Indicios de que los mejores restos de naufragios se hallan en la desembocadura del Guadalquivir

La bahía de Cádiz ha sufrido frecuentes dragas y rellenos, en los que cabe la posibilidad de que hayan resultado dañados muchos de los pecios que contiene. La última de ellas, hace dos años, ahondó en dos metros una franja de dos kilómetros de largo por 200 metros de ancho del fondo de la bahía. El examen de una pequeña parte de los 40.000 metros cúbicos extraídos permitió recuperar para el Museo de Cádiz un buena cantidad de objetos, así como bastante platino. Sin embargo, los mayores cargamentos de metales preciosos habrá que buscarlos en la misma desembocadura del Guadalquivir, punto negro ...

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La bahía de Cádiz ha sufrido frecuentes dragas y rellenos, en los que cabe la posibilidad de que hayan resultado dañados muchos de los pecios que contiene. La última de ellas, hace dos años, ahondó en dos metros una franja de dos kilómetros de largo por 200 metros de ancho del fondo de la bahía. El examen de una pequeña parte de los 40.000 metros cúbicos extraídos permitió recuperar para el Museo de Cádiz un buena cantidad de objetos, así como bastante platino. Sin embargo, los mayores cargamentos de metales preciosos habrá que buscarlos en la misma desembocadura del Guadalquivir, punto negro del viaje a las Indias.

La citada operación de draga tenía por fin bajar la cota de nueve a 11 metros en la entrada del canal del puerto. El lodo arrastrado y extraído del fondo era después traslada do en barco a la costa y arrojado por un tubo de un metro de diámetro con el fin de llenar la zona conocida como espigón de San Felipe, ganada el mar con éste y anteriores rellenos. Un equipo dirigido por el director del Museo de Cádiz, Ramón Corzo, examinó una pequeña porción del lodo extraído De allí se pudieron salvar numerosos objetos que ahora se exhiben en el museo, entre los que se cuentan monedas púnicas, instrumentos propios de navegación y numerosa cubertería y vajilla.Esta draga, y la existencia de un proyecto para realizar una nueva, que conectaría este canal con el Bajo de las Cabezas, han podido ser las bases en las que Rober Marx ha cimentado sus ataques a la seguridad de los restos arqueológicos de la bahía.

Para Ramón Corzo, responsable de la recuperación de restos con los que se ha enriquecido su museo, el hecho de que no se hayan encontrado restos de madera hace pensar que la última draga no destrozó ningún barco y que los objetos hallados no se encontraban dentro de barcos sumergidos, sino que habían sido previamente perdidos. La idea de que el canal de entrada haya sido siempre limpiado lo más rápidamente posible cuando ha habido algún hundimiento, y la suposición de que un barco con problemas tiende a hundirse cerca de la costa, permiten también suponer que en el fondo del canal no haya gran cosa.

Distinto puede ser el caso de la nueva draga en proyecto, y que abrirá un nuevo canal no existente hasta ahora, en el que cabe la existencia de piezas muy antiguas Otra amenaza real es la continua actividad de buceadores, que extraen restos para venderlos. Ello ha dado lugar a picaresca en Arcos de la Frontera, consistente en fabricar cerámicas de estilos antiguos y enterrarlas en la playa durante dos años para luego venderlas como auténticas.

La búsqueda y recuperación de los pecios presenta dos motivos de interés: el arqueológico y el de la búsqueda de tesoros. En el primer sentido, Robert Marx, buscador de tesoros, aventurero y arqueólogo aficionado, asegura que las condiciones del fondo de estas aguas ha tenido que permitir por fuerza la conservación de algún barco fenicio. Robert Marx está convencido de que los fenicios llegaron a las costas de Brasil, y su deseo es encontrar un barco, sacarlo a flote, copiarlo y cruzar con él el Atlántico.

Tesoros en Sanlúcar

En cuestión de tesoros también hay constancia de hundimientos de barcos con importantes cargas, si bien no tanto en la bahía como en la misma salida del Guadalquivir. La barra de Sanlúcar, un banco arenoso móvil que se desplaza según las corrientes provocó numerosos naufragios. Muchos de éstos están perfectamente documentados en los archivos. Los estudios del francés Pierre Chaunu y del español Antonio García Baquero precisan bastante el porcentaje de pérdidas de barcos durante el tráfico de India pero, según manifestó el segundo de ellos, evaluar la cantidad de metal precioso hundido es muy aventurado.Tanto Robert Marx, que trabaja en representación de la sociedad internacional con sede en Florida Phoenician Explorations, como Michel Paret, un francés que trabaja para la Jessop Marine Recoveries Limited, con sede en Yorkshire, Inglaterra, se han interesado en la Junta de Andalucía por permisos para la extracción de tesoros. Pero se han encontrado con un conflicto de competencias que hace difícil saber quién tiene que dar ese permiso.

Ocurre que el Estatuto de Autonomía de Andalucía, y a pesar de los intentos del Partido Andalucista en la época de la redacción del estatuto, no concede a la comunidad autónoma competencias sobre las aguas territoriales. Sin embargo, la junta sí tiene competencias plenas en materia de arqueología. Las condiciones que Robert Marx ofrece (piezas únicas, para el Gobierno español; piezas repetidas, repartidas al 50%, así como los metales preciosos) son incompatibles, con la legislación española. Tras sus declaraciones en The New York Times es de temer que haya perdido la oportunidad de buscar en las aguas españolas.

Sin embargo, la proximidad del quinto centenario hace interesante la extracción del mayor número de restos posible. El presidente de la Diputación de Cádiz, Adolfo Perales, acaricia la idea de que la ciudad tenga un gran museo marítimo para entonces. La esperanza para la buena conservación de los restos hasta que sean extraídos está ahora en la actitud de defensa del patrimonio artístico que está llevando a cabo la Junta de Andalucía, cuyas recientes intervenciones en otros conflictos parecen revelar una firme decisión de evitar el deterioro del patrimonio. Para buscar cualquier tipo de referencia existe la base de los planos levantados durante 10 años por el geomorfólogo francés Loic Menanteau.

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