Tribuna:

Trece mil delincuentes sociales

El final de agosto ha sido un fin de mes viajero. Bernard Henry-Lévy nos propone ser guías de caravanas en el Afganistán. Las autoridades brasileñas apuntan la región de Solimoes, cerca de la frontera con Colombia, como lugar de peregrinaje, desde que anunciaron que existían grandes plantaciones de coca. Moncho Alpuente nos sugiere ir con la basca a la corte monegasca. Si usted tiene pocos medios puede ir a la finca del marqués de Griñón, convenientemente parcelada, y contemplar un espectáculo que cada vez se parece más a un campo de refugiados sorrialíes con aspiraciones. Por último, s...

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El final de agosto ha sido un fin de mes viajero. Bernard Henry-Lévy nos propone ser guías de caravanas en el Afganistán. Las autoridades brasileñas apuntan la región de Solimoes, cerca de la frontera con Colombia, como lugar de peregrinaje, desde que anunciaron que existían grandes plantaciones de coca. Moncho Alpuente nos sugiere ir con la basca a la corte monegasca. Si usted tiene pocos medios puede ir a la finca del marqués de Griñón, convenientemente parcelada, y contemplar un espectáculo que cada vez se parece más a un campo de refugiados sorrialíes con aspiraciones. Por último, si sigue a Sting, el botones cuadrafónico, podrá pasear por la luna en Usera. Esto fue lo que hicimos.Trece mil personas o, lo que es lo mismo, 13.000 delincuentes sociales, fumando porro tras porro en una noche estrellada, demostrando una vez más en la práctica que una cosaes la legislación sobre drogas y otra, muy distinta, el uso social. Cuando los señores diputados tengan a bien discutir sobre la legalización de las «drogas blandas», este país parecerá Jamaica y el personal estará ya con el caballo, emulando a los hermanos Peralta.

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El campo del Moscardó, con un solo chiringuito para toda la delincuencia, rebosaba sabor, calor y marcha. Mucho rockero, bastantes punks y una mayoría vestida de todas las maneras imaginables, desde los austeros y funcionales vaqueros hasta divagaciones tipo B-52, pasando por camisas de Hawai, hechas en Hong Kong, naturalmente. Las ochocientas pesetas que costaba la entrada perjudicó, básicamente, a la Tabacalera Española: en pocas ocasiones como en ese concierto vimos tanto pedigüeño de tabaco -«que sea rubio»-, agotado el presupuesto con la entrada. La recaudación superó los diez millones de pesetas (Police tenía contrato a porcentaje) y el servicio de orden, que al parecer vino, con Gay, de Cataluña, dio cumplida cuenta de su profesionalismo al hacerse invisible y eficaz. Son los nuevos inspectores Clouseau.

Usera ha demostrado que la gente quiere diversión.

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