Tribuna:

La reforma agraria

En el último tercio del siglo XX, la reforma agraria ha de entenderse, desde el punto de vista del autor, no como algo nacido de la tensión, sino como fruto tardío del perfeccionamiento ético de la sociedad. La reforma agraria ha de ir unida inevitablemente a la modernización, y ello es lo que se ha pretendido en Extremadura con la elaboración de la ley de las Dehesas. Se ha elegido la dehesa como sector de actuación prioritario, por ser el de mayor peso económico en la región.

Es la tierra, al desarrollarse la agricultura, el primer factor productivo que une los hombres a un espacio co...

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En el último tercio del siglo XX, la reforma agraria ha de entenderse, desde el punto de vista del autor, no como algo nacido de la tensión, sino como fruto tardío del perfeccionamiento ético de la sociedad. La reforma agraria ha de ir unida inevitablemente a la modernización, y ello es lo que se ha pretendido en Extremadura con la elaboración de la ley de las Dehesas. Se ha elegido la dehesa como sector de actuación prioritario, por ser el de mayor peso económico en la región.

Es la tierra, al desarrollarse la agricultura, el primer factor productivo que une los hombres a un espacio concreto, originando con ello las culturas más desarrolladas, y entre ellas la occidental, a cuya esfera pertenecemos.Cuando la agricultura nace y se desarrolla, la premodernidad surge también con ella, y la ciudad generadora de todos nuestros valores culturales se impone como centro rector de la sociedad.

Y ya desde estos orígenes, relativamente remotos, se plantea la dinámica esencial de toda reforma agraria. Espacio que contiene un territorio, necesidades de una población, y tecnología que se posee para producir. La solución dialéctica es siempre la mejor utilización del territorio. Cuando esto no era posible, la tensión creada acabada siempre en revolución interna o en guerra externa. Y gran parte de la historia se ha confeccionado con estos, mimbres.

Si denominamos genéricamente como campesino a todo hombre que trabaja la tierra, y la cuestión de la tierra, como la relación distributiva entre tierras y campesinos, la cuestión de la tierra es tan antigua como la agricultura, y la relación inseparable de ésta con el nivel tecnológico en que se enmarca también.

El esquema, por otro lado, no puede violentarse con criterios de justicia social, ya que estos criterios no son exclusivos, ni particularmente aplicables a un determinado sector productivo, sino que son patrimonio de todos y exigible a todos. Uno de los mayores agravios de la clase campesina ha sido su singularización respecto a otros sectores productivos en función de la naturaleza pretendidamente especial de su trabajo.

Los criterios de justicia social han de exigirse simplemente, lo que en muchas ocasiones no es precisamente poco.

La utilización óptima del territorio, como generador de toda clase de recursos, no sólo agrarios, sino mercantiles, industriales o financieros por la sociedad, ha sufrido una notable evolución en el mundo occidental en los últimos 700 años, que se acelera en el XIX y se convierte en revolución vertiginosa en el XX. El recurso capital agrario, tanto como generador de rentas como en valor patrimonial, va cediendo importancia ante la utilización mercantil, primero, e industrial y financiera, después, y las actividades económicas que se generan en aquella parte del territorio que era la ciudad se imponen como motores primordiales de la evolución social.

Pérdida de poder

Tanto la propia demanda de otras actividades económicas como los niveles tecnológicos alcanzados por el sector agrario obligan a una drástica disminución de la población activa agraria, junto con una pérdida del poder relativo del mismo. Es más, y por otro lado totalmente lógico, hay una correlación muy estrecha entre sociedad desarrollada y baja población activa agraria.

En el último tercio del siglo XX, en los umbrales ya del siglo XXI, sin compartimentos estancos económicos, con un comercio universalizado y con una revolución tecnológica en el mundo de la alimentación, cualquier reforma agraria que la sociedad demande no se plantea como antaño, como respuesta dialéctica a una tensión generada, ya que el propio sector no tiene, pero para generarla hace ya años que el proletariado urbano tomó este relevo de elemento dinamizador de la historia y hay atisbos, aunque aún confusos, de que pudiera haber nuevos relevos. Por ello, modernizar y hacer reforma agraria son términos inseparables, y la que a nivel de doctrina es más profunda, metodología y reforma agraria, son igualmente inseparables.

