Reportaje:La reprivatización de Rumasa

Jerez, estación término del imperio Ruiz-Mateos

El próximo martes finaliza el plazo para la admisión de ofertas por las bodegas que pertenecieron a Rumasa

JESÚS CACHO, El palacio de La Atalaya, donde José María Ruiz-Mateos tenía su cuartel general cuando residía en el pueblo que le vio nacer, es una especie de jardín botánico en pequeño (con un estanque) por el que se pasean indolentes pavos reales, cisnes negros, flamencos, patos, garzas reales y un buen número de especies afines. La Atalaya tiene un indiscutible sabor a ,palacete inglés, con ese gusto británico tan presente en las casaspalacio de las grandes familias jerezanas. Al fin y al cabo fue la aristocracia inglesa la que hace muchos años descubrió el jerez, el sherry que hizo r...

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JESÚS CACHO, El palacio de La Atalaya, donde José María Ruiz-Mateos tenía su cuartel general cuando residía en el pueblo que le vio nacer, es una especie de jardín botánico en pequeño (con un estanque) por el que se pasean indolentes pavos reales, cisnes negros, flamencos, patos, garzas reales y un buen número de especies afines. La Atalaya tiene un indiscutible sabor a ,palacete inglés, con ese gusto británico tan presente en las casaspalacio de las grandes familias jerezanas. Al fin y al cabo fue la aristocracia inglesa la que hace muchos años descubrió el jerez, el sherry que hizo ricas a las familias jerezanas. Los barcos que exportaban el mágico fluido volvían a la bahía de Cádiz cargados de mármol y caoba como lastre... Por eso aseguran en Jerez que ambos nobles materiales no son en absoluto símbolo de distinción en la ciudad.

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En La Atalaya, al lado del Museo de Relojes, está situada la capilla con la milagrosa imagen de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. En Bodegas Internacionales, una asombrosa inversión de 3.000 millones de pesetas que José María Ruiz-Mateos emprendió contra toda racionalidad financiera en plena crisis del jerez, una catedral de cemento con bóveda de arista incluida, hay un verdadero púlpito desde el que se divisa la perfecta simetría de las naves sobre un mar de botas (barricas de roble) de vino. Enfrente del púlpito, en pleno crucero, otra imagen del Perpetuo Socorro sobre tres diminutas botas con la leyenda en oro Ave Maria Gratia Plena.

Entre los bodegueros y las grandes familias de Jerez existe un pacto de silencio en torno a José María Ruiz-Mateos, el innombrable. El que quiera hacer sangre sobre, el papel y la figura del empresario jerezano, ahora en Francfort, sólo obtendrá medias sonrisas y un silencio espeso por parte de cualquiera de los nombres importantes de la zona.

Un advenedizo

Y, sin embargo, casi todos reconocen en voz baja que, si José María Ruiz-Mateos hubiera estado montado en el machito un par de años más, quizá un solo año más, la mayor parte de las grandes familias de Jerez y El Puerto, los Osborne, los González, los Terry, los Domecq, los Fernández Bobadilla, los Caballero... hubieran estado a sus pies. Pedro Domecq, SA, estaba ya a punto de caramelo a la altura del 23-F "Nadie hablará aquí mal públicamente de José María Ruiz-Mateos, pero lo cierto es que su desaparición ha sido un alivio para las familias", señala un apellido ilustre que prefiere mantener el anonimato. "Él tenía una especie de queja contra todos nosotros; era de alguna forma un advenedizo sediento de revancha, y hubiera sido feliz, llevándonos a todos a la ruina, primero, y comprándonos las bodegas, después".

La suerte, buena o mala, de las familias jerezanas puede ser discutible. Mucho menos lo es, a juicio de los expertos del sector, la suerte del jerez como vino. La expropiación de Rumasa ha supuesto la salvación del negocio jerezano. "Para el jerez, el fenómeno Rumasa no fue nunca positivo7, asegura el consejero delegado de una de las grandes bodegas.

La edad de oro del vino de j erez se vivió de 1963 a 1973. En esos 10 años, la superficie de viñedos se multiplicó por 2,5, y otro tanto ocurrió con la producción de vino, lo que cambio radicalmente la situación del producto. Ya no era suficiente esperar sentados a la sombra de los frescos patios andaluces a que la aristocracia inglesa viniera a comprarlo: por primera vez había que salir a buscar mercados, algo a lo que no estaba acostumbrada la aristocracia de la zona. Jerez no sabía vender el producto que había prestigiado una clase social británica.

Estructura mastodóntica

Aunque el petróleo se parece al sherry como un huevo a una castaña, la crisis internacional de 1973 afectó también decisivamente al negocio del jerez, al provocar una importante reducción del consumo del vino en el exterior. La crisis se topó con unas empresas con una estructura comercial muy poco agresiva y, lo más grave, superdimensionadas, metidas hasta las cachas (Terry, Garvey, Domecq) en cuantiosas inversiones en inmovilizado.

