Crítica:CANCIÓN

Amancio Prada canta a Lorca

Nueva presentación de los Sonetos del amor oscuro, de García Lorca, que Amancio Prada ha convertido en canciones y que ya interpretara en Madrid el pasado abril. Poco que añadir a lo entonces dicho: musicaciones complejas resueltas con brillantez y acierto, arreglos e instrumentación impecables basados en la sobrada calidad de los cuatro músicos participantes y un neto sentido del espectáculo, medido y cuidadoso, y que con elementos mínimos crea un espacio escénico en el que se acentúa el carácter intimista de las canciones.Si acaso, un punto saturado de dramatización interpretativa que...

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Nueva presentación de los Sonetos del amor oscuro, de García Lorca, que Amancio Prada ha convertido en canciones y que ya interpretara en Madrid el pasado abril. Poco que añadir a lo entonces dicho: musicaciones complejas resueltas con brillantez y acierto, arreglos e instrumentación impecables basados en la sobrada calidad de los cuatro músicos participantes y un neto sentido del espectáculo, medido y cuidadoso, y que con elementos mínimos crea un espacio escénico en el que se acentúa el carácter intimista de las canciones.Si acaso, un punto saturado de dramatización interpretativa que a veces subraya innecesariamente el texto de los poemas.

Para esta ocasión Amancio Prada ha añadido a los 11 sonetos musicados otras seis canciones compuestas sobre poemas de Federico García Lorca, tres propias y tres realizadas por Paco Ibáñez en su ya lejano primer disco, en 1969.

Amancio Prada, sobre poemas de García Lorca

Agustín Serrano (piano), Pedro Iturralde (saxo), Bruno Vidal (bajo) y Carlos Carli (batería). Teatro María Guerrero. Madrid, 6 de noviembre.

Dos partes nítidamente diferenciadas. Concebidas como un espectáculo cerrado, a cuya acentuación contribuye la proyección sobre una pantalla de los títulos de los temas, evitando así las presentaciones habladas de las mismas que como un simple recital de canciones.

Posee Amancio Prada la inestimable cualidad de encontrar la musicalidad adecuada a cada poema con que se enfrenta, una musicalidad que sin dejar de estar en el poema pertenece totalmente al compositor y le otorga ese carácter diferencial que distingue a la canción del poema.

Una musicalidad que es un juego constante de matices, muchas veces mínimos, pero siempre significativos.

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