Reportaje:Un año de Administración republicano-conservadora en EE UU / y 4

Una política exterior a caballo entre la retórica y el pragmatismo

El presidente, menos interesado en los asuntos mundiales que en los problemas de política interior, procura mantener un compromiso a la hora de zanjar problemas entre las dos grandes corrientes que intentan dominar la política exterior estadounidense.Entre la escuela de los que preconizan una actitud firme frente a la URSS, sobre todo después de los acontecimientos en Polonia aun a riesgo de cortar lazos del diálogo, radicalizar la tensión mundial o dificultar la frágil convivencia entre los miembros de la Alianza Atlántica.

En el caso específico de Polonia, donde pedían la exige...

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El presidente, menos interesado en los asuntos mundiales que en los problemas de política interior, procura mantener un compromiso a la hora de zanjar problemas entre las dos grandes corrientes que intentan dominar la política exterior estadounidense.Entre la escuela de los que preconizan una actitud firme frente a la URSS, sobre todo después de los acontecimientos en Polonia aun a riesgo de cortar lazos del diálogo, radicalizar la tensión mundial o dificultar la frágil convivencia entre los miembros de la Alianza Atlántica.

En el caso específico de Polonia, donde pedían la exigencia del reembolso de la deuda polaca, el embargo de cereales o incluso la ruptura de las actuales negociaciones de armamento en Ginebra destacan, entre los duros, Caspar Weinberger, secretario de Defensa; Jeanne Kirkpatrick, embajadora ante la ONU, y William Casey, director de la CIA. Más moderados, y posiblemente conscientes de la necesidad de evitar mayores tensiones entre los miembros de la OTAN, son el secretario de Estado, Alexander Haig, junto con los secretarios del Tesoro y de Comercio, Donald Reagan y Malcolm Balbrid, respectivamente, quienes aconsejan prudencia al presidente a la hora de tomar decisiones.

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Aunque las relaciones con la URSS son el objetivo prioritario de la política exterior norteamericana, las relaciones con los aliados europeos, Oriente Próximo, Centroamérica, China y el Cono Sur africano son también objeto de particular atención.

Un amplio letargo

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Las sanciones contra la URSS a raíz de la represión en Polonia no incluyen el efectivo capítulo del embargo de cereales. Una "señal" opinan algunos comentaristas de la vida política norteamericana, de que Washington no quiere romper otra vez los puentes después de un largo letargo en las relaciones soviético-norteamericanas, nacido con la intervención militar soviética en Afganistán, en diciembre de 1979.

A pesar de que Reagan critica abiertamente a Moscú como "patrocinador del terrorismo internacional" o de "ansias belicosas contra EE UU", se han reanudado los lazos para una reducción de armas nucleares de medio alcance.

"Esta Administración está interesada en mantener las negocia ciones para una reducción de armas, incluidas las armas estratégicas", dijo ayer el portavoz del Departamento de Estado, Dean, Fisher, horas antes de la salida de Alexander Haig hacia el continente europeo.

El próximo miércoles, en Ginebra, se reunirán de nuevo Alexander Haig y su homólogo soviético, Andrei Gromiko, aunque Washington ha dado a la cita un tono completamente polaco.

Hasta el verano pasado había una línea política que subordinaba cualquier reanudación de contactos con la URSS a una salida de las tropas soviéticas de Afganistán. Después, el "vínculo" quedó olvidado, como, lamentablemente para los demócratas polacos, puede quedar también olvidado si se relaja la represión en Polonia.

Los países europeos miembros de la OTAN, más sensibles que Estados Unidos a las consecuencias que pueda traer una ruptura violenta de los acuerdos de Yalta, no siguieron al pie de la letra a Washington en sus sanciones contra la URSS. Queda ahora el foro de la Conferencia sobre Seguridad y Cooperación en Europa (CSCE), en Madrid, para continuar la estrategia depresión norteamericana hacia Moscú.

Unas negociaciones serias para la reducción de armamento nuclear pasan por el apaciguamiento de las tensiones creadas con Polonia. También del clima polaco depende el posible encuentro durante el año en curso entre Reagan y Breznev, en una cumbre entre las dos superpotencias.

Del acoso verbal contra Moscú, mantenido hace un año en discursos y conferencias de Prensa de Reagan, se ha saltado a preparar un calendario de la cumbre soviético-norteamericana. Hay limitaciones, por otra parte, para el comercio de productos de alta tecnología norteamericana hacia la URSS, pero los intercambios continúan a buen ritmo entre ambos países.

Otras prioridades

Oriente Próximo ha sido también escenario de la relativa maleabilidad de Reagan en política exterior. Por primera vez en la historia, Washington condenó dos acciones de Israel en el foro de las Naciones Unidas: una por el bombardeo de la central nuclear en Irak y la segunda por la anexión de los altos del Golán.

Continúa el proceso de paz de Camp David, a pesar del asesinato del presidente egipcio Anuar el Sadat, mientras Washington valoró positivamente un plan de paz global para la zona, incluido el derecho de autodeterminación del pueblo palestino, presentado por Arabia Saudí y rechazado por los árabes en la cumbre de Rabat.

El potente grupo de presión pro israelí del Congreso norteamericano tampoco pudo evitar la venta de sofisticado material aéreo militar (AWACS), por valor de 8.500 millones de dólares, a Arabia Saudí.

En Centroamérica, Washington patrocina unas elecciones en El Salvador con apoyo de la Organización de Estados Americanos (OEA), excepto México y Nicáragua, a pesar de resultar una dudosa vía para una solución del conflicto, al no existir garantías dejuego limpio que incluya a todas las partes interesadas. Un discreto apoyo en material militar y consejeros -unos cincuenta- continuó hacia El Salvador durante el primer año de la Administración Reagan, con los "puntos de mira" puestos hacia Cuba y Nicaragua, directamente ac usadas por Washington de "intervencionismo" en El Salvador.

Un Plan Marshall de ayuda a la coordinación económica en el área del Caribe, en coordinación entre EE UU, México, Canadá y Venezuela, es otra de las criaturas políticas de la Administración Reagan en lo que va de año.

Con gran revuelo entre los ultraconservadores republicanos, que, con razón, le acusan de traicionar su programa electoral, Reagan vetó la venta de modernos aviones de combate a Taiwan, en un esfuerzo para, cuando menos, no empeorar las incipientes relaciones entre Washington y Pekín.

Existen también posiciones dialogantes por parte de Washington hacia problemas como el futuro de Namibia, en un continente africano donde la principal bestia negra para EE UU sigue siendo el coronel libio Muamar el Gadafi.

Para Reagan, apoyado en dos tendencias muchas veces contradictorias en política exterior, entre halcones y palomas, la mejor prueba de que cada vez se interesa más por la política internacional es que, de acuerdo con sus discursos y conferencias de Prensa, cada vez repite menos los ejemplos que hacen mención a "mis tiempos de gobernador de California".

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