"Franco conocía al día y a la hora mis actividades"

-Entre septiembre y diciembre de 1941 -cuenta el señor Alcázar- recibí un telegrama en Londres, remitido por una persona cuyo nombre no quiero dar, que me pidió regresase a España. Una vez aquí me dijo que me pusiera en contacto con el ministro plenipotenciario japonés Yakichiro Suma. El diplomático nipón me dijo. textualmente, que Japón, por estar en guerra, necesitaba un hombre capaz de organizar el espionaje japonés en Estados Unidos. También me dijo -señala Alcázar de Velasco- que la persona que me hizo acudir a España le había hablado muy bien de mí. Después de informar a Suma que desde L...

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-Entre septiembre y diciembre de 1941 -cuenta el señor Alcázar- recibí un telegrama en Londres, remitido por una persona cuyo nombre no quiero dar, que me pidió regresase a España. Una vez aquí me dijo que me pusiera en contacto con el ministro plenipotenciario japonés Yakichiro Suma. El diplomático nipón me dijo. textualmente, que Japón, por estar en guerra, necesitaba un hombre capaz de organizar el espionaje japonés en Estados Unidos. También me dijo -señala Alcázar de Velasco- que la persona que me hizo acudir a España le había hablado muy bien de mí. Después de informar a Suma que desde Londres él trabajaba para los alemanes. Alcázar de Velasco se fue a Norteamérica, utilizando una vía indirecta.- Primero marché, con visado guatemalteco, a Guatemala, donde entré clandestinamente. De Guatemala pasé a México y de México, también clandestinamente, por la localidad de Méxicali, entré en Estados Unidos. Una vez en Phoenix -continúa Angel Alcázar- me puse en contacto con un amigo de los japoneses que residía en esta ciudad. Comencé a crear la red. En principio, mi proyecto consistía en introducir en Estados Unidos el mayor número posible de periodistas, a los cuales les dábamos códigos cifrados que los servicios secretos norteamericanos no tardarían mucho en descubrir. Los periodistas estarían a cubierto, precisamente, por permanecer muy vigilados. mientras cumplían una función informativa útil, hasta la descodificación de la cifra. Sabíamos también que los norteamericanos utilizarían a los periodistas españoles para intoxicarles de información confundir a los japoneses, pero los verdaderos agentes no eran estos periodistas, que distraían a los norteamericanos.

Un punto en Canadá

-A medida que la red se iba configurando -prosigue Alcázar de Velasco- me di cuenta de la necesidad de contar con un punto en Alaska o Canadá. A petición del plenipotenciario Suma. España montó un consulado en la ciudad oriental canadiense de Vancouver. Allí se mandó al cónsul español Kobe. Una hija suya, bellísima porcierto, de unos dieciocho o diecinueve años -afirma el espía español- entró a formar parte de la red. En Vancouver mantuvo un noviazgo con un joven canadiense que se familiarizó en el consulado y resultó ser un agente secreto de los servicios canadienses. Este buscó el momento propicio y sorprendió a Kobe y a su hija cifrando información para los japoneses. Las autoridades canadienses, inmediatamente, los expulsaron de Canadá y, la red comenzó a extinguirse.

En cuanto al funcionamiento real de la red, se utilizaban conductos casi siempre personales que enviaban la información a Suramérica. desde donde se despachaba a Madrid. Aquí se centralizaba. Durante dos años o dos años y medio la red funcionó a la perfección. hasta la caída de Kobe y su hija.

-¿Utilizaba la red To cobertura diplomática española?

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-No -añade Alcázar de Velasco- Independientemente de que algún diplomático de la red, a título individual. empleara su valija, como pudo haber hecho Kobe, no existía esta tal cobertura.

-¿Podría decir qué periodistas componían la red y qué diplomáticos?

-No diré nombres - indica Alcázar- Diré únicamente que uno de ellos, ya fallecido, era hermano de un escultor famoso y se llamaba Aladrén. En cuanto a los dos diplomáticos, cuyos nombres no daré tampoco, diré que se trataba de dos idealistas puros, excelentes personas, verdaderos nacional-socialistas, como yo.

-¿De qué poder o poderes recibía la red instrucciones?

-De mí, que, a mi vez, las recíbía de Suma. En ocasiones, directamente de Tokio.

