Creciente tensión en torno a las Malvinas

Un escenario conocido para la Royal Navy

Cinco veces en el siglo XX, hasta la presente crisis, el Reino Unido ha utilizado, o amenazado con utilizar, sus fuerzas navales en la zona de las islas Malvinas para defender sus intereses. En dos de estos casos el enemigo era Alemania. En el resto, Argentina. En todos, Londres consiguió sus propósitos.En 1948, Argentina envió una flotilla de dos cruceros y seis destructores, con cinco almirantes, para intentar imponer por la fuerza sus demandas territoriales sobre las dependencias de la Antártida. Pero, por un lado, el presidente de Chile, sobre una fragata, y el gobernador británico de las ...

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Cinco veces en el siglo XX, hasta la presente crisis, el Reino Unido ha utilizado, o amenazado con utilizar, sus fuerzas navales en la zona de las islas Malvinas para defender sus intereses. En dos de estos casos el enemigo era Alemania. En el resto, Argentina. En todos, Londres consiguió sus propósitos.En 1948, Argentina envió una flotilla de dos cruceros y seis destructores, con cinco almirantes, para intentar imponer por la fuerza sus demandas territoriales sobre las dependencias de la Antártida. Pero, por un lado, el presidente de Chile, sobre una fragata, y el gobernador británico de las islas Malvinas, sobre el buque Nigeria, zarparon también y la tensión se enfrió. La amenaza del uso de la fuerza se volvió contra Argentina.

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En septiembre de 1976, el buque británico Puma zarpó de Ciudad el Cabo (Suráfrica) hacia Port Stanley, la capital de las Malvinas, tras una invasión simbólica de estas islas por un grupo de ciudadanos argentinos. El acontecimiento vino acompañado de manifestaciones antibritánicas en Buenos Aires. El incidente fue resuelto por la vía de la negociación, y las fuerzas navales no fueron utilizadas.

La última vez que Londres utilizó la amenaza del uso de la fuerza para defender sus derechos en las islas Malvinas fue en 1977. Las voces corrían en Buenos Aire de que Argentina preparaba una invasión. Con James Callaghan de primer ministro y David Owen al frente del Foreign Office, el Gobierno laborista decidió enviar, en diciembre de ese año, a las disputadas islas un destacamento naval. La operación fue tan secreta que nadie se enteró.

El Foreign Office nunca ha publicado los detalles, pero se entiende que el destacamento estaba formado por dos fragatas y un buque auxiliar; en cualquier caso, insuficientes, militarmente, para impedir un desembarco argentino. La diplomacia volvió a triunfar. "Fuimos en secreto y volvimos en secreto", comentó Owen el pasado 3 de abril.

Contra Alemania, en la primera guerra mundial, la batalla de las Malvinas, el 8 de diciembre de 1941, fue un gran éxito para el almirante británico sir Diveton Sturdee, que zarpó de Inglaterra con instrucciones de "buscar y destruir al enemigo".

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Al mando de un destacamento de ocho buques -entre ellos, dos cruceros de combate, uno de los cuales llevaba el nombre de Invencible-, Sturdee se enfrentó con cinco buques de guerra y tres navíos de reavituallamiento, capitaneados por el almirante Graf von Spree.

La batalla naval, al suroeste de las Malvinas, fue un total triunfo británico. La Royal Navy contaba con una clara superioridad numérica. Las fuerzas aéreas no estaban aún allí, y los buques británicos eran muy rápidos y más mainiobrables. La batalla de las Malvinas, dicen algunos historiadores, fue crucial, pues con ella el Reino Unido volvió a gozar del control de los mares abiertos.

Los paralelismos con la situación actual son dificiles de establecer. "La historia nunca se repite", dijo Voltaire; "el hombre, siempre".

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