Editorial:

Papá Noel norteamericano para Hassan II

LOS NORTEAMERICANOS se muestran en la actualidad convencidos de que el presidente Reagan prepara un "escarmiento" a Libia o Cuba que convenza al mundo de que algo ha cambiado de verdad en la Casa Blanca.Paralelamente creen que Washington no permitirá la caída de otro sha. La protección de los amigos, explican, pasa por encima de algunos de los principios sustentados por la anterior Administración Carter.

Aunque saber cuáles son los líderes que Estados Unidos considera amigos es tarea laboriosa, queda comprobado que el rey Hassan II de Marruecos tiene todas las apariencias de ser uno de ...

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LOS NORTEAMERICANOS se muestran en la actualidad convencidos de que el presidente Reagan prepara un "escarmiento" a Libia o Cuba que convenza al mundo de que algo ha cambiado de verdad en la Casa Blanca.Paralelamente creen que Washington no permitirá la caída de otro sha. La protección de los amigos, explican, pasa por encima de algunos de los principios sustentados por la anterior Administración Carter.

Aunque saber cuáles son los líderes que Estados Unidos considera amigos es tarea laboriosa, queda comprobado que el rey Hassan II de Marruecos tiene todas las apariencias de ser uno de ellos. ¿Qué puede motivar a Norteamérica para acudir al rescate de un rey que en veinte años de reinado se ha destacado por convertir en éxitos ficticios numerosos contratiempos reales?.

La realidad de Marruecos, convertida en cifras, ofrece un paisaje desolador: uno de cada tres marroquíes es catalogado por el Banco Mundial de pobre absoluto; la mitad de la población activa está en paro, ya sea total o camuflado. La tercera parte de los ingresos por exportaciones los ha de emplear en pagar la factura del petróleo; la segunda tercera parte, en sufragar las importaciones de alimentos, y la última fracción, en amortizar la deuda exterior.

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A este país tan en precario, el presidente Ronald Reagan ha enviado en lo que va de año una auténtica cabalgata de papás Noel. Primero, misiones militares que culminaron con la visita del secretario para la Defensa, Caspar Weinberger, dispuesto a llenar la cesta de compras militares del monarca. Luego acudieron a Fez, una de las cuatro ciudades imperiales entre las cuales se desplaza la corte marroquí, los encargados de ofrecer seguridad. El almirante Robert Inman, director adjunto de la CIA, precedió en una semana al general James Williams, director de la DIA (inteligencia militar).

Sólo los graves sucesos de Polonia lograron que el secretario de Estado Alexander Haig pospusiera su proyectado viaje a Marrakech. No obstante, en enero viajarán a Rabat otros dos secretarios de Estado norteamericanos, el de Comercio y el de Industria. Mientras tanto, el general marroquí Ahmed Dlimi se desplazará a Washington para preparar la visita del rey Hassan II a Norteamérica.

¿Qué vale el rey Hassan II para los norteamericanos?. Según ellos, es un monarca más preparado que sus pares africanos; ostenta el liderazgo de los moderados árabes, y es realmente amigo de Occidente. Por el contrario, la única alternativa que ven a su régimen en el presente sería la militar, y los militares ya han demostrado, según Washington, lo imprevisibles que son.

Desde el punto de vista de la democracia, el régimen de Hassan II no es, para Reagan, peor que muchos otros. El general Jaruzelski está dispuesto a causar más estragos entre los obreros polacos que el rey Hassan II entre los marroquíes en Casa Blanca en junio último. Los 194 presos políticos de Hassan II constituyen una gota de agua comparados con los 20.000 de Fidel Castro.

Pero nada de lo anterior bastaría por sí solo para justificar el formidable apoyo de Reagan al monarca marroquí. El valor de Hassan II para Estados Unidos parte de consideraciones eminentemente estratégicas.

En primer lugar la defensa de Arabia Saudí -país clave para la determinación del precio del petróleo-, que es lo que verdaderamente importa a Washington, comienza en Rabat. Después de la anexión del Golán por Israel y la propuesta a Siria de entablar negociaciones directas e incondicionales con el Estado judío, a nadie puede escapar que esto sea en parte una represalia por el fracaso de la 12ª cumbre árabe de Fez, y, con ella, momentáneamente, del liderazgo de Arabia Saudí.

En segundo término, Estados Unidos abriga el convencimiento de que el conflicto del Sahara es ya, por la tendencia marxista del Polisario y el respaldo de la URSS, un aspecto más de la pugna bipolar: que un Estado saharaui independiente influido por la URSS sería una auténtica amenaza en el espacio labil sahariano de la Alianza Atlántica.

El respaldo de Reagan a Hassan II tiene sin embargo un límite muy delicado: la CIA no ha modificado su valoración original del conflicto del Sahara, que para ella sigue siendo una guerra que Marruecos no puede ganar.

En consecuencia, toda la acción norteamericana se ha dirigido a lograr que el rey Hassan II acepte el principio de la negociación, como así lo hizo en Nairobi. El presidente Reagan se ha hecho prometer además por Hassan II que llegará a un entendimiento con el presidente Chadli Benjedid, de Argelia, en los dos primeros meses de 1982 como máximo. Rabat y Argel han aceptado ya, según se cree, el principio de reanudar las relaciones diplomáticas rotas en 1976.

Todo entendimiento de Marruecos con Argelia sólo es posible, sin embargo, sobre la base de nuevas concesiones marroquíes en el Sahara, y la pérdida o el abandono de ese territorio por Marruecos puede convertirse en el fin de la monarquía alauí.

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