Con más o menos rapidez de reflejos, los bodegueros iniciaron su adecuación a las nuevas circunstancias, redimensionando el volumen del negocio. El último en moverse fue Pedro Domecq, y a punto estuvo de ser engullido por el imperio de la abeja. La excepción, sin embargo, fueron las empresas de Rumasa, que hicieron oídos sordos a la necesidad de adecuar su estructura mastodóntica a las nuevas circunstancias. Los problemas, desgraciadamente, no podían arreglarse individualmente, sin abordar el marco global del negocio. La oferta de vino superaba en un 46% a la demanda (400.000 botas frente a un consumo, España y extranjero, de 270.000) y los grandes mercados exteriores nadaban en el maravilloso líquido dorado. La guerra de precios estaba servida, con la abeja como gran guerrillera en la lucha del todos contra todos. "Precios a la baja; ventas de vino no rentables. Muchas operaciones se hacían por debajo del precio de costo, incluso por debajo del costo directo", señala un antiguo colaborador del empresario jerezano. "Lo de ganar o perder no le interesaba grandemente a Ruiz-Mateos; lo importánte era vender y hacer tesorería. Pero ocurre que a veces cuanto más se vende más se pierde. El resultado era que se estaba arrastrando al sector al desastre".

En efecto, el grupo Ruiz-Mateos controlaba el 33% del sector de vinos de jerez y el 25%. del sector de brandies. Con este porcentaje en su poder, Rumasa actuaba como un bucanero dispuesto a hacer inviable el cumplimiento de cualquier proyecto racionalizador del sector.

Un plan para regular oferta y demanda se puso en marcha, pero Rumasa iba por libre. "Jerez ha sido tremendamente tolerante con algo que le causaba un daño te , rrible", asegura otro nombre ilustre del todo Jerez. "Los de Rumasa no eran gente amante del vino, sino un grupo financiero especializado en comprar bodegas arruinadas; ellos tenían otra filosofía del tema, que les proporcionaba ventaja a la hora de competir, puesto que aparentemente no les importaba vender por debajo del precio de costo... Era un concepto financiero que nada tenía que ver con el negocio del jerez".

El 'padre todopoderoso' A nivel popular, sin embargo, José María Ruiz-Mateos contaba, y seguramente cuenta, con una excelente imagen de padre todopoderoso para las gentes humildes de la zona. Mientras la mayor parte de las bodegas se debatía al borde de la suspensión de pagos, con las familias descapitalizadas, Rumasa compraba y compraba muertos, inmediatamente empezaba a pintar, arreglar jardines... "La gente influyente no salía de su asombro, pero nadie preguntaba de dónde salía el dinero para tanto dispendio. Rumasa parecía tener una fuente por la que manaban los billetes del Banco de España". Las gentes humildes, sin embargo, preocupadas por comer cada día, saludaban la imparable actividad de las bodegas de don José María.

¿Cómo se las ingeniaba Rumasa para nadar contra corriente, mientras el resto estaba con el agua al cuello? A principio de mes, en el palacio de La Atalaya, centro neurálgico de la Rumasa de Ruiz-Mateos, tocaban a rebato: necesitamos 1.000 millones. Inmediatamente se ponía en marcha por toda la ciudad la insuperable red de captación de pasivo que los hombres de Ruiz-Mateos habían perfeccionado con mano

Jerez, estación término del imperio Ruiz-Mateos

maestra. En los mercados, en los bares, en oficinas, una telaraña de intermediarios captaba los ahorros de los jerezanos. El que tenía un millón podía conseguir un 18%, un 20% neto. Entregaba su dinero y recibía a cambio una letra librada por cualquiera de los bancos del grupo, cobrando los intereses al descuento. Y todo dinero negro. A continuación se hacía recuento de efectivos. Y llamada a Madrid: "Hemos conseguido 600; necesitamos otros 400". Y la maquinaria del imperio se ponía en marcha, el banco tal librando contra el banco cual para aliviar, de acuerdo con los magistrales enjuagues financieros del holding de la abeja, los apuros dinerarios de las bodegas del grupo.Y en esto llegó Boyer. "Nuestra política ha sido la de colaborar a fondo con el resto del sector, para hacer viable el Plan de Reestructuración del Marco de Jerez", señala Carlos Barbáchano, administrador general de la división de vinos expropiada. La filosofía de este Plan a tres años, introducido en 1983, "una llamada a la autodisciplina del sector", según un industrial jerezano, se basa en asumir ese exceso de oferta y la consiguiente necesidad de adecuarla a la demanda, por un lado, y aceptar la necesidad de reducir costes (precio de la uva y salarios), por otro.

El fin del sarampión

De la mano del Consejo Regulador se ha emprendido una reducción de la superficie de viñedo, habiéndose pasado ya de 22.000 hectáreas a 20.000, con el objetivo puesto en las 18.000. Paralelamente, las existencias globales de vino que pueden ser comercializadas cada año se han ido reduciendo desde el 35% al 29% de la actual campaña. "Sin la nueva administración de Rumasa no hubiera sido posible el éxito del plan", asegura el consejero delegado de una importante sociedad, "porque ha encajado con lo que el resto del sector venía demandando".

El jerez se ha salvado y los bodegueros empiezan a capitalizarse de nuevo, mientras lasfamilias consideran cerrado un capítulo incómodo, "el sarampión provocado por un advenedizo que vino a poner en peligro un negocio de siglos", iniciado allá por el siglo II, cuando la Bética exportaba a Roma el vino de Ceritium. "Como comerciantes que somos desde tiempo inmemorial, en Jerez no nos gustan las estridencias; por eso no oirá usted hablar mal en voz alta de Ruiz-Mateos".

Otros problemas específicos quedan pendientes, como ajustar los canales de distribución, abrir nuevos mercados al singular producto, invertir en propaganda para promocionarlo, crear marcas. El chaparrón parece haber pasado. "Este negocio no se puede hundir, porque hay mucho dinero y demasiada historia metidos en él", remata un empresario vinista, en el reverbero exultante de la primavera jerezana.

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