su cara afilada y sus grandes ojos verdes se serenan y la velada transcurre entre las risas de amigos que vienen y van, incluido Raúl, el hijo mayor de los Roman.

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El apartamento de Carmen, enclavado en un casa de un céntrico barrio del Bucarest de solera, ése que Ceaucescu no se atrevió a demoler para la construcción de sus megalómanas obras, respira el olor de su padre, a quien, confiesa, sigue consultando sobre todas las cuestiones Importantes de su vida, a pesar de que murió en 1983.

Los libros de Walter Roman, comandante de las brigadas internacionales, llegado a España en 1936 en defensa de la República, se apilan en la sala, una habitación sencilla, con una mesa camilla alrededor de la cual se hace la tertulia. El apasionado amor que España despertó en este hombre, que no tardó en casarse con un,¡ española, Hortensia Vallejo, lo han heredado sus hijos.

Como en casa

"Para mí, España representaba, desde que era muy pequeño, un mito y un sueño, porque aunque en mi casa se hablaba rumano, mi abuela no hablaba más que español. Como por aquel entonces mis padres estaban muy ocupados, yo fui prácticamente criado por mi abuela, así es que aprendí enormemente de ella. España ha sido siempre para mí un sitio donde me sentía en casa", afirma el primer ministro rumano.

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"MI último viaje a España fue el año pasado, cuando logré salir de Rumania para un proyecto de investigación científica en Toulouse, en Francia, y desde allí me acerqué a España y encontré en Santander a mi familia, a la familia Vallejo. Nunca sentí que estaba lejos de casa", añade este ingeniero en física hidráulica.

A pesar de ese amor a España, Petre Roman no olvida que encabeza ahora el Gobierno de Rumania, un Gobierno que tiene esperanzas en el futuro que Ceaucescu tiñó de negro.

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