Amor por un escritor maldito
La presencia en Dublín de gran número de joyceanos, desandando emocionados los pasos centenarios que el protagonista de Ulises dio tal día como hoy por las calles de la capital irlandesa, marcan la consagración en su patria del escritor que revolucionó la literatura contemporánea con una de las crónicas más brillantes, ingeniosas, divertidas y hasta sacrílegas que jamás se han escrito no ya en inglés -el idioma de los invasores británicos- sino en cualquier otro lenguaje.Ulises está considerada como una de las novelas cumbres ciel presente siglo. Pero este hecho sin discusión no ...
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La presencia en Dublín de gran número de joyceanos, desandando emocionados los pasos centenarios que el protagonista de Ulises dio tal día como hoy por las calles de la capital irlandesa, marcan la consagración en su patria del escritor que revolucionó la literatura contemporánea con una de las crónicas más brillantes, ingeniosas, divertidas y hasta sacrílegas que jamás se han escrito no ya en inglés -el idioma de los invasores británicos- sino en cualquier otro lenguaje.Ulises está considerada como una de las novelas cumbres ciel presente siglo. Pero este hecho sin discusión no evitó la marginación de su autor en su país, del que Joyce sale hacia el exilio muy temprano, arrojado por el entorno político, social y moral, y peleado con los devotos del renacimiento cultural irlandés, que iba a ridiculizar con crueldad. Que hoy toda Irlanda (y en especial Dublín, la ciudad que tantos lectores conocen y aman por Ulises sin haber pisado nunca sus calles), vuelva sobre Joyce con agradecimiento nacionalista no deja de ser una consagración del arte como arma arrojadiza pues -ya se ha dicho- el autor de Dublineses se propuso dar la mejor batalla que entonces podía ofrecerse al enemigo: escribir en su lengua una epopeya que sólo Shakespeare podría sentirse capaz de repetir.