Si la reforma agraria en nuestros días no nace como fruto de la tensión, sí lo hace como fruto tardío del perfeccionamiento ético de nuestra sociedad, y particularmente del desarrollo de los valores que inspiran el Derecho, "que sólo legitiman la propiedad productiva cuando ésta cumple el fin social que le es propio". En nuestro caso, maximizar las producciones optimizando el empleo en términos económicos.

La reforma agraria extremeña es consciente de su marco actual, lo que, junto con nuestra propia especificidad, nos ha conducido a la metodología adoptada.

El primer problema que se plantea, a efectos metodológicos, es si existe la posibilidad de actuaciones comunes generalizadas, válidas para todo el sector agrario, que permitan la optimización de la producción agraria, bajo el criterio ético de justicia social, y con un nivel técnico concreto.

La respuesta depende del "nivel técnico" alcanzado, que influye en la metodología para determinar los óptimos de la producción agraria, lo que implica poder medir dicha producción y ordenar el propio sector agrario, para que alcance los fines propuestos. En definitiva, la creación de una tipología que se explicite en una metodología. Y esto objetivando las medidas y concretando las acciones de ordenación, creemos que es imposible abordarlo de manera generalizada. De aquí que la reforma agraria extremeña se haya planteado por subsectores productivos, que tengan la suficiente homogeneidad para permitir establecer unidades de medidas concretas y que sean susceptibles de una ordenación específica. Es decir, lo que técnicamente conocemos como sistemas agrarios extremeños.

Dentro de los sistemas agrarios extremeños hay dos fundamentales, tanto por los niveles ocupacionales como por su importancia económica: la dehesa y el regadío. Les siguen en importancia el secano cerealista y el olivar-vid y el forestal-no adehesado. Nuestra reforma agraria será, naturalmente, el conjunto de las reformas de cada uno de nuestros sistemas agrarios.

El fin social

El haber elegido la dehesa como sector de actuación prioritario se ha debido a que es el sector de mayor peso económico -el 45% del producto final agrario-, a la estructura de la propiedad de las explotacíones y que de él forma parte el ecosistema-dehesa, muy vulnerable a agresiones indiscriminadas y en el que hay que compatibilizar conservación y optimización de las producciones.

Legitimados, sin duda, para hacer cumplir el fin social que la dehesa tiene, el proyecto de ley redactado establece los criterios que definen el fin social, la metodología con que se establecen los mismos, así como las penalizaciones que se derivan de su incumplimiento, graduándose éstas desde la sanción econórnica progresiva hasta la expropiación.

Se ha buscado en la ley la objetivación de la medida de las producciones mediante el análisis de las mismas en función del suelo, el clima y la vegetación. Los actuales conocimientos agrarios de las dehesas, junto con el análisis estadístico mediante ordenadores, nos ha permitido correlacionar los factores naturales de la producción con la misma, introduciendo unidades de medición como la oveja reproductora tipo. Obviamente, si no hubieran existido ordenadores, no hubiéramos podido hacer la presente ley, y esta aclaración no nos parece baladí, ya que en ella subyace el impacto que los nuevos niveles tecnológicos que se alcanzan tiene en el desarrollo de cualquier actividad humanáy, por supuesto, en el campo del Derecho.

En la ley se busca desde el primer momento la plenitud de empleo en el sistema, obligando a labores culturales, no con fines cautelares para evitar daños a terceros, sino con fines productivos, que compatibilicen la producción óptima en términos económicos con un nivel ocupacional máximo.

En definitiva, la ley de las Dehesas pretende ser parte de la respuesta a la cuestión de la tierra en Extremadura, a la luz de los conocimientos agrarios del sector alcanzados y contemplando los niveles tecnológicos existentes hoy en día.

Es difícil saber cómo serán los agricultores del siglo XXI o XXII. Es probable que el término campesino tan sólo tenga entonces connotaciones históricas, que incluso no pudiéramos reconocer lo que hoy llamamos mundo rural, pero en cualquier caso, hemos pretendido estar en el peldaño de la escalera que nos corresponde, esta larga escalera que comienza con un simple palo para hundir el suelo y que ha llegado al tractor, la cosechadora, la avioneta e incluso la robotización de las explotaciones.

es consejero de Agricultura y Comercio de la Junta de Extremadura.

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