La historia de una noche de aniversario

Alguien, desde hace tiempo, se está burlando de este país. El lunes 24 de marzo, a las nueve de la noche, las Madres de la Plaza de Mayo se quejaban ante la escasa concurrencia que asistió al único acto público programado para repudiar, 10 años después, el golpe de Estado de 1976. Ningún partido político se adhirió a la convocatoría. Los conductores de automóviles se quejaron por el atasco que producía el lento avance de la columna. Hebe de Bonafini, la presidenta de las Madres, decía en un murmullo: "Aguantaron ocho años la dictadura y ahora no pueden esperar 10 minutos".Sólo cinco horas desp...

Alguien, desde hace tiempo, se está burlando de este país. El lunes 24 de marzo, a las nueve de la noche, las Madres de la Plaza de Mayo se quejaban ante la escasa concurrencia que asistió al único acto público programado para repudiar, 10 años después, el golpe de Estado de 1976. Ningún partido político se adhirió a la convocatoría. Los conductores de automóviles se quejaron por el atasco que producía el lento avance de la columna. Hebe de Bonafini, la presidenta de las Madres, decía en un murmullo: "Aguantaron ocho años la dictadura y ahora no pueden esperar 10 minutos".Sólo cinco horas después, ya en la madrugada del martes 25, el canal nueve de televisión registraba su más alto porcentaje de audiencia para un segmento horario tan inusual. El país permanecía despierto a la espera de que la retransmisión en directo desde Estados Unidos acercara la imagen de la actriz argentina Norma Aleandro, protagonista del filme La historia oficial, encargada de anunciar precisamente a la ganadora del oscar en el rubro de mejor película, extranjera.

Por primera vez, Argentina accedía a un oscar y obtenía el gracioso reconocimiento de la honorable Academia. Y aún más, el orgullo de ser también el primer país; latinoamericano que alcanza semejante logro. Cuando eran ya casi las dos de la madrugada del martes, el país se durmió como un niño al que le acaban de contar un cuento, aliviado y envuelto en el dulce efecto de las manos protectoras que lo arropaban. En otro tiempo, la dictadura hubiera aprovechado una circunstancia como ésta para hacer llover sobre las conciencias millones de panfletos y pegatinas donde se gritara al mundo: "los argentinos somos derechos y humanos". De momento, todo va a quedar en la euforia de los periódicos, las radios Y la televisión y en un telegrama del presidente de la nación, además de una audiencia especial al regreso de la delegación.

Entre tanto grito de papel, pocos leyeron el sencillo y breve comunicado que las Abuelas de la Plaza de Mayo hicieron público el lunes por la tarde. Decía: "La niña Laura Ernestina Scaccheri, desaparecida el 18 de junio de 1977, fue restituida a su legítima familia. El grupo de represores que la secuestró cuando tenía dos meses, junto a sus padres, Stella Maris Dorado y José Alberto Scaccheri, la entregó a una familia que la inscribió como hija propia". La abuela legítima contaba luego cuánto le costó recuperar a su nieta. "La habían puesto otro nombre, y cuando finalmente la ubicamos nos permitieron verla, pero luego se negaban a entregarla. No soportaron que ella supiera la verdad; no entendían que para mí Laurita es el único recuerdo vivo que tengo de mi hijo desaparecido".

Con una mirada inocente, que quién sabe hasta dónde puede llegar a ver, dice: "No vi La historia oficial porque sabía que se trataba de un caso muy parecido al mío y no quería que me lastimara aún más. Es una historia que yo viví en carne propia durante estos años". Mientras, en Madrid, la señora María Estela Martínez de Perón declaraba a los periodistas que el del lunes era un día "como todos". Es que, seguro, hay alguien que desde hace tiempo ha resuelto divertirse a costa de este país.