A propósito del supuesto atentado sufrido en el parque madrileño del Retiro de Madrid, por el entonces ministro de Asuntos Exteriores. Ramón Serrano Súñer, y por él. Angel Alcázar desmiente rotundamente esta suposición.

«No fue tal -dice- Unicamente tuvimos un pequeño percance con un fotógrafo que mientras Serrano y -yo dábamos un paseo -tiró sobre nosotros demasiadas placas -entonces muy caras- de su cámara. Nada de importancia.»

"Serrano Súñer no tuvo ninguna relación con la red"

-En los documentos recientemente desvelados de la NSA se vincula a Ramón Serrano Súñer con esta red. ¿Qué hay sobre este punto?

-Serrano Súñer no tuvo relación alguna con la red. Absolutamente ninguna relación. Evidentemente. Serrano no era tonto y estaba informado de la existencia de la red, pero no por conductos oficiales-. Era íntimo amigo mío entonces -y lo somos ahora, ¿por que no iba a informarle? Una cosa es que Serrano Súñer supiera la existencia de la red y otra -dice Alcázar de Velasco- es la bestialidad que se ha publicado-, según la cual Serrano estuvo en el palacio de Venecia de Roma, en una importante reunión con Ciano, Spellman y un mariscal alemán. A la sazón. Ramón Serrano Súñer ya no era ministro de Asuntos Exteriores y se hallaba en aquellas fechas. los días 3, 4y 5 de marzo de 1943, fechas de las reuniones, en Zaragoza, en casa de un ministro que le sucedió a él en la cartera de Interior.

Respecto a este episodio, Angel Alcázar de Velasco -que esboza ahora una, amplia sonrisa- afirma que todo ha sido tergiversado y que resulta ridículo.

-La única clave de estas reuniones. únicamente una de las cuales se desarrolló en el palacio Venecia y que contó con la presencia de Ciano, un ayudante de Von Ribbentrop, el primer secretario de la embajada nipona en Roma y un mariscal alemán, también el último día acudió Mussolini, es que desde el hotel Grande Albergo, dotado de unos aparatos radiofónicos de una enorme sensibilidad, pude seguir las reuniones de cerca. En cuanto a la presencia del cardenal Spellman allí. presencia que es cierta, se trataba de que la Santa Sede no resultara perjudicada tras el desembarco en Calabria, del cual Ciano ya tenía noticia y del que imprudentemente había dado -ya noticia pública.

Además de saber Franco que Serrano Súñer había acudido a aquella reunión -prosigue Alcázar- se hubiera -encargado de quitarle de en medio por los procedimientos que él empleaba.

Servir bien a Alemania

-¿Estaba informado Franco de las actividades de la red To y de las suyas como jefe de esta red?

-Franco permanecía informado al día y, en ocasiones, a la hora, de todas mis actividades. Lo único que le interesaba a Franco es que antes de que se produjera el desembarco aliado en Europa se sirviera bien a Alemania. Luego se distanció. El era un gran lector de la información de los servicios.

Con respecto a los principales logros de la red To, que según los testimonios de nuestro entrevistado era pagada por Tokio -en Madrid no había entonces ni para ,patatas, dice-, «la red brindó información de importancia decisiva. Ni quienesganaron la guerra ganaron tanto como- lo que se perdió, añade. Los dos grandes acorazados británicos, el Príncipe de Gales y el Jorge V, orgullo de Inglaterra y terror de todos los mares, se fueron a pique junto al Iniperio británico, afirma. Gran Bretaña fue el gran derrotado de la segunda guerra mundial. Hoy, añade, su bandera la llevan pegada al trasero las prostitutas en las playas. Una vez que la red cayó, agentes del norteamericano Office of Strategic Service, a la sazón dirigido por Danova, espías británicos y canadienses me tendieron una especie de trampa en un chalet madrileño de El Viso, propiedad de mi amigo el poeta Conrado Blanco. Allí me ofrecieron integrarme en sus servicios y me aseguraron que de no aceptar lo pasaría muy mal. Inmediatamente les pedí tiempo para pensarlo y en automóvil partí en dirección a la ría de Arosa. Allí un submarino alemán me recoaió, me condujo, primero, a Francia y luego, a Alemania, donde permanecí hasta el final de la guerra», concluye.

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