Parados y jubilados multiplican las tascas del País Vasco

Contra las perspectivas de rentabilidad en un mercado extraordinariamente saturado, y para escándalo de unos pocos, Euskadi supera año tras año el récord europeo de bares por habitante que esta misma comunidad ostenta desde hace décadas. Al dictado de la crisis, los parados indemnizados, los jubilados anticipados y los demandantes de primer empleo, preferentemente, acrecientan la creación de bares en un pequeño país que cuenta ya con 13.000 establecimientos de consumo de bebidas alcohólicas, casi el doble de los existentes hace poco más de 10 años.

En Vizcaya y en Guipúzcoa, hay un bar ...

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Contra las perspectivas de rentabilidad en un mercado extraordinariamente saturado, y para escándalo de unos pocos, Euskadi supera año tras año el récord europeo de bares por habitante que esta misma comunidad ostenta desde hace décadas. Al dictado de la crisis, los parados indemnizados, los jubilados anticipados y los demandantes de primer empleo, preferentemente, acrecientan la creación de bares en un pequeño país que cuenta ya con 13.000 establecimientos de consumo de bebidas alcohólicas, casi el doble de los existentes hace poco más de 10 años.

En Vizcaya y en Guipúzcoa, hay un bar para cada 150 habitantes y una tendencia manifiesta de superación que anuncia para el próximo ejercicio la caída de un nuevo récord. Sólo, Álava -todavía algo distante de esta cifra, pese a su espectacular progresión en los últimos tres años- impide situar la marca en un punto inaccesible y reclamar con justicia un lugar en el Guinnes. La saturación es tal que muchas cuadrillas acostumbradas a: cumplir con el rito de visitar todas y cada una de las sucursales situadas en su circuito de poteo han optado por seleccionar drásticamente la oferta, para poder cumplir con sus horarios y no sobrepasarse en la dosis y el gasto habituales. Quizá por esto o por la constatación pudorosa de tanto exceso, los viejos parroquianos no saludan ya con el antiguo fervor y alborozo la apertura de nuevos bares.

Alarmados por el fenómeno de la proliferación de los bares, algunos ayuntamientos vascos empiezan a plantearse tímidamente ahora la adopción de medidas restrictivas, condicionando la concesión de nuevas licencias a la existencia de una distancia mínima entre los establecimientos, obligando a ampliar el espacio reservado para el público y prohibiendo los traspasos de locales que no cumplan estas condiciones.

Con todo, los hábitos de la sociedad vasca han ido poco a poco transformándose. Hay hosteIeros que vaticinan la muerte del txikiteo para dentro de 10 años, y expertos del sector que acortan todavía más la fecha de estos funerales. "La cadena que unía a padres e hijos en la tradición del txikiteo se ha roto con las últimas generaciones, sobre todo en las ciudades", comenta con amarga resignación un viejo barero donostiarra.

Hasta 30 vinos por ronda

De hecho, muchos jóvenes prefieren hoy la cerveza al vino y no comprenden, quizá porque también han comprobado los efectos en sus propias casas, ese beber trashumante, ansioso, gregario, militante, de sus padres, capaces de echarse al cuerpo 10, 20, 30 vinos en una sola ronda. El corte generacional, poco visible todavía en los pueblos pero fácilmente constatable en las ciudades, coincide por otra parte con la entrada en crisis de la cuadrilla, la forma genuina del asociacionismo en Euskadi y célula social en la que se sustenta el txikiteo. En la medida en que el beber constituye un hábito naturalmente aceptado e incluso sublimado, la sociedad vasca muestra hacia los alcohólicos una actitud comprensiva y tolerante de la que todavía se excluye a los 8.000 o 10.000 heroinómanos.Hay múltiples, anécdotas que ejemplifican perfectamente el arraigo del beber en público. Como el caso del propietario de un bar, viejo poteador, que a las horas del txikiteo abandonaba su establecimiento a la buena fe de la clientela para recorrer en solitario los locales de la competencia. Este hombre, precursor frustrado del autoservicio en los bares, acabó traspasando su local.

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Hace unos años, en un pueblo próximo a San Sebastián, un individuo colérico irrumpió, escopeta en mano, en un bar y zarandeó al camarero que minutos antes se había negado a servir un vaso de vino a un niño de 12 años de edad. El enfurecido padre repietía que el dinero de su hijo valía tanto como el de los demás y nunca entendió que las razones del camarero podían ser totalmente ajenas a una supuesta voluntad de discriminación de su familia.

Pero más allá de la anécdota son las cifras las que arrojan en este caso el verdadero alcance de un problema cuya gravedad está poco interiorizada en la sociedad vasca.

El 49,8% de la población vasca puede ser considerada bebedora moderada, el 11,8% bebedora excesiva, y el 4,3% netamente alcohólica. La suma de estos dos últimos porcentajes arroja la cifra de unas 250.000 personas afectadas hoy en mayor o menor medida por la adicción al alcohol.

Y más aún: las pérdidas económicas derivadas del alcoholismo, al que cabe atribuir el 35% de los accidentes de tráfico y el 25% de los suicidios, supusieron en Euskadi, en 1982, más de 27.000 millones de pesetas, una cifra similar al presupuesto global de educación. El absentismo laboral, la pérdida de capacidad productiva, los accidentes, los incendios y los hechos delictivos, son, por este orden, los apartados de mayor incidencia económica.

Preferencia por el vino

El vino, que supone el 65% de las bebidas alcohólicas consumidas en Euskadi, acapara las preferencias de los vascos, seguido y en claro ascenso por la cerveza, los alcoholes blancos: ginebra, güisqui, ron, preferentemente, el champán y el pacharán. En los últimos años el número de mujeres que consumen habitualmente alcohol se ha incrementado espectacularmente.Durante el pasado año la comunidad autónoma vasca consumió un total de 285 millones de litros de bebidas alcohólicas, con un gasto por persona y año superior a las

30. 000 pesetas.

La apertura de un bar es una aventura que no exige una gran inversión. El coste medio de instalación se sitúa en cuatro millones y medio de pesetas, descontando el local, y el precio de arrendamiento en las ciudades alcanza las 100.000 pesetas mensuales. Sin embargo, es un tipo de negocio que se mantiene en Euskadi dentro de la más estricta tradición familiar.

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