Crítica:TEATRO FLAMENCO

Una vía de creación agotada

Nanas de espinas es la quinta aventura teatral / flamenca de Salvador Távora. No es la más afortunada. Desde aquel deslumbrante hallazgo que fue Quejío da la impresión de que Távora se empecina en continuar explorando una fórmula que no da mucho más de sí, y, que a estas alturas parece totalmente agotada. Távora copia a Távora. En el escenario vemos esa iconografía que le es tan querida: el retablo semanasantero; los hombres símbolo, despersonalizados, militarizados, robotizados; la máquina, las herramientas, las cadenas; la referencia taurómaca... Todo ello constantemente al filo d...

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Nanas de espinas es la quinta aventura teatral / flamenca de Salvador Távora. No es la más afortunada. Desde aquel deslumbrante hallazgo que fue Quejío da la impresión de que Távora se empecina en continuar explorando una fórmula que no da mucho más de sí, y, que a estas alturas parece totalmente agotada. Távora copia a Távora. En el escenario vemos esa iconografía que le es tan querida: el retablo semanasantero; los hombres símbolo, despersonalizados, militarizados, robotizados; la máquina, las herramientas, las cadenas; la referencia taurómaca... Todo ello constantemente al filo de la exasperación, hierático, grandilocuente, rígido en un corsé agobiador de jadeos y frases esculpidas con dureza sin concesiones.La emoción no llega; los duendes de lo jondo, tampoco. El artilugio escenográfico en torno al cual se centra la acción es demasiado complicado y no resulta funcional; a la larga se convierte en otro elemento distanciador. Si el cante y el baile flamenco tenían en anteriores obras de Távora y La Cuadra de Sevilla un valor sustantivo, fundamental, aquí se diluyen y no llegan a ganar demasiado relieve, salvo esa nana bellísima que articula la historia que se dice inspirada en la obra de García Lorca Bodas de sangre, inspiración que no pasa de ser una lejana referencia.

Nanas de espinas

Creación y dirección: Salvador Távora. Interpretación: La Cuadra de Sevilla. Teatro Bellas Artes de Madrid, 8 de febrero 1984.

En cante, lo más importante es la siguiriya grabada del final de la obra, que José de la Tomasa interpreta con grandeza y emoción. En cambio, hay otros cantos, incluso sacros, muy hermosos, que interpreta muy bien la Coral Polifónica Santa María de la Rábida, de Huelva. Es en esos momentos, quizá, cuando la obra se eleva sobre sí misma y se transforma casi en un oratorio.

Experiencia interesante, en cualquier caso, como todo lo que hasta ahora ha puesto en pie La Cuadra de Sevilla, sobre todo teniendo en cuenta la tremenda carencia de un teatro flamenco de calidad. En el aspecto dramático, sobre todo, lo hecho por Távora es prácticamente único. Y esto hay que agradecérselo.

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