Tribuna:

Las afinidades pueden ser electivas

¿Escogemos nosotros la verdad o nos escoge la verdad a nosotros? Esta inocente pregunta sigue dividiendo la conciencia universal intelectual y la noticia de que Alianza Popular va a promocionar a sus intelectuales afines promete un interesante fin de milenio, activado por la conciencia combativa de la derecha intelectual organizada, frente a las balbucientes defensas de los posmarxistas y a ese sincretismo de supermercado de chucherías del espíritu que caracteriza a los posmodernos. Intelectuales españoles de derechas y de centro derecha haberlos haylos y siempre han ejercido com...

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¿Escogemos nosotros la verdad o nos escoge la verdad a nosotros? Esta inocente pregunta sigue dividiendo la conciencia universal intelectual y la noticia de que Alianza Popular va a promocionar a sus intelectuales afines promete un interesante fin de milenio, activado por la conciencia combativa de la derecha intelectual organizada, frente a las balbucientes defensas de los posmarxistas y a ese sincretismo de supermercado de chucherías del espíritu que caracteriza a los posmodernos. Intelectuales españoles de derechas y de centro derecha haberlos haylos y siempre han ejercido como tales aunque desadjetivados, sobre todo desde el hundimiento del frente intelectual autárquico que el franquismo intentó aglutinar en los años cuarenta.A partir de entonces la cultura española oficial era de derechas pero vergonzante o subterráneamente.

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Pertenecieran sus efectivos al reaccionarismo tradicional, al franquismo de primera hora o bien fueran tropas intelectuales de refresco agazapadas en el Opus De¡.

Todavía hoy los pocos artistas e intelectuales de derechas que reconocen serlo y los efectivos del Opus De¡ siguen cavando galerías subterráneas con disfraces metodológicos que en ocasiones, capítulo de las ciencias sociales, incluso les dan un cierto aspecto marxista.

Pero salvo Carmen Apolo, Tip, Alfredo Amestoy, Vizcaíno Casas, María Ostiz y otras escasisimas y notables excepciones, la derecha intelectual de nuevo tipo no ha dado la cara y ha. preferido la etiqueta del apoliticismo o el no sabe no contesta. Con el estreno de la democracia parecía que iba a fraguar un movimiento antimarxista de intelectuales neoliberales bajo la inspiración de los nuevos filósofos franceses, pero el asunto no pasó de ser un divertimento gozoso al que se apuntaron gentes con talante punk, con más ganas de dar que hablar, que de dar que pensar, y liberales auténticos que afirmaban su identidad por el viejo procedimiento de proclamar lo que no eran.

Pero el anuncio de Alianza Popular puede cambiar radical mente el panorama. El fraguismo va a echar el resto y va a enseñar sus poderes intelectuales, operación excitante e higiénica que puede deshorchatar la sangre de la progresía intelectual española.

Existe cierta expectación por ver quién es el Raymond Aron de Alianza Popular y quién asume el papel fotogénico de Bernard Henry-Levy, en la confianza de que el papel Milton Friedman ya lo tiene, atribuido Pedro Schwartz y de que se está buscando urgentemente un tuerto irascible para convertirle en el Le Pen español.

Promocionados o no, afines o menos, los intelectuales y artistas saben en su fuero interno que a la corta y a la larga, sean de derechas o de izquierdas, casi todo se lo deberán a su talento, al mercado cultural, a los libros de texto de Enseñanza Media y a los diccionarios enciclopédicos que son los que garantizan el paso a la posteridad. Los políticos nunca promocionan realmente a los intelectuales. Más bien al contrario, utilizan a los intelectuales afines para promocionarse.

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