Tribuna:

Monólogo de una 'muñeca repollo'

Hola, amigos. Amigos del Mundo Libre. Mi nombre es Connie, pero eso no importa demasiado. Lo que realmente cuenta son mis tres apellidos: Cabbage Patch Kid. Y sobre todo, mi carácter diferenciado, individual, único. Yo, Connie, soy distinta a todas mis primas. Tengo el pulgar más breve que el de Madge, la nariz más chata que la de Agnes, el ojo izquierdo más pequeño que el de Emily, la boca más asquerosa que la de Jenny. Las Cabbage Patch Kids somos individuos, o más bien individuas; no pertenecemos a la informe muchedumbre. Cada una de nosotras tiene su corazoncito, de un trapo o de una lana ...

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Hola, amigos. Amigos del Mundo Libre. Mi nombre es Connie, pero eso no importa demasiado. Lo que realmente cuenta son mis tres apellidos: Cabbage Patch Kid. Y sobre todo, mi carácter diferenciado, individual, único. Yo, Connie, soy distinta a todas mis primas. Tengo el pulgar más breve que el de Madge, la nariz más chata que la de Agnes, el ojo izquierdo más pequeño que el de Emily, la boca más asquerosa que la de Jenny. Las Cabbage Patch Kids somos individuos, o más bien individuas; no pertenecemos a la informe muchedumbre. Cada una de nosotras tiene su corazoncito, de un trapo o de una lana peculiares.Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, y así van las cosas. A nosotras, en cambio, nos creó Mr. Xavier Roberts, un californiano de 28 años, pero no nos fabricó a su imagen y semejanza. Gracias a nuestro éxito se hizo millonario, y conste que millonario en preciosos dólares verdes y no simples pesos o pesetas o escudos o liras. La verdad es que somos hijas o sobrinas de Xavier y de una computadora. Mamina Compu en el argot familiar.

Gracias precisamente a Mamma Compu, cada una de nosotras posee un rasgo único, distintivo. Eso, sí, todas somos feas. Y no simplemente feúchas, sino feas de solemnidad. Daddy Xavier adirirtió con lucidez que el mercado estaba sobresaturado de muñecas lindas y lindísimas, y por eso se propuso ser original y decidió crearnos así como somos, es decir, horribles. Y en un impromptu desencadenó el boom de lo feísimo. De ahí que la tan célebre mayoría silenciosa de Estados Unidos hoy se amontone, se afane, se hacine, se empeñe, se estruje, se propine fraternales codazos y se haga democráticas zancadillas sólo para llegar hasta nosotras y satisfacer (previo pago y mediante certificado) su impostergable necesidad de adoptarnos. Luego, ya en sus hogares, esa silenciosa mayoría nos mira con azoro, y nos ve tan horrendas que no les queda otra solución que retirarse a vomitar, en silencio, por supuesto. Ah, pero cuando presumen de la estupenda adopción ante los buenos vecinos del bungalow de la derecha (no sé por qué los de la izquierda no quieren saber nada de nosotras), ya están en condiciones de exhibir su característica sonrisa, y los buenos vecinos, a su vez, sonríen, porque también ellos están en condiciones de vanagloriarse de su repollo propio, siempre y cuando hayan tenido tiempo de reponerse de su náusea particular.

No sé si ustedes lo saben, pero las Cabbage Patch Kids tenemos nuestro servicio médico, nuestros bien instalados sanatorios (por cierto, bastante caros, pero es obvio que el confort tiene su precio), donde nos atienden con singular afecto y, en el caso desgraciado de que alguna niña de carne y hueso (o sea, un vulgar repollo de imitación), muerta de envidia e histérica de celos, nos haya quebrado una de esas croquetas que llevamos por piernas, siempre habrá un amable y capacitado cirujano que nos repare y nos devuelva impecables al seno de nuestra familia de adopción. 0 sea, que nosotras no pertenecemos a esa casta inferior de criaturas salvadoreñas o guatemaltecas o peruanas que (según proclaman los comunistas, anarquistas, ecologistas, pacifistas y otras lacras) mueren de hambre y avitaminosis y de falta de atención médica.

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Yo me digo y les digo: si nadie los atiende adecuadamente, por algo será; lo más probable es que sean indias o negras o mulatas marxistas.

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Algo que no acabo de entender (y tampoco lo entienden mis hermanas y primas) es por qué demonios hay parejas norteamericanas que se dedican a adoptar clandestinamente a niños argentinos (hijos de desaparecidos) cuando podían habernos adoptado a nosotras, que además salimos mucho más baratas. ¿O es que no comprenden que esas criaturas llevan en su sangre los mismos hematíes inconformistas y antinorteamericanos de quienes las engendraron, y que cuando empiezan a balbucear no dicen daddy, sino yankee, go home? Con nosotras no se corre semejante riesgo, no sólo porque no tenemos sangre ni hematíes, sino porque nuestra lana y nuestros trapos son profundamente democráticos. Estamos consustanciadas con la libre empresa, los monopolios y el capitalismo. Creemos fanáticamente en el dinero, y, cuando las cosas van mejor, también en la libertad. Defendemos a las dictaduras amigas del hemisferio, verbigracia, el abuelito Pinochet, el abuelito Stroessner, el abuelito Goyo Álvarez, el abuelito Mejía Víctores. Los defendemos sobre todo porque entre muñecas y títeres siempre ha habido comunicación y solidaridad. Otros títeres igualmente prestigiosos, como el abuelito Somoza, el abuelito Trujillo o el abuelito Batista, a todos los cuales admiramos mucho, se fueron al cielo. Eran tan feos como nosotras, quizá un poquitín más repugnantes, pero en su tiempo todavía no había comenzado el boom de lo asqueroso que oportunamente inauguraron (cada uno en su campo) Xavier y Ronald.

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Monólogo de una 'muñeca repollo'

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