Editorial:

Opitimismo en la OCDE

LA RECIENTE reunión de ministros de Economía de la OCDE ha transcurrido en un clima de optimismo del que dan buena cuenta las modificaciones introducidas en las previsiones realizadas hace unos meses: para el conjunto de la zona, la inflación va a reducirse en casi un punto, y el crecimiento va a acelerarse hasta alcanzar un 3,2% este año y una cifra parecida el próximo. Esta evolución, junto con la caída del dólar, ayudará a los países en vías de desarrollo fuertemente endeudados, que están viendo reducirse a la vez el servicio de la deuda y el valor nominal de la misma. A pesar de ello, el s...

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LA RECIENTE reunión de ministros de Economía de la OCDE ha transcurrido en un clima de optimismo del que dan buena cuenta las modificaciones introducidas en las previsiones realizadas hace unos meses: para el conjunto de la zona, la inflación va a reducirse en casi un punto, y el crecimiento va a acelerarse hasta alcanzar un 3,2% este año y una cifra parecida el próximo. Esta evolución, junto con la caída del dólar, ayudará a los países en vías de desarrollo fuertemente endeudados, que están viendo reducirse a la vez el servicio de la deuda y el valor nominal de la misma. A pesar de ello, el señor Baker, secretario del Tesoro norteamericano, declaró que era preciso obtener un mayor crecimiento en Europa y Japón para que los problemas de la deuda del Tercer Mundo entrasen en vías de solución.Los argumentos del señor Baker merecen ser tenidos en cuenta. Según las proyecciones de la Administración norteamericana, el déficit de la balanza por cuenta corriente en Estados Unidos será del orden de 120.000 millones de dólares en 1986, y de unos 100.000 millones en 1987. Sin embargo, si el crecimiento no se acelera en Europa o si el dólar deja de depreciarse, a partir de entonces el déficit por cuenta corriente de Estados Unidos podría comenzar a aumentar de nuevo, reavivándo las presiones proteccionistas que ya se están manifestando con fuerza en aquel país, hasta ahora bastión del librecambio. Para la Administración norteamericana, la aceleración del crecimiento en los países europeos y en Japón constituye un asunto de la máxima prioridad, hasta el punto de incluirlo en el orden del día de la próxima reunión de jefes de Estado de los principales países industrializados, que se celebrará en Tokio.

Este crecimiento adicional no será fácil de obtener. La, década de crisis y pesimismo de la que apenas comenzaniosa emerger ha dejado como secuela en Europa un profundo desequilibrio de las finanzas públicasy una cautela en los comportamientos que no favorece el crecimiento económico. Los Gobiernos europeos, tanto de derechas como de izquierdas, parecen atrapados en la lógica de los ajustes económicos que se han visto obligados a emprender y de la que les cuesta mucho salir. Según las previsiones de la OCDE, el próximo año la tasa de inflación para el conjunto de la zona descenderá hasta el 3%, el nivel más bajo registrado desde hace 20 años. Alemania y Japón conseguirán la estabilidad absoluta de sus precios. A pesar de lo cual el crecimiento económico europeo seguirá siendo inferior al norteamericano. En estas condiciones es preciso que los Gobiernos de la CEE realicen un serio esfuerzo para acelerar el crecimiento económico; en cualquier caso aquellos Gobiernos que han conseguido reducir su tasa de inflación por debajo de la que prevaleció'en los años sesenta.

La situación de España en este contexto es bastante peculiar. La tasa de paro en nuestro país es más del doble de la del promedio de la OCDE, pero también es bastante mayor nuestra tasa de inflación. Y a ello conviene añadir un déficit público que ha permanecido estabdizado alrededor del 6% del PIB desde 1982. Todo lo cual nos coloca en una situación muy diferente de la del promedio de los países que integran la OCDE: nuestros problemas son más graves que los de estos países, pero también son mayores los riesgos implícitos en una política de relanzamiento económico. De ahí la necesidad de un replanteamiento de la misma; no sería admisible que nos conformásemos con una tasa de crecimiento inferior, o en el mejor de los casos similar, a la de nuestros vecinos europeos.

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