Crítica:

Noche de 'jazz' en Barcelona, entre el tumulto y el delirio

La noche del jazz que tuvo lugar el pasado viernes en la basílica de Santa María del Mar, de Barcelona, empezó con un tumulto, que a punto estuvo de degenerar en algo mayor, y terminó en apoteosis, con el público puesto en pie aplaudiendo y coreando las canciones de Marion Williams y las hermanas Barret.

El público que abarrotaba la basílica soportó estoicamente casi veinte minutos de ruido producidos por los equipos de megafonía instalados en el interior del templo. Las actuaciónes de Nuria Feliu y de la Bing Band del Aula de Música Moderna y Jazz de Barcelona quedaron total...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

La noche del jazz que tuvo lugar el pasado viernes en la basílica de Santa María del Mar, de Barcelona, empezó con un tumulto, que a punto estuvo de degenerar en algo mayor, y terminó en apoteosis, con el público puesto en pie aplaudiendo y coreando las canciones de Marion Williams y las hermanas Barret.

El público que abarrotaba la basílica soportó estoicamente casi veinte minutos de ruido producidos por los equipos de megafonía instalados en el interior del templo. Las actuaciónes de Nuria Feliu y de la Bing Band del Aula de Música Moderna y Jazz de Barcelona quedaron totalmente deslucidas.

Se suspendió momentáneamente el recital, mientras las autoridades deliberaban. Al rato, más de un cuarto de hora, Tete Montoliú tocó tres piezas al piano que fueron seguidas con absoluto silencio y aplaudidas con entusiasmo. Nueva interrupción de casi veinte minutos que el público aguantó sin una sola protesta pese a la ausencia de explicaciones, y entonces se produjo la aparición de Lois Barret y The Barret Sister. Aquí empezó el delirio.

Con el público literalmente a sus pies, subido al mismo escenario, el trío bordó uno de los recitales más impresionantes de los que se recuerdan.

Tan satisfecho quedó el público de la actuación, que abandonaba la basílica, cuando en ella se aposentó Marion Williams, nadie daba en ese momento nada por su actuación porque parecía imposible remontar el clima que habían dejado las hermanas Barret. Williams lo consiguió.

Veinticinco minutos estuvo cantando Oh happy day coreada por todo el público con voces y palmas. Y eso no fue nada. El delirio siguió creciendo con la interpretación de When the saint go marching in y llegó al paroxismo con Amén. A la una de la madrugada el público estaba rendido. No siguió aplaudiendo porque no podía de simple agotamiento.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Archivado En