Cartas al director

La estatua de Franco en Santander

Muchos confiábamos en que la retirada por obras de la estatua ecuestre de Franco supondría su adiós definitivo. No ha sido así. Su reposición en la presidencia de la plaza más importante de Santander, por personalísima decisión del reelegido alcalde, independiente en la coalición de la derecha, y con el mutismo, que ya no me sorprende, del resto de la corporación, constituye un agravio a todos los demócratas de esta ciudad.Una ofensa absurda en estos tiempos. Porque si el origen de las estatuas honoríficas es el tributo rendido por los seres humanos a sus benefactores, lo cierto es que ...

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Muchos confiábamos en que la retirada por obras de la estatua ecuestre de Franco supondría su adiós definitivo. No ha sido así. Su reposición en la presidencia de la plaza más importante de Santander, por personalísima decisión del reelegido alcalde, independiente en la coalición de la derecha, y con el mutismo, que ya no me sorprende, del resto de la corporación, constituye un agravio a todos los demócratas de esta ciudad.Una ofensa absurda en estos tiempos. Porque si el origen de las estatuas honoríficas es el tributo rendido por los seres humanos a sus benefactores, lo cierto es que Franco se autoerigió uno a uno sus monumentos, y Franco, espejo siniestro ante el que tantos han llorado durante 40 años interminables, asesino de la libertad, que firmó penas de muerte hasta su agonía, lo que menos merece de los españoles es una estatua. /

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