La incertidumbre se apodera de los jefes comunistas de la RDA

Nadie está seguro en su puesto en la República Democrática Alemana (RDA). En vísperas del decisivo pleno del Comité Central del Partido Socialista Unificado (SED, comunista), las declaraciones del ministro de Cultura y miembro del comité, Hans-Joachini Hoffmann, difundidas por la agencia oficial ADN, en las que sugería que el Politburó del SED debería dimitir en pleno "para darle una oportunidad real al secretario general [Egon Krenz]" no son más que un símbolo de hasta qué punto la incertidumbre se está apoderando de los gobernantes en la RDA.

Mientras, los súbditos escapan, ahora ya e...

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Nadie está seguro en su puesto en la República Democrática Alemana (RDA). En vísperas del decisivo pleno del Comité Central del Partido Socialista Unificado (SED, comunista), las declaraciones del ministro de Cultura y miembro del comité, Hans-Joachini Hoffmann, difundidas por la agencia oficial ADN, en las que sugería que el Politburó del SED debería dimitir en pleno "para darle una oportunidad real al secretario general [Egon Krenz]" no son más que un símbolo de hasta qué punto la incertidumbre se está apoderando de los gobernantes en la RDA.

Mientras, los súbditos escapan, ahora ya en masa, a la otra Alemania, Desde el viernes por la noche hasta la media tarde de ayer, más de 21.000 habían pasado a la RFA por Checoslovaquia.Nadie se fía. Ninguna de las medidas que ofrece Egon Krenz tienen el efecto de convencer a sus conciudadanos para que se queden en el país o confíen en sus promesas de cambio. El anuncio hecho en la noche del domingo de una nueva ley que entrara en vigor a mediados de diciembre y permitirá viajar cada año 30 días al extranjero, sólo ha servido para aumentar las ganas de escapar de su país de los alemanes orientales. Es una situación que, como una bola de nieve, se alimenta a sí misma. La declaraciones de muchos de los refugiados recién llegados delataban ayer esta sensación. Todos ellos conocían a alguien que también había escapado: amigos, familiares, vecinos. Nadie quería ser el Último y tener que apagar la luz.

La nueva ley prometida en televisión el domingo por la noche por el ministro del Interior Friedrich Dickel, les parecía que llegaba "demasiado tarde" y que era "demasiado poco". "¿Por que solo 30 días?", decía uno, "yo quiero tener mi pasaporte y viajar cuando me de la gana". Otro comentaba simplemente: "Se ha quedado todo muy solitario en mi pueblo en las últimas semanas". Muy pocos concedían alguna posibilidad a Krenz de reformar el país y los que se la daban, dudaban de que el SED estuviera seriamente dispuesto a abandonar el poder.

Colas de 10 kilómetros

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Las dimensiones que está alcanzando este último éxodo, iniciado el viernes por la noche cuando la RDA y Checoslovaquia llegaron a un acuerdo para permitir la salida sin formalidades de todos aquellos que lo quisieran, lo que representaba de hecho abrir una brecha en el telón de acero, superan todo lo que hace unos meses podría imaginarse. Ayer de madrugada los pequeños y pestilentes coches Trabant formaban una cola de diez kilómetros en el puesto fronterizo de Schrinding, mientras que de Praga seguían saliendo trenes cargados con miles de refugiados.

En Bonn, el nerviosismo de los políticos empezaba a hacerse patente. Esta vez ni siquiera la perfecta organización de los campos de acogida parece haber sido suficiente para dar cobijo a los recién llegados.

Tanto los partidos que forman la coalición gubernamental como los de la oposición repetían su llamamiento para que los líderes de Berlín Oriental aceleraran sus reformas y convencieran a sus ciudadanos de que se quedaran en el país.

En parte, la RFA empieza a ser víctima de su propia estrategia. Como decía ayer en Praga el alcalde de Berlín Occidental, el socialdemócrata Walter Momper, "el Gobierno de la RFA no puede dar ahora marcha atrás después de haber estado exigiendo durante 40 años la libertad para, viajar. Todo recién llegado es bienvenido".

El presidente de la Asociación de Empresarios de la RFA, Maus Murmann, que no hace ni un mes declaraba que la industria alemana occidental se beneficiaba grandemente de la llegada de refugiados y que ésta constituía una bendición para el país, cambió ayer su parecer. "Si el flujo aumenta mucho más se hará cada vez más difícil que los alemanes orientales encuentren trabajo, Es un desafío al estado y a la industria".

Egon Bahr, el político socialdemócrata que fue el artífice de la Ostpolitik de Willy Brandt, iba más lejos. En su opinión esta situación "puede hacernos mucho daño tanto a ellos como a nosotros". Para Bahr sólo una reunión de los dos Gobiernos podría impedir una catástrofe.

En su opinión, la salida de elementos valiosos de la RDA impediría, en gran parte, que este país reestructurase su economía y pudiera ofrecer a sus ciudadanos una sociedad más opulenta, mientras que en la RFA los problemas en los servicios sociales y en el tema de la vivienda causaría también una distorsión económica de consecuencias nefastas.

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