Tribuna:

Armametismo y desarme / y 2

sólo la disminución de los gastos militares en los países subdesarrollados puede generar los necesarios recursos para combatir la pobreza. la suma de los rearmes nacionales no afianza la paz, sino que la pone en peligro cada vez más. para el autor del artículo, la versión oficial de desarme que impera en la diplomacia mundial no podrá ser, en las actuales circunstancias, sino una forma de justificar el rearme.

Tomar decisiones es urgente. El desequilibrio existente entre los recursos dedicados a la vida y a la muerte, -porque la muerte va emparejada a las características del rearme actu...

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sólo la disminución de los gastos militares en los países subdesarrollados puede generar los necesarios recursos para combatir la pobreza. la suma de los rearmes nacionales no afianza la paz, sino que la pone en peligro cada vez más. para el autor del artículo, la versión oficial de desarme que impera en la diplomacia mundial no podrá ser, en las actuales circunstancias, sino una forma de justificar el rearme.

Tomar decisiones es urgente. El desequilibrio existente entre los recursos dedicados a la vida y a la muerte, -porque la muerte va emparejada a las características del rearme actual, es el fruto de la -fuerte intensidad que ha adquirido la carrera de los armamentos, particularmente de los gastos militares en el Tercer Mundo. Sólo la disminución de los gastos militares en los países subdesarrollados podrá generar los recursos financieros necesarios para combatir la pobreza del mundo subdesarrollado.La relación entre el militarismo y armamentismo es muy estrecha, incluso vinculante, a causa del rol creciente que los armamentos desempeñan en el campo de la actuación política. Este rol destacado de los armamentos contribuye sobremanera a la consolidación de uno de los factores más destacables del. militarismo: el de la parcial autonomía de los procesos de los armamentos, plasmada y traducida institucionalmente en el gran poder político y económico de los complejos militar-industriales.

Desde hace más de 20 años, la sucesión de programas de armamentos está menos planificada por las opciones políticas y estratégicas que por la dinámica interna del desarrollo tecnológico. La carrera de armamentos es fundamentalmente una carrera tecnológica. En un planteamiento de desarme, por tanto, es necesario que las medidas de limitación incidan directamente sobre los perfeccionamientos todavía en gestación, es decir, sobre los programas de investigación y desarrollo que llevan a cabo las industrias bélicas.

En definitiva, el rearme de las grandes potencias -y el que pretenden imponer a sus aliados- no pretende una igualación tecnológica entre ellas, sino que sigue una' dinámica de aprovechar al máximo y lo más rápidamente posible cualquier avance en la tecnología de sus propios procesos de investigación, lo que conduce a una rápida sofisticación de los sistemas de armamento existentes. Lo trágico de este proceso es que, a nivel internacional, la suma de los rearmes nacionales no aumenta la seguridad del planeta, sino todo lo contrario, máxime cuando la presente situación es de acumulación de tensiones y de conflictos latentes, que cualquier día se desencadenarán con una violencia insospechada.Cinco consecuencias

Esta política de equilibrio de fuerzas mediante el rearme que siguen las grandes potencias comporta cinco grandes consecuencias:

1. La implantación de un sistema pemanente de amenazas.

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2. El perfeccionamiento de los armamentos.

3. Una continua preparación para la guerra.

4. Una psicosis de seguridad egocéntrica.

5. Una justificación del militarismo interior.Con esta política armamentista se ha creado una situación nueva en la historia de la humanidad, cuyas consecuencias habrá que reflexionar en profundidad: la existencia de un abismo entre una cultura que razona con mentalidad preatómica o pretecnológica y el poder destructivo que ha acumulado. Si se mantienen los pilares tradicionales del militarismo y siguen desarrollándose las dinámicas derivadas de su aspecto tecnológico, se producirá una situación a corto plazo en la que imperará la continua desestabilización política y económica, con el riesgo de desembocar en un tipo de conflictividades altamente destructivas y de imposible regulación, puesto que se ha deteriorado profundamente la capacidad de dirigir y dominar estos conflictos.

Y urge tomar conciencia y responsabilidad de estos hechos, porque no podemos olvidar que existe en el mundo una división entre zonas de acumulación de capital y zonas de acumulación de conflictos. La geografía de los conflictos armados corresponde a la geografía del hambre, de la mortalidad infantil, del analfabetismo, del subdesarrollo, que se estabiliza mediante el sobrearmamento.

Mientras la generalidad de los pueblos no cuestionen profundamente el mismo concepto de defensa y, por consecuencia, de los aparatos encargados de llevarla a cabo y de estimularla, resultará difícil, si no imposible, evitar las patologías de estos aparatos militares, sus excesos, imposiciones, dinámicas y defectos. Porque, en definitiva, lo que está en cuestión no es otra cosa que elfin y los medios, que en la época actual se traduce, prácticamente sin alternativas, a la relación defensa-armamento. Y hay que encontrar alternativas a esta relación.Defensa y seguridad nacional

Cuando preconizamos una pro funda desmitificación del concepto de defensa y de seguridad nacional es porque partimos del convencimiento de que esta terminología aparentemente positiva oculta realidades destructivas, y a unos niveles que llegan a invalidar la idea de su origen. Urge, pues, un largo debate y una reflexión sobre este tema, del que pueda surgir, no ya una nueva terminología para una misma idea, sino una nueva forma de entender la seguridad de los pueblos en las circunstancias actuales y de cara al futuro. La obsesión de las grandes potencias en apreciar únicamente en el campo contrario toda la gama de maldades y perversión es un motivo determinante para no llegar a un acuerdo de desarme, en la medida en que ningún país está dispuesto a reconocer o a intuir su propia capacidad de destrucción total y, por tanto, a cuestionar la legitimidad moral de la estrategia nuclear. La actitud paranoide de pensar que, ante una iniciativa propia de desarme, el otro aprovechará para sacar ventaja, es uno de los obstáculos más grandes para lograr una desmilitarización de la sociedad internacional.

Es imprescindible, pues, rehusar el juego de escalada de tensión provocada por las actitudes soviéticas y americanas. De lo contrario, se acentuará la psicosis de guerra y, como corolario, se fortalecerá la militarización de la sociedad. No puede dejarse la capacidad de acción, tanto en el Este como en el Oeste, a los tecnócratas del enfrentamiento y de la soberanía armada. La humanidad jamás se emancipará mientras esté dirigida por suicidas que confían en el rearme para conseguir el desarme y que han transformado el antiguo espíritu de desárme en una mera gestión de la carrera de armamentos.

El desarme real es una empresa y un objetivo auténticamente político, porque sólo es posible en la medida en que se produzcan verdaderos cambios en las relaciones económicas y políticas intemacionales. El desarme implica no sólo la reducción de los armamentos y de los gastos militares, sino una reducción de las múltiples funciones de los armamentos, tanto de las funciones declaradas (defensa del territorio) como las no declaradas (represión interior), tanto en una dimensión horizontal (entre Estados) como en una dimensión vertical (dentro de los Estados).

Un primer objetivo general es el de crear una flexibilidad real para la diplomacia internacional en el esquema general nacional y social, a través de la autolimitación y autocontrol de las propias actividades armamentistas, por iniciativa unilateral.Educación para el desarme

La educación y las proposiciones relativas a la educación para el desarme tienen también un rol determinante, aunque sea a largo plazo. Este proceso cultural es importante, porque la política de desarme que propugnamos tiene que tener en cuenta las causas que han provocado la existencia del fenómeno militarista.

Una política de paz tiene que basarse en el reconocimiento de la existencia de tensiones y de conflictos, sin ignorar las relaciones de fuerza que existen en la vida de las colectividades humanas. Pero es también característica propia de¡ género humano el saber canalizar y resolver estas tensiones, que, seguramente, habrán de comportar una transformación real de los modelos de coexistencia, que en la actualidad sólo sirven para automatizar y racionalizar las estructuras armamentistas.

Mientras un programa de este tipo resulte, incluso a primera vista, utópico, la versión oficial de desarme que impera en el mundo de la diplomacia no podrá ser más que una mera justificación encubierta del rearme. Y es que, se mire como se mire, rearme y desarme son y serán procesos antagónicos e incompatibles. es experto en cuestiones militares y de la carrera de armamentos, autor de Crisis del militarismo y militarización de la crisis, entre otras obras.

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