Crítica:

Recitales del cantante Benedicto

El pasado miércoles actuó en Madrid el cantante Benedicto, uno de los nombres que remiten a los primeros y confusos intentos de la canción popular gallega. Benedicto, como algunos otros históricos, ha sabido darse cuenta de que ahora no es antes y que su trabajo no puede basarse sobre antiguas y por lo general sufridas premisas. Así, de la guitarra a pelo, Benedicto ha pasado a contar con la colaboración de seis músicos, que sobre unos arreglos de Alberto Gambino sonaron bien y demostraron que en todas partes existen buenos instrumentistas a poco que se den unas condiciones. Pero también del e...

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El pasado miércoles actuó en Madrid el cantante Benedicto, uno de los nombres que remiten a los primeros y confusos intentos de la canción popular gallega. Benedicto, como algunos otros históricos, ha sabido darse cuenta de que ahora no es antes y que su trabajo no puede basarse sobre antiguas y por lo general sufridas premisas. Así, de la guitarra a pelo, Benedicto ha pasado a contar con la colaboración de seis músicos, que sobre unos arreglos de Alberto Gambino sonaron bien y demostraron que en todas partes existen buenos instrumentistas a poco que se den unas condiciones. Pero también del escenario desnudo e improvisado, Benedicto ha pasado a un juego de luces sencillo, pero bonito, nada más que unas lucecicas sobre una pantalla de fondo, que resultaban muy efectivas.Así pues, la puesta en escena sin ser lo de Queen, que con mucho más lograban menos, se veía de un tono profesional de agradecer. Luego viene la cuestión de la música. No es que las canciones de Benedicto sean malas, o que desatine cuando canta. No, es más que este hombre no es ni melancólico ni vacilón, no es panfletario ni poético, es sencillamente él, pero nos quedamos sin saber quién es, qué dice. El tirón en un recital es un elemento que se logra de las maneras más misteriosas, pero nunca puede conseguirse sin dar impresión de espontaneidad, aunque sea un montaje más. Y esa sensación, el miércoles y en Madrid, no la dio Benedicto.

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