ARCO 90 ENCUENTROS CON EL ARTE

Todo hace arte

En Arco 90 -Ifema, pabellones 10 y 12, Casa de Campo, Madrid- había ayer un lleno hasta la bandera. Se decía por allí que eran mayoría galeristas y coleccionistas, y en cambio vimos más estudiantes. Algunos fotografiaban las obras. Algunos, de las obras fotografiaban una pincelada, un detallín. Hay en Arco una representación inmensa del arte contemporáneo. En realidad hay de todo, pues todo puede ser arte. Lo mismo el gran paisaje de un realismo rebuscado, que la hilera de envases de plástico atravesados por un tubo fluorescente. El neón se lleva mucho y también la electrónica. Nada que objeta...

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En Arco 90 -Ifema, pabellones 10 y 12, Casa de Campo, Madrid- había ayer un lleno hasta la bandera. Se decía por allí que eran mayoría galeristas y coleccionistas, y en cambio vimos más estudiantes. Algunos fotografiaban las obras. Algunos, de las obras fotografiaban una pincelada, un detallín. Hay en Arco una representación inmensa del arte contemporáneo. En realidad hay de todo, pues todo puede ser arte. Lo mismo el gran paisaje de un realismo rebuscado, que la hilera de envases de plástico atravesados por un tubo fluorescente. El neón se lleva mucho y también la electrónica. Nada que objetar: posiblemente Rubens y Miguel Ángel los habrían utilizado de existir en su época. Distinto es que el resultado sea bello. No obstante nadie ha dicho que el arte deba ser bello y además tampoco la definición de la belleza está conclusa. No hay verdades absolutas, y en arte, menos.Las esculturas gigantescas de Juan Bordes tenían gran cantidad de público. Más las pequeñas, grupos de figuras de gran expresividad, Cesariano crucificado, Susana y la Visa Oro, Acoso sexual... El mensaje erótico de las escenas animaba si bien prendía la fuerza de la creación artística.

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Ningún título es el título de una escultura de Robert Thierren, y parecía una zambomba, para entendernos. Rótulos de neón, leyendas en letraset sobre acrílico o lienzo, planchas de cobre sobre la moqueta, celofanes colgados del techo, alambres, tubos de goma, rollos de cuerda, tela colgada de un leño, maleta vieja, hacían arte. Y trozos de plásticos viejos dispuestos en la pared -plato, tapón, bolígrafo, peine... -, cuyo remate debía de ser la botella de legía situada delante, en el suelo. O a lo mejor se la había dejado olvidada una limpiadora. Cuando todo puede ser arte, hay que tener cuidado. El extintor de incendios podría no ser el extintor de incendios sino otra escultura.

Pintura sobre madera desgarrada en el stand de Lucio Anello, óleo de Xesús Vázquez, aguafuertes y dibujos de Arranz Bravo... Uno sentía debilidad por estas y otras obras, pero ya se sabe que el arte es subjetivo. Y además había búsqueda de nuevos caminos, ruptura de manidas fronteras, exploración de ignotos universos, hierros que se movían a motor, radios convertidas en televisores componiendo formas de coches u hombres. Nada podía ser definitivo. Una gran masa gris sobre plomo con figura oscura era Stabat Mater; un lino claro con trazo negro vertical, Stabat Mater II; un busto en gres esmaltado, Stabat Mater III; lo firmaba todo James Brown.

Ciudad junto al mar, interesante óleo sobre lienzo de Bernd Zimmer, no se podía ver entero porque delante estaban sentados dos marchantes y la conversación iba para largo. Bueno, Arco es comercial, ya se sabe. No todo es comercial, sin embargo, y tiene el rasgo humanitario de incluir entre sus actividades una campaña de lucha contra el SIDA. Había huchas para donativos, folletos infórmativos sobre esta cruel enfermedad. Magnífica idea, aunque tampoco habría venido mal una campaña paralela contra la gripe, porque, puestos en la puerta, de cada cinco que entraban, dos tosían y otros dos no llevaban buena cara.

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