Reportaje:La soja, factor de desequilibrio de la balanza agraria / y 4

Es necesaria una política de grasas que defienda al consumidor

La producción ganadera moderna se basa fundamentalmente en dos tipos de alimentos: de base (pobres en proteínas) y proteicos (complementarios de los primeros).El grupo de alimentos de base comprende a los cereales forrajeros, todo tipo de forrajes (incluidos pastos naturales) y diversos subproductos industriales. En la mayoría de los países, los cereales y forrajes corrientes ocupan el lugar preponderante de la alimentación. Los forrajes son casi siempre de procedencia nacional, mientras que los cereales forrajeros ocupan un lugar de honor en el comercio mundial; por ello, y teniendo en cuenta...

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La producción ganadera moderna se basa fundamentalmente en dos tipos de alimentos: de base (pobres en proteínas) y proteicos (complementarios de los primeros).El grupo de alimentos de base comprende a los cereales forrajeros, todo tipo de forrajes (incluidos pastos naturales) y diversos subproductos industriales. En la mayoría de los países, los cereales y forrajes corrientes ocupan el lugar preponderante de la alimentación. Los forrajes son casi siempre de procedencia nacional, mientras que los cereales forrajeros ocupan un lugar de honor en el comercio mundial; por ello, y teniendo en cuenta el desarrollo del consumo de carne de porcino y aves, es evidente que en los próximos años aumentará considerablemente la demanda de cereales forrajeros.

En este sentido, la producción de cereales forrajeros se incrementará más rápidamente que la demanda en varios países (según el informe de la ONU, en España, Finlandia, República Federal de Alemania, Noruega, Suecia, Suiza, Yugoslavia, Checoslovaquia y Hungría). Según las previsiones, las necesidades de alimentos para ganado serán superiores a los aumentos de producción en varias naciones netamente exportadoras de carne, como son Dinamarca, Francia o Canadá. Si a ello le añade que la República Democrática Alemana, Rumania y la URSS han previsto equilibrar su tasa de crecimiento, se puede concluir que el balance general de cereales forrajeros en Europa será en 1985 prácticamente como el actual.

Necesidad de proteínas

En el capítulo de alimentos proteicos o de complemento, la soja y sus derivados siguen ocupando el primer lugar; sin embargo, adquieren importancia progresiva las proteínas animales (leche descremada en polvo, harina de pescado...), nuevas fuentes proteínicas procedentes de organismos unicelulares y, de una manera importante, la urea. Europa occidental es la zona de mayor consumo de alimentos proteicos y se prevén hasta 1985 aumentos considerables, superiores incluso a los previstos para la misma producción ganadera; ello como contraste a la intención generalizada de estos países de reducir su consumo.

La harina de pescado y la de huevos van adquiriendo cada vez más importancia en países como Francia, Noruega o Suiza, pero las perspectivas de producción son inciertas en la mayoría de los casos, salvo que se posean importantes zonas de pesca. Otros países están dispuestos a potenciar la producción de proteínas forrajeras, susceptibles de reemplazar a la soja, dirigiendo sus intentos hacia la promoción de cultivos de alto contenido proteínico, selección de proteínas de colza (variedad de col que se utiliza en la fabricación de piensos compuestos) adaptadas a la alimentación del porcino y aves y producción de ácidos aminados sintéticos.

Surge tras esta exposición una pregunta: ¿estarán dispuestos los países de la CEE a seguir importando soja si de esta manera se crean unos excedentes cada vez mayores de cerdos, aves, leche o mantequilla? Es posible que las investigaciones se orienten más hacia el aprovechamiento de los recursos propios que a obtener una ganadería de la mejor calidad.

La trisoja, alimento del futuro

En cuanto a la alimentación humana, parece que la soja está llamada a jugar también un papel protagonista en el futuro. En el XXIII Congreso Argentino de Pediatría, reunido recientemente en Mendoza, se anunció que un nuevo alimento solucionará la falta de comida que sufrirán próximamente amplias zonas del mundo: la trisoja. Este producto, con forma y tamaño de un grano de arroz, está compuesto por soja, trigo, concentrado de frutas y vitamina A; en otra de sus formas contiene también leche y gluconato de calcio. Su capacidad de nutrición es importante; según las experiencias realizadas, cien gramos de trisoja equivalen a 373,78 calorías. Por tanto, un régimen de 1. 120 calorías (muy nutritivo) necesitaría sólo trescientos gramos de trisoja.

Ante estas perspectivas, ¿cuál es el futuro que espera a los españoles?

Todo lo que suponga promocionar el cultivo de la soja parece loable, y en este sentido el Ministerio de Agricultura está empeñado en conseguir en cuatro años una superficie de cultivo de 75.000 hectáreas, con una producción de 150.000 toneladas (siempre que se mantenga una rentabilidad de 2 Tm. por hectárea), cantidad que se muestra lejana, a todas luces, del autoabastecimiento.

Defensa del consumidor

Las limitaciones más importantes para esta expansión radican en la necesidad de ubicar estos cultivos en zonas de regadío, con el consiguiente perjuicio para otros productos (maíz, remolacha, algodón ... ) de los que dependen económicamente miles de familias españolas. Las transformaciones deberá hacerlas el Gobierno sobre la base de una ordenación de cultivo., y bajo la directriz de recuperar en lo posible los pastos naturales; también se hace necesaria una política de grasas que defienda los derechos del consumidor, hasta ahora verdadera víctima de la falta de previsión oficial.

Debido al sistema restrictivo de cuotas que sigue la Administración española, en los últimos cuatro años se ha producido un aumento considerable en los precios de los aceites de soja y girasol. En 1976, el aceite de soja costaba 47 pesetas, ahora setenta (incremento del 42%); el aceite de girasol costaba entonces sesenta pesetas, y hoy 97 (62% de aumento).

Etaceite de oliva (cuyo precio se ha liberalizado en el caso de que supere el de apoyo) también ha subido en estos cuatro años un 38% (costaba entonces 95 pesetas/litro y hoy cuesta 131).

Desde 1970, año en que cornenzó la introducción del aceite de soja en España, se ha ejercido un amplio control sobre precios, importaciones y exportaciones, en base a una política de cupos. Sin embargo, esta política no ha logrado los objetivos previstos de potenciar el consumo de aceite de oliva y, además, ha retirado prácticamente del mercado otro aceite menos caro y de reconocidos valores alimenticios. Ha sido, en definitiva, una política de efectos inflacionistas sobre el consumidor, que paga dos veces por el aceite necesario para el abastecimiento interior.

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