Tribuna:

Imperdonable error

Hay situaciones cuya gravedad es mayor porque son fruto de la nada. Ni de una política mal enfocada, ni de conveniencias más o menos discutibles, ni siquiera de la mala voluntad. Se trata de aquellas provocadas por el desinterés y la igno-rancia. Desinterés que se cierne sobre personas que honradamente han dado lo mejor que sabían, e ignorancia de activitades, que solamente los miopes pueden despreciar hasta ese punto. Es el caso del Consejo Superiorde Investigaciones Científicas (CSIC). El caso de 6.000 trabajadores empeñados en poner al más alto nivel la investigación española. Empeño que ti...

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Hay situaciones cuya gravedad es mayor porque son fruto de la nada. Ni de una política mal enfocada, ni de conveniencias más o menos discutibles, ni siquiera de la mala voluntad. Se trata de aquellas provocadas por el desinterés y la igno-rancia. Desinterés que se cierne sobre personas que honradamente han dado lo mejor que sabían, e ignorancia de activitades, que solamente los miopes pueden despreciar hasta ese punto. Es el caso del Consejo Superiorde Investigaciones Científicas (CSIC). El caso de 6.000 trabajadores empeñados en poner al más alto nivel la investigación española. Empeño que tiene mucho valor, porque ni los sucesivos Gobiernos, ni los órganos de comunicación social, ni los empresarios, ni la banca han hecho nada comentable para fomentarlo. Cuantos algo hacemos para que la investigación no se paralice llevamos cinco años soportando alusiones basadas en argumentos vulgares, inconsistentes e injustos, corcados incluso por la incompetencia de las propias autoridades del CSIC, que en los altos niveles son designadas todavía no sabemos para qué. Esta incompetencía por supuesto que no es generalizable, pero suele predominar.Un colectivo de 6.000 personas presenta muchos flancos vulnerables, entre otras cosas porque se le creó y se le medio mantiene para acceder a la calificación de país civilizado (aunque no se demuestre el menor interés por su cometido) y porque no todos los que integran este colectivo son santos. Amigos del cacique o del señorito, arribistas, conformistas, serviles, validos y, en definitiva, frescos los hay en el CSIC, pero no más que en otros sitios. Son una porción pequeña, pero están bien organizados, estratégicamente colocados, convenientemente jaleados y suficientemente temidos por su influencia real o hipotética. En este entramado medieval coexisten investigadores que podrían alcanzar el Premio Nobel si renunciaran a su nacionalidad, que cultivan prácticamente todas las ramas del saber y que están dispuestos a poner a disposición de una sociedad equitativa los resultados de sus investigaciones. Existen esos fílántropos cuya única pretensión es contribuir a elevar el nivel cultural de la humanidad, a disminuir nuestrá dependencia extranjera y a facilitar nuestra entrada en la CEE, aportando el fruto de sus investigaciones para que se pueda mejorar el nivel técnico de bastantes de nuestras industrias.

Sueldos insuficientes

Hombres y mujeres cuyos conocimientos y experiencia están a la misma altura que los de los más galardonados internacionalmente, y colaboradores de todas las escalas administrativas, que cotidianamente contribuyen al éxito de trabajos científicos importantes; hombres y mujeres cuyos sueldos son sensiblemente inferiores a los percibidos por sus equivalentes en la propia Administración, y objetivamente insuficientes para cubrir las necesidades razonables de una familia del siglo XX; hombres y mujeres que podrían ser maestros, pero que no pueden crear escuela porque apenas nada económicamente serio pueden ofrecer a los becarios; hombres y mujeres que únicamente pueden augurar a sus colaboradores que ya ventilarán su promoción ante instancias que no defraudarían a la imaginación más calenturienta: instancias muy superiores a la esfera del CSIC.

Así se ha llegado a 1981, en que, después de haber oído con arrobo la necesidad ineludible de un Ministerio de Universidades e Investigación, se nos convence de que no. hay nada mejor que confiar nuestro porvenir y el porvenír de la ciencia española al anterior Ministerio de Educación y Ciencia. Este ya está acostumbrado a lidiar, que no a resolver, los problemas de la educación; quizá pueda o quizá no sepa abordar los problemas de la investigación, pero esto no parece preocuparle a nadie: ¿para qué? ¡Sí no le preocupó a González Seara, ni siquiera con fines electoreros, que ya es decir!

Los trabajadores del CSIC hemos vivido con toda claridad que en 1975 no se produjo en este país una revolución, sino una reforma; es decir, no se produjo casi nada en colectivos ignorados y, por ende, sumergidos en su propia salsa. Los demócratas con vocación de investigadores y de servir al país han quedado atrapados en las redes tendidas por reglamentos, aceptados a regañadientes por sus companeros, cuya operatividad ha dependido de un electorado conservador (por si acaso) y agradecido (por si acaso) a los artífices de su statu quo. Los antiguos/nuevos poderosos reelegidos (salvo pocas excepciones) democráticamente siguen siendo los únicos portavoces, y todavía se lamentan. E incluso juegan a golpismos para no ser menos, por la exclusiva razón de que, aunque siguen ejerciendo su autoridad omnipotente, tienen obligación de informar y ello les produce una humillación insuperable.

Problemas pendientes

Mientras tanto, el Gobierno, los partidos políticos y la opinión pública demuestran tener problemas más acuciantes y urgentes que resolver a corto, medio y largo plazo; es decir:

a) No les importa que se frustren los posibles genios, acreedores de la fama de Ramón y Cajal, que, por razones sociológicas, deben ser bastantes y estar llamando a las puertas de la investigación.

b) Aunque nuestra dependencia del petróleo ocasiona golpes mortales a la economía, es preferible no irritar a los países avanzados propiciando las investigaciones sobre la utilización racional de la energía solar. Ya compraremos patentes.

c) La filosofía, la teología, las lenguas clásicas, la filología, la sociología, la historia... son actividades poco rentables, por lo que será mejor que las cultiven en la universidad aqullos que, después de dar clases básicas a cientos o a miles de alumnos, todavía les queden ganas y energía física y mental.

d) La metalurgia, los nuevos materiales, la petroquímica, etcétera... que lo estudien funcionarios investigadores estatales, para luego ofrecer los resultados semigratis a la gran industria, y, si es multinacional, mejor.

e) Que los alumnos de quinto curso y los recién graduados en las universidades españolas, abocados irremisiblemente al paro, se entretengan gratuitamente haciendo tesinas y tesis doctorales en el CSIC. Cuando las terminen, que acepten voluntariamente el celibato, además de acreditar que pertenecen a familias medianamente acomodadas; y que se vayan al extranjero, aunque no vuelvan. Ya habrá algo para ellos cuando sean viejos.

f) Peritos, ayudantes, administrativos, telefonistas, subalternos, expertos en documentación científica, expertos en el funcionamiento de plantas piloto, traductores, etcétera, que se resignen a ver cómo el resto de la Administración cuece habas bastante más digestivas que las de la cocina del CSIC.

g) Que la OCDE pierda el tiempo elaborando informes y haciendo sugerencias para que en España hagamos más ciencia. Ya le contestaremos como el baturro, que se encaró con un tren que le pedía que dejara la vía expedita.

En el CSIC hay deficiencias criticables, censurables, y no me atrevo a decir subsanables porque soy muy respetuosa con la experimentación, y hasta ahora, prácticamente, nadie lo ha intentado. Pero ¿dónde no las hay? Lo que resulta increíblemente injusto es que se simplifiquen las opiniones y se generalice una imagen funesta e inmerecida; conclusión demasiado fácil para que sea verdad, como le gustaría a más de uno, a pesar de que tampoco ellos podrían tírar la primera piedra.

Señores del Gobierno y de los partidos políticos: ¿por qué no se paran a pensir que son principalmente ustedes -unos, haciendo, y otros, consintiendo- los que van a dejar al pueblo sin algo que es suyo? Suyo porque le pertenece y porque lo ha financiado, y que, además, ninguna otra instancia se lo ha facilitado, ni siquiera tan imperfectamente como parece que lo ha hecho el CSIC. ¿Y hasta cuándo va a continuar el Gobierno diciendo que es necesario «establecer unas prioridades en investigación científica» sin que se le pregunte por qué no lo hizo ya?

Reflexionen.

es investigadora científica del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